miércoles, 9 de febrero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 55

Una limusina les esperaba cuando aterrizaron para llevarlos al Pacific Centre Mall. Pedro las metió en una tienda de aspecto inmaculado. Los vendedores en esa clase de tiendas reconocían de inmediato el poder y el dinero, aunque proviniera de alguien vestido con el desenfado de él.


–Mis dos señoritas favoritas necesitan el mejor vestido de noche –anunció.


Paula y Mamá fueron conducidas a probadores privados, y a Pedro lo acomodaron en un sillón de cuero, donde le llevaron una bandeja con café.


–¿Quiere leer algo? Tenemos una buena selección de periódicos.


–No, gracias.


Pero una vez se habían probado los primeros vestidos, desapareció. Debía de estar inquieto, y era comprensible.


–El negro para Mamá, el rojo, para tí –sentenció. Había vuelto a aparecer con dos vestidos colgados del brazo.


–Rojo –repitió, arrugando la nariz–. Ya sabes que no me gusta demasiado llamar la atención, así que debe de ser que tienes miedo de perderme de vista en el estacionamiento. ¿Tienes idea de lo que pueden costar estos vestidos?


–La dependienta me ha pedido la Visa Oro antes de descolgarlos siquiera.


–No debería probármelo.


–Sí que vas a probártelo.


–¿Qué te voy a decir? Ya sabes que me encanta cuando te pones mandón.


Y se lo probó. Desde luego no iba a comprárselo, ni iba a permitir que lo comprara él, pero ¿Por qué no disfrutar de la experiencia? Mamá fue la primera. Paula y él se admiraron, alabaron la elección de diseñadores que le habían ofrecido, pero aquel último era el mejor. Sencillo y de seda negra, todo un clásico. Paula y Pedro aplaudieron el pase de modelos de Mamá, que se detenía al final de la alfombra y, con la mano en la cadera, daba la vuelta y se echaba sobre el hombro el echarpe a juego. La vendedora, Pedro y Paula aplaudieron. Mamá sonrió de oreja a oreja.


–Éste –anunció.


La dependienta entró con ella para ayudarla a vestirse. Incluso antes de mirarse en el espejo, Paula supo que aquel era el vestido con el que soñaban todas las mujeres.


–Ese hombre tiene gusto –comentó la dependienta.


Paula se dió la vuelta y se miró en el espejo. El vestido llevaba unos finos tirantes y un escote en forma de uve que resultaba sensual sin pasarse de la raya, y de su talle imperio partían millones de pliegues hasta el suelo.


–Camine como una reina –le dijo la dependienta cuando iba a salir del probador.


Eso mismo le había dicho Pedro cuando la obligó a ir al Club Náutico: Camina como una reina. Con un vestido como aquel, era fácil hacerlo. Cuando él la vió su reacción fue todo lo que habría podido desear. Nunca le había visto fuera de control y sin embargo, en aquel momento, parecía aturullado.


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