viernes, 25 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 11

 –¿Qué pasará si no le pones el DVD?


Ella negó con la cabeza y miró a la gata.


–Destrozará el departamento.


–¿Y por qué aceptaste cuidar de ese maldito animal?


–Porque Sofía es mi amiga y nadie más estaba dispuesto a hacerlo.


–No me gusta cómo suena eso.


–Silvestre es muy revoltoso.


–¿Silvestre?


–Ni lo menciones. No es mi gata. Yo no le he puesto el nombre. Por mí, la habría llamado Medusa, porque cada vez que me mira me deja petrificada.


Él se rió y a ella se le aceleró el corazón.


–Si me das las llaves de tu coche bajaré por las bolsas.


Sin decir palabra, Paula sacó las llaves del bolsillo y se las entregó. Cuando él se marchó tuvo que respirar hondo varias veces. «El dormitorio. Ve a ver el dormitorio», se ordenó. Los dormitorios estaban uno frente al otro, y el baño se encontraba al final del pasillo. Asomó la cabeza por la puerta de la habitación de la derecha y se quedó boquiabierta. La decoración no podía ser más chabacana. Odiaba el color rosa fuerte. Se asomó al baño.


–¡Puf! –regresó para mirar otra vez el dormitorio. 


Aquella era su peor pesadilla. El dormitorio, el departamento y el hombre con el que tenía que compartirlo.


–Diablos, Paula, ¿Cuántas bolsas has traído? –Pedro entró en el departamento y dejó las bolsas en el suelo del salón.


–Estaremos en Newcastle dos meses, ¿Recuerdas? –gesticuló hacia el dormitorio–. Es... Es... –no encontraba las palabras adecuadas.


–Sí, lo sé. Y no voy a cambiártelo.


–¿Se supone que eso es una cama? –gesticuló hacia la estructura redonda que había en medio de la habitación, llena de almohadones y cubierta por una mosquitera de color rosa.


–Supongo.


Ella se dirigió al dormitorio de Pedro y vió que estaba medio vacío. Tenía las paredes desnudas y los muebles eran muy sencillos. Aquello no tenía sentido. Y él tampoco le había dado ningún toque personal.


–¿Paula?


Ella negó con la cabeza y gesticuló hacia el dormitorio de Pedro.


–Ese tampoco me gusta más.


–¿No?


–Es horrible.


Él señaló hacia su dormitorio.


–¿Peor que ese?


–Igual. ¿Por qué no pones algunas cosas personales?


–¿Como qué?


–No sé. Como una colcha colorida o algo así. Algunas fotos... Cualquier cosa.


–Solo vamos a estar aquí dos meses. Me gustan las cosas ordenadas.


–Esto no está ordenado. ¡Está vacío!


Paula trató de interpretar la expresión de su mirada. No podía ser cierto que le gustara aquella habitación. Comprendía que debido a su orgullo masculino detestara el rosa, pero... Miró de nuevo hacia la habitación de Pedro. «No vivirá así normalmente, ¿No?». Al pensar en ello, algo se removió en su interior, pero no fue capaz de identificarlo. Sin embargo, reconocía ese vacío. Su padre y ella habían sentido un vacío similar después de que su madre muriera.

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