lunes, 28 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 19

 –Los piñones habrían resaltado su textura y así este plato habría dejado de ser un plato corriente.


–¿Corriente?


–Ajá –se limpió la boca con la servilleta.


Él no añadió nada más y le sirvió una copa de vino tinto. Ella miró la etiqueta y preguntó:


–¿Por qué has elegido un Merlot y no un Cabernet Sauvignon?


Él dejó la botella con fuerza sobre la mesa.


–No lo he elegido yo –soltó–. El restaurante prometió que acompañarían cada plato con el vino adecuado.


Paula dejó los cubiertos sobre el plato con fuerza y lo mirófuriosa.


–¿El restaurante? ¿Ni siquiera has elegido el vino tú? –dijo furiosa–. ¿Y qué sabrá el restaurante? ¿Y qué restaurante es ese en el que se supone que son tan buenos?


–El Regency Bellevue –soltó entre dientes–. Y es el mejor.


–¡Buah! El mío será mejor –retiró el plato mostrando su disgusto.


¿De veras creía que podía seducir a una mujer sin apenas esforzarse?


–No hay forma de complacerte, ¿No? –soltó Pedro.


–Me habrías complacido si esto fuera una comida entre dos compañeros de trabajo, sin segundas intenciones.


Su acusación lo dejó perplejo. Aunque no tenía intención de seducirla, había hecho todo lo posible para que lo pareciera. Y no esperaba que ella lo desafiara de forma tan directa. Las mujeres que conocía habrían seguido el juego y nunca lo habrían retado de forma tan directa. Evidentemente Paula no era de esa clase.


–Si estás tan emperrado en la seducción, ¡Al menos esfuérzate!


–¿Que me esfuerce?


–Aparte de una cantidad indecente de dinero, que puedes permitirte sin problema, ¿Qué más has puesto de tu parte esta noche?


–Tiempo e imaginación –contestó él.


–¿Tiempo? ¿Cuánto has tardado en hablar con el cocinero y decidir un menú? ¿Quince minutos?


Él le sostuvo la mirada y se acomodó en la silla. Ella frunció los labios.


–¿Diez minutos? ¿Y cuánta imaginación has puesto en esos diez minutos?


Él no dijo nada.


–La comida la ha traído otra persona, que también ha puesto la mesa... Tú solo te has puesto la ropa de fiesta y has servido los platos y ¿Pretendes que yo te aplauda y piense que eres maravilloso? No creo –se cruzó de brazos.


–Me habría bastado con que me dieras las gracias. No intentaba seducirte.


Ella lo miró como acusándolo de ser mentiroso.


–Las conclusiones que sacaste antes me molestaron. Me acusaste de mujeriego.


–¿Me estás diciendo que no eres un mujeriego?


«Si lo negara, estaría mintiendo». Pedro frunció el ceño. ¿Por qué se había ofendido con la verdad?

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