lunes, 21 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 4

Pedro no se dejó engañar. A pesar de su boca sensual y sus cautivadores ojos color caramelo, Paula era una mujer caprichosa en la que no se podía confiar. Miguel le había dado múltiples oportunidades para que se estableciera en su carrera profesional, pero ella las había desaprovechado todas. Su aparente docilidad no era más que una fachada para agradar a su padre. Quizá fuera capaz de engañar a Miguel, pero él no tenía intención de dejarse hechizar por su falsa sonrisa. No era como su padre.


–No sabe nada acerca de sistemas ni de gerencia –le advirtió Miguel–. Solo tiene conocimientos de cocina, así que tendrás que enseñarle muchas cosas.


Miguel debía estar bromeando. Paula no permanecería en ese trabajo más de lo que había permanecido en cualquier otro. Pedro no estaba dispuesto perder el tiempo en transmitir sus conocimientos a alguien que no los apreciaría. Miró a Paula y después a Miguel. Se fijó en que él miraba a su hija con amor y algo se removió en su interior. Miguel era una de las pocas personas a las que Pedro quería. Apretó los dientes. En consideración hacia él, debía darle a Paula el beneficio de la duda, al menos durante el tiempo que durara aquella reunión.


–De acuerdo –asintió–. ¿Crees que Paula tiene algo que aportar?


Miguel enderezó la espalda.


–Paula, enséñanos los menús que has preparado con tanto esmero. Dijiste que hoy tendrías las muestras preparadas.


–Me temo que ha habido un pequeño problema –cruzó las piernas y se alisó la falda–. Me he dejado los menús en la cocina de la cafetería. He estado revisándolos con Rafael.


Se hizo un silencio extraño. Pedro dudaba de la existencia de los menús y, a juzgar por cómo Miguel evitaba mirarlo a los ojos, sabía que él también pensaba que eran producto de la imaginación de Paula.


–Si quieren puedo ir a la cafetería ahora mismo para recogerlos. O describíbanlo verbalmente.


Pedro se aclaró la garganta. Paula y Miguel se volvieron para mirarlo.


–¿Por qué no dejamos los menús para otro día? Hay tiempo de sobra –señaló las carpetas que Paula tenía en el regazo–. ¿Por qué no nos cuentas lo que has traído?


Paula se humedeció los labios y agarró las carpetas con fuerza. La princesita no tenía tanto aplomo como él pensaba. Estaba nerviosa. Quizá había sido injusto. Quizá aquello fuera importante para ella.


–Las carpetas, Paula –dijo él.


–No hay nada especial en ellas –se encogió de hombros–. Solo llevo la documentación que mi padre me envió sobre el hotel y la información que he empezado a recopilar sobre Newcastle.


–Imagino que habrás leído la información que tu padre te envió.


–Por supuesto –dijo sin mirarlo a los ojos.


Pedro trató de disimular la furia que lo invadía por dentro.


–¿Serías capaz de decirme el número de empleados que estarán a tu cargo en el restaurante?


–Me temo que no puedo recordarlo. Apenas he tenido oportunidad de echarle un vistazo a los documentos.


–Ya. Entonces, ¿Podrías contarnos qué información relevante has recopilado sobre Newcastle?


–Yo, um... Es la segunda ciudad más grande de New South Wales, y se hizo próspera gracias a la industria siderúrgica. Y, um... También es conocida por la belleza de sus playas.


–¿Así que no tienes nada más que un conocimiento general del lugar?

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