lunes, 28 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 20

Porque respecto a ella no era cierto. ¿Cómo se suponía que ella iba a saberlo? Él frunció el ceño y continuó como si ella no hubiera hablado.


–Y tú me has tomado por un idiota que pretendía cargarte con todas las tareas del hogar.


Ella se mordió el labio.


–Y llegaste a todas esas conclusiones sin basarte en ninguna evidencia propia, sino únicamente en rumores. Así que decidí darte una lección. Decidí hacerte creer que mi intención era seducirte –se inclinó hacia ella–. Y al final de la noche, cuando estuvieras esperando a que hiciera la jugada final...


–¿Sí?


–Iba a darte las buenas noches y retirarme a mi dormitorio solo. Así te percatarías de que me habías malinterpretado y de que me habías juzgado injustamente.


–¿Y no te parece que eso es una locura demasiado elaborada solo para enseñarme una lección? ¿Por qué diablos no me dijiste que espabilara? Era mucho más sencillo y mucho más directo, ¿No crees? ¿Por qué no me hablaste de ello como una persona adulta?


–¡Porque no estabas actuando como una persona adulta! –soltó él–. Porque en todo momento has actuado como si fuera a saltar sobre tí como si fuera un lobo malo. Tu manera de comportarte, como si fueras virgen, me...


Se calló al ver que Paula se encogía al oír sus palabras. Incluso a la luz de la vela pudo ver cómo se sonrojaba y no quería mirarlo a los ojos. Él la miró y dijo:


–Dios mío, ¿Estás bromeando?


Paula se sonrojó aún más.


–No tengo ni idea de qué estás hablando –contestó, y miró hacia otro lado.


¡No! No podía ser...


–¿No pretenderás que me crea que eres virgen?


Ella lo miró.


–¡No te estoy pidiendo que creas nada!


¿Paula Chaves era virgen? Pedro se apoyó en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos. ¡Una virgen! Él siempre se mantenía alejado de las vírgenes. Se pasó las manos por el cabello y dió gracias por que su intención de aquella noche no se hubiese convertido en una seducción de verdad. Si hubiese seducido a Paula de verdad... Apretó los dientes. Las vírgenes confundían el sexo con el amor. No habían aprendido que el amor era un mito. Ni a separarlo del sexo. Algunas mujeres nunca llegaban a hacerlo, y también se mantenía alejado de ellas. Quizá fuera un mujeriego, pero no era estúpido. ¿Una virgen? Una fina capa de sudor cubrió su labio superior. Él tenía fama de rompecorazones, pero solo se acostaba con aquellas mujeres que compartían su punto de vista acerca del sexo. Cualquier otra cosa era demasiado complicada. Y a él no le gustaban las complicaciones. No quería ser él quien destrozara las ilusiones de una mujer. No le gustaban las lágrimas ni los corazones rotos. Su especialidad era la risa y la diversión. Nada más.


–Una virgen –murmuró de nuevo. Era increíble.


Paula lo miró.


–¿Y qué pasa si lo soy? ¿Qué tiene de malo?


–Nada –«Absolutamente nada», pensó. 


Afortunadamente no había tenido verdadera intención de buscar diversión sin compromiso con Paula.


¡Maldita sea! No era un hombre de ideas fijas. Paula y él tenían que solucionar el tema del sexo. Estaban en Newcastle por motivos de trabajo. Fin de la historia.


–Te debo una respuesta –dijo ella–. Vine pensando lo peor sobre tí –admitió ella–. No es justo, y lo siento.


Su disculpa lo pilló desprevenido. ¿La niña mimada sabía cómo disculparse? La había acusado por haberlo juzgado de manera equivocada, pero se preguntaba si él había hecho lo mismo con ella. Era evidente que no había pasado los últimos años saliendo de fiesta, tal y como él pensaba.

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