lunes, 28 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 18

¡Oh, cielos! El pescado estaba delicioso. Paula necesitó mucha fuerza de voluntad para no gemir de placer cuando comió otro bocado. Había estado a punto de flaquear al ver que Pedro se había decepcionado, pero consiguió remontar. Si flaqueaba, estaría perdida. No sabía cómo era posible hacer el amor con alguien y no implicarse emocionalmente. No sabía cómo conseguía hacerlo Pedro, pero tampoco quería conocer su secreto. Cuando hiciera el amor quería entregarse por completo. Quería amar al hombre con el que hiciera el amor. Y estar segura de que él la amaba a ella. Quería una relación para siempre. ¿Pedro y para siempre? ¡Ja! Si tenía suerte quizá él se comprometiera con ella hasta finales de semana. No era suficiente. Aunque ella sabía que estaba tomando la decisión adecuada, su cuerpo reaccionó a modo de protesta. Empezaron a quemarle los ojos y a dolerle la cabeza. ¡Y el maldito pescado estaba delicioso! No quería encargarse de cocinar a diario porque opinaba que cocinar noche tras noche para un hombre podía ser igual de peligroso que acostarse con él. Si no tenía cuidado, una mujer terminaría creándose fantasías acerca de él. «Y si cenas todas las noches con un hombre ¿También te crearás fantasías ridículas?». Se agachó para dejar su plato en el suelo para Silvestre.


–¿Qué diablos...?


–Silvestre puede que sea una gata mimada –dijo ella, fingiendo no haberse percatado de su enfado y tratando de controlar sus hormonas–, pero no notará el orégano y, si lo hace, no le importará. ¿Qué hay de segundo?


Ella esperaba que él dejara los cubiertos con brusquedad, le dijera que era una maleducada y se marchara del departamento. No le habría culpado por ello. No quería herir sus sentimientos, pero nunca se le había dado bien ser delicada. Él era un mujeriego y un hombre despiadado. Aquel se suponía que era un acuerdo de negocios y, sin embargo, él se estaba aprovechando de la situación. Paula se apoyó en el respaldo de la silla y trató de no perder el control. No permitiría que se apoderara de ella. Pedro no conseguiría distraerla de su objetivo. Desde el momento en que abrió la puerta de su dormitorio y lo vió tan elegante y bajo la luz de una vela, decidió que merecía todo lo que pudiera hacerle aquella noche. Y más. Aquella deliciosa comida era parte de su plan de seducción. Él no estaba interesado en ella como mujer, como persona. Estaba interesado en el reto que suponía... Y en su cuerpo. Paula notó que se le aceleraba el pulso.


–El siguiente plato es una sorpresa –le informó él con tranquilidad.


Cuando él desapareció para llevar los platos a la cocina, ella aprovechó para apoyar los codos en la mesa, cubrirse el rostro con las manos y respirar hondo. Él regresó con el segundo plato y lo colocó sobre la mesa. Una pata de cordero. Rellena y cubierta de piñones. Deseaba cerrar los ojos e inhalar su aroma. Después, saborear cada suculento bocado. No lo hizo. Agarró los cubiertos, sonrió y cortó un pedazo de carne. Tiernísima. Se llevó el pedazo a los labios, consciente de que él la estaba mirando.


–¿Cómo está la salsa?


Ella estuvo a punto de soltar una carcajada.


–Bastante buena, de hecho –«Realmente divina», pensó–. Lo que no comprendo es por qué el cocinero ha elegido anacardos para la cobertura en lugar de piñones.


Fingió indiferencia mientras comía otro bocado. Silvestre maulló y ella apartó a la gata con el pie. No estaba dispuesta a compartir aquel plato.

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