viernes, 25 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 12

 –Muy bien, ha llegado el momento de poner las normas de la casa.


Paula se movió para separarse de Pedro. Él se había acercado a ella mientras comentaban la terrible decoración de la habitación y sus brazos casi se rozaban. Ella se sentía inquieta y no quería que el aroma a canela que desprendía el cuerpo de Pedro impidiera que se concentrara en su objetivo. Un hombre que no creía en el matrimonio no iba a distraerla.


–¿Normas?


Paula ya había llegado a la mitad del pasillo. Se volvió y descubrió que Pedro no se había movido. Él arqueó una ceja. Ella tragó saliva. Tenía que encontrar la manera de trabajar y vivir con ese hombre. Cuanto antes lo hiciera, antes podría centrarse en las cosas importantes, como la puesta en marcha de los planes que tenía para crear el restaurante que su padre siempre había soñado.


–Normas de la casa –repitió con firmeza–. Puede que seas el jefe cuando estamos trabajando, Pedro, pero aquí –golpeó la pared– , somos iguales. Pero creo que será mejor que primero tomemos un café, ¿No? –se dirigió al salón–. Y después, será mejor que saque a Sivestre de su jaula –miró a su alrededor. ¿Dónde diablos estaba la cocina?


Como si hubiera leído su mente, Pedro se acercó a ella y señaló hacia una puerta que estaba discretamente colocada cerca del comedor. La cocina no era muy grande, pero estaba bien equipada. La máquina de café estaba en la encimera. Paula se acercó y sacó un paquete de café en grano del armario de arriba.


–¿Cómo sabías que estaba ahí?


–Mi padre organizó el departamento ¿No? O al menos, la secretaria de su secretaria. Pero él les daría las instrucciones.


–¿Y?


–Éste es el armario que está encima de la máquina de café. El café en grano siempre está en el armario que hay sobre la máquina de café –señaló el armario que estaba detrás de Pedro–. Ese estará lleno de vino tinto. Del bueno –añadió.


Pedro abrió el armario, sacó una botella y arqueó las cejas.


–Sí que es bueno, sí.


–Lo habrá sacado de su bodega personal. También habrá una caja de bombones caros en la nevera, aunque no hago más que decirle que no los guarde ahí, junto con mi marca favorita de chocolate a la taza.


Pedro abrió la nevera y la cerró de nuevo.


–Tienes razón en ambas cosas.


Ella se encogió de hombros y se volvió hacia la máquina del café.


–Conoce todas mis debilidades.


–Y quiere asegurarse de que tengas todo lo que puedas desear –comentó él.


Y ella supo lo que estaba pensando. Que era una niña mimada que se aprovechaba de su padre. Notó que se le aceleraba el corazón. Lo que su padre recibía a cambio de su generosidad era decepción y sufrimiento. Se volvió para mirarlo.


–Sí, mi padre es muy generoso, pero tú no puedes decir que no te hayas beneficiado de su generosidad.


Él frunció el ceño.


–Sé que lo has hecho. He investigado sobre tí, Pedro Alfonso. 


Notó que él se ponía tenso antes de que pusiera una amplia sonrisa. Pedro se acercó a ella y se apoyó en la encimera.


–¿Y qué has descubierto?


–Que mi padre te contrató un año antes de que terminaras los estudios en la universidad. Corrió el riesgo y apostó por tí.


–Una jugada que salió bien.


–Y que hasta esta semana has estado trabajando en el departamento que se encarga de las compras y fusiones. He de decirte que ese tipo de trabajo no es el que te da la cualificación necesaria para trabajar como director de proyecto en el Newcastle Chaves. Es evidente que mi padre va a apostar por tí una vez más.

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