lunes, 21 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 2

Alzó la barbilla y enderezó los hombros. Tenía que aparentar confianza y seguridad en sí misma. Y sobre todo, capacidad. Tenía que demostrarle a su padre que no se equivocaba al confiar en ella. Respiró hondo y entró en el despacho. Lo miró y tuvo que contenerse para no besarlo y darle un abrazo. Así no se ganaría su respeto. Sobre todo porque no estaba solo.


–¡Llegas tarde! –le dijo Miguel Chaves.


Ella miró el reloj y arqueó una ceja. Él miró el reloj y frunció el ceño. Paula deseaba que sonriera. Pero él no lo hizo. Ella sí. Se alegraba de verlo. De estar allí. Le estaba muy agradecida por haberle ofrecido esa oportunidad. Hizo un esfuerzo y puso una sonrisa educada y profesional.


–Buenos días, papá. Si llego tarde, te pido mis más sinceras disculpas.


Él pestañeó y, durante un instante, ella pensó que quizá se disculpara por su brusquedad y reconociera que no había llegado tarde. Pero no lo hizo. Se cruzó de brazos y la miró.


–Mi secretaria te ha llamado al móvil y te ha dejado un mensaje diciéndote que la reunión se adelantaba quince minutos.


¡Había llegado tarde! Y todo porque había apagado el teléfono para que no la interrumpieran durante los preparativos de la reunión más importante de su vida.


–Lo siento. Apagué el teléfono para que no me interrumpieran mientras preparaba la reunión.


Su padre resopló y dijo:


–Pedro, me gustaría presentarte a mi hija, Paula Chaves. Paula, éste es Pedro Alfonso.


El hombre se volvió hacia ella y, al ver sus ojos azules, Paula se quedó sin habla. «Madre mía. Unos ojos azules no deberían dejar sin palabras a una mujer». «Ni tampoco el cabello pelirrojo». «Pero la combinación...». No había creído a Catalina ni a Cecilia cuando le dijeron que él era muy atractivo y que tenía el cabello de color rojizo dorado, como la melena de un león. Se aclaró la garganta.


–Yo... Encantada de conocerlo, señor Alfonso.


–Pedro –la corrigió él.


¿Ese era el hombre del que dependía su futuro? Según sus primas, Pedro era el hombre más peligroso de Sídney, gracias a su atractivo y encanto y sería capaz de comerse a una mujer virgen como ella para desayunar. Sin embargo, por cómo la miraba de arriba abajo, se parecía más a un jefe intimidante que al playboy que Cata y Ceci habían descrito. No le dijo que estaba encantado de conocerla. Ni tampoco sonrió. Haciendo un gran esfuerzo, ella continuó sonriendo.


–Aunque sea por guardar las formas, se supone que has de decir que estás encantado de conocerme, Pedro.


Él sonrió y el azul de su mirada se intensificó.


–Encantado de conocerte, Paula.


Cuando pedro le tendió la mano, ella se la estrechó inmediatamente. No era capaz de pronunciar palabra y tenía el pulso acelerado.


–Encantadísimo –murmuró él.


Paula recuperó la voz.


–Yo también.

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