viernes, 11 de febrero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 56

 –No eres una reina, Pauli–dijo con voz ahogada–, sino una diosa.


Y caminó moviendo las caderas, girando sobre los tacones y lanzándole un guiño tras humedecerse los labios. Pretendía añadir un toque divertido pero, por primera vez, Pedro no lo encontró gracioso. Esperó fuera de la tienda a que él pagase el vestido de Mamá, que salió con el paquete pegado al pecho, regañándole mezclando palabras en alemán por haberse gastado tanto dinero en ella. Pero los dos sabían que estaba encantada. Disfrutaron de una maravillosa comida en un restaurante al borde del mar y poco después, casi como si todo aquello hubiera sido un sueño, estaban de nuevo en el avión. Llegaron a casa antes de la hora de cenar. Pedro la ayudó a bajar del avión y juntos vieron a Mamá caminar feliz sobre la hierba hacia su casa con todas sus bolsas.


–Gracias por este día tan bonito, Pedro. Ha sido un sueño, de verdad.


Terminó de amarrar el avión y se volvió.


–Me alegro. Pues eso ha sido todo. Yo ya te he enseñado lo que hago para divertirme, y aún no me has enseñado nada de lo que haces tú.


–Ah.


Tenía sus dudas, pero decidió ser valiente. ¿Y si, al mostrárselo, conseguía desprenderle de ese escudo de soledad que siempre llevaba pegado al pecho?


–Déjame hacer unas llamadas. Hablamos mañana por la mañana.


–¿Llamadas? ¿Es que vamos a saltar en paracaídas? ¿A montar a caballo? ¡No, ya lo tengo! ¡Vamos a hacer puenting!


–Me temo que te vas a llevar una buena desilusión, Pedro.


¿Acaso no iba a ser bueno que entendiera hasta qué punto le hacía sentirse unida a otro ser humano lo que iba a mostrarle? Con ello, además, conseguiría quizás recuperar su vida tal y como había sido antes de que él llegara, aunque, por desgracia, tenía la sensación de que no iba a ser tan simple.


Pedro contestó al teléfono tras el primer timbrazo.


–¿Preparado, señor Alfonso? En diez minutos paso a por tí.


–¿Me visto para hacer puenting o para ir de paseo a caballo?


–Vístete como siempre.


«Como siempre» podía variar de traje de chaqueta a traje de neopreno, así que decidió ponerse un pantalón de loneta y una camisa con un pequeño kayak bordado. Intentó adivinar lo que iban a hacer a partir de lo que Paula llevaba puesto, y llegó a la conclusión de que no iba a ser algo excitante, ya que con la ropa que llevaba podían pasarse el día en la biblioteca. Ya no era la diosa que había visto el día de antes con aquel vestido. ¿Y no era eso una bendición? Aun así, cuando montaron en el coche, se sentía muy consciente de su presencia. Consciente de que le gustaba estar con ella.


–Vamos a Glen Oak.


Compraron café para llevar y la conversación fluyó con facilidad entre ellos: Hablaron de Mamá, de las reparaciones que necesitaba su casa, de los detalles de la gala. Se rieron con la escenificación que hico Pedro de la cara que se le quedó a Malena cuando le entregó personalmente las invitaciones.


–Jugar al golf –dijo, pensativo–. Te advierto que no me gusta mucho. Demasiado lento para mí.


–No importa, porque no vamos a jugar.


–¿Ni siquiera al minigolf? –preguntó desilusionado cuando pasaron junto a un campo, y frunció el ceño cuando, acto seguido, se detuvieron en el estacionamiento de un hospital.

No hay comentarios:

Publicar un comentario