lunes, 21 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 5

 –Estoy en ello.


–¿Puedo ver las carpetas?


–¿Por qué?


–Permíteme.


Paula miró a Miguel confiando en que interviniera, pero él permaneció en silencio. Finalmente se las entregó a regañadientes. Pedro hojeó el contenido de la primera carpeta. Tal y como había dicho ella contenía información sobre el hotel. Sin embargo, era evidente que las hojas no habían sido manipuladas por nadie. No era de extrañar que no pudiera recordar las cifras del personal que tendría a su cargo. Ni siquiera las había leído. La segunda carpeta tenía folletos y recortes de revistas sobre Newcastle. Al menos, en eso no había mentido. Cuando se disponía a abrir la tercera carpeta, ella dijo:


–Esa es personal. Yo...


Él sacó un catálogo de lencería. Paula se apresuró para arrancárselo de las manos.


–Una amiga tiene una empresa. Me pidió que le echara un vistazo. No tenía dónde guardarlo.


Pedro tenía claro cuál era el material de lectura que ella prefería. Le devolvió las carpetas. De pronto, experimentó un sentimiento de fatiga, vacío y apatía. Intentó ignorarlo.


–¿Qué titulación tienes, Paula?


Ella lo fulminó con la mirada.


–Si mi padre no pone pegas con ese tema, no sé por qué ha de ser asunto tuyo.


–Es asunto mío porque yo seré el máximo responsable del hotel. ¿Miguel?


–Mi hija ha estado trabajando durante los últimos dieciocho meses en el restaurante de su tío.


–¿Eras la responsable del funcionamiento diario?


–A veces.


Pedro negó con la cabeza y se volvió hacia Miguel.


–Esto no va a funcionar. Paula no tiene la experiencia necesaria para un puesto de tanta responsabilidad.


–Será capaz de hacerlo con tu ayuda.


Pedro deseaba volverse para no ver cómo Miguel le suplicaba con la mirada. Estaba en deuda con él, pero ¿Ser cómplice del último capricho de Paula? Un capricho que provocaría la decepción y el arrepentimiento de Miguel. Se apretó el puente de la nariz con el dedo índice y el pulgar.


–Quizá tengas razón –dijo Miguel, dando un suspiro–. Quizá esto no sea más que el sueño de un hombre mayor.


Pedro levantó la vista. Ante sus ojos, Miguel parecía envejecer.


–¡No!


Paula se puso en pie. Pedro no podía hacerle eso. ¡No podía! Miró a su padre y, al ver la expresión de su rostro, se acordó del día en que él vió sus notas del instituto.


–Ningún Chaves ha suspendido jamás en el instituto –le había dicho él. 


Después se había dado la vuelta sin decir nada más. Había cancelado la cena con la que se suponía iban a celebrar su graduación y se había marchado. Paula no podía permitir que se marchara de nuevo.


–No le hagas caso a Pedro –dejó las carpetas sobre la mesa–. Puede que no tenga experiencia demostrable, pero tengo talento y predisposición para ello –miró a Pedro–. ¿Cuánto valoras la determinación y el talento, Pedro?


Él la miró, provocando que se le acelerara el corazón.


–Mucho.


–Yo tengo ambas cosas. Y en unas cantidades que hasta tú te sorprenderías.


Él no contestó. Ella miró a su padre y sintió un nudo en el estómago al recordar cómo había reaccionado cuando ella le dijo que había dejado la carrera universitaria. Él apenas había sido capaz de mirarla. Y ella había sentido que algo moría en su interior. Eso no podía suceder otra vez. No lo permitiría. Paula se volvió hacia Pedro.


–El mayor deseo de mi madre era que mi padre llegara a construir el hotel de sus sueños algún día. Era un sueño que ambos compartían. Y algo que yo también deseo. Papá, sabes que es cierto.


Ese era el motivo que ella había repetido para conseguir que él le diera la oportunidad de trabajar en el Newcastle Maldini. Se lo había suplicado una y otra vez hasta que él había aceptado. Y Pedro no iba a impedirlo.

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