viernes, 11 de febrero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 60

 –Era la casa perfecta, yo era la esposa perfecta del médico y túla perfecta hija del médico.


–Hasta que la lié.


–Hace poco tiempo que me he dado cuenta de que eso no es cierto, Paula. Cuando te quedaste embarazada, se hizo un agujero en nuestra vida perfecta, que yo creía que podríamos tapar para que todo volviera a ser lo mismo. Que tú volverías a ser la misma. Pero eso no ocurrió. Ya no querías lo que siempre habías querido. En un principio creo que todos nos enfadamos contigo porque no volvieras a tu vida de siempre. Yo me enfadé. Tu amiga Malena, también. Ahora veo que todos éramos, en realidad, prisioneros de esa casa, intentando dar la talla de las expectativas que tu padre se había creado para nosotros, lo cual era una tarea imposible. Todo tenía que ser perfecto, y para lograrlo hacía falta tal cantidad de energía que acabé quedándome sin ganas de vivir. ¿Dices que ese agujero que hiciste nos destrozó la vida a todos? Pues yo ví la luz de la libertad a través de él. Si tu padre no hubiera fallecido, le habría dejado.


Paula se quedó atónita.


–Paula, pinta la casa de color lavanda. Nada desnuda a la luz de la luna. Ten grandes sueños y ama con todo tu ser. Me alegro de que no te casaras con Iván porque era igual que tu padre: Frío, retraído, obsesionado con el control. Y para remate, mujeriego.


–Mamá… Pedro ha vuelto.


De alguna manera, aquella estaba siendo la conversación que siempre había soñado mantener con su madre.


–¿Y?


–¡Que le quiero! ¡Y que ha vuelto a irse! –gimió.


–Cariño, no estoy ahí para poder tenerte en brazos y acariciarte el pelo hasta que no te queden más lágrimas. Ojalá lo hubiera hecho cuando el bebé murió.


El bebé, no el feto.


–Gracias, mamá.


–La vida tiene la capacidad de imponerse a nosotros, Paula. Yo soy la prueba viviente de eso. Te quiero.


–Yo también te quiero, mamá. Me acordaré de tí el Día de la Madre.


–Ahora ve y cómete una buena caja de helado de chocolate. ¡Y luego ve a bañarte desnuda al lago!


Paula se reía cuando colgó. Su madre tenía razón. Todo saldría como debía salir. Pedro se había ido. Pero le quedaba Mamá, la gala y muchos bebés a los que abrazar. En algún momento y en algún lugar, había logrado ser una mujer que pintaría de lavanda su casa, y que tenía un sueño mayor que ella misma. Él formaba parte de esa mujer. Amarle formaba parte de todo ello. No le había destrozado la vida. Su madre se lo había revelado. Le había dado un regalo, la había arrancado de la vida que, de no ser por él, habría acabado teniendo. Le había hecho ver las cosas de otro modo, desear cosas que no había querido antes. Ese era el efecto final del amor: Hacer mejores personas. Aunque doliera, valía la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario