miércoles, 16 de febrero de 2022

No Esperaba Encontrarte: Capítulo 61

Pedro era consciente de que estaba acercándose a la médula. Se había vuelto a Toronto, y por más adrenalina que hubiera puesto en juego, su vida seguía pareciéndole vacía, solitaria y dolorosa. La quería. Quería a Paula. Siempre la había querido. Tenía que darle una oportunidad a sus sentimientos, y si para ello necesitaba escarbar más hondo en su interior, lo haría. Estaba apurando demasiado, porque volvió a Chaves Beach la noche anterior a la gala. Nunca había sentido tanto miedo como cuando atravesó el césped del jardín y llamó a la puerta de Paula.


–¿Puedo pasar?


Cuando vió que era él, Paula tuvo miedo de abrir, y no podía culparla, pero la esperanza floreció cuando vió que daba un paso hacia atrás.


–Estás en bata.


–Es que es de noche, Pedro –protestó–. Pasa y siéntate.


El salón estaba precioso de noche. Un pequeño fuego ardía en el hogar y proyectaba reflejos dorados sobre un ramo de tulipanes colocado en un jarrón; un gato dormitaba acurrucado en la alfombra delante de la chimenea; había un libro abierto sobre el brazo del sillón. ¿Cómo sería tener una vida como aquella? No una vida en busca continua de chutes de adrenalina, sino llena de paz y felicidad interior. Una vida en la que compartir las noches con Paula. No podía pensar en eso. No hasta que ella supiera toda la verdad. Se sentó en el sofá y ella lo hizo frente a él con las piernas cruzadas.


–Paula, si estás dispuesta a escucharme, voy a contarte algunas cosas que nunca le he contado a nadie, ni siquiera a Mamá.


¿Por qué lo estaba haciendo? Pues nada más fácil de contestar: Porque todo estaba empezando de nuevo. Ella le quería, y quería más de él. Siempre había sido así. Y en aquel momento, se había inclinado hacia delante y le miraba con la esperanza saliéndosele por los ojos. Pedro se consideraba a sí mismo el hombre más temerario. Ningún descenso de aguas bravas le llenaba de pavor el corazón; solo de anticipación, pero lo que iba a hacer en aquel momento, ¿No era lo que siempre había temido? Abrirse a otro ser humano. Atacar un torrente de agua enfurecida y desbordante de espuma no era nada en comparación a abrir el corazón. Nada era comparable a dejar que alguien lo viese todo de él. Y, una vez conociera todos sus secretos, ¿Seguiría queriéndolo? Respiró hondo. Había llegado el momento de soltarlo todo. El de revelarse a alguien, para lo cual era necesario el ingrediente más arriesgado de todos: la confianza. Confiar en ella. Le costaba trabajo encontrar por dónde empezar, aunque, en el fondo, solo había un comienzo posible.


–Cuando tenía cinco años, mi madre nos dejó a mi padre y a mí. Lo recuerdo con toda claridad. Nos dijo que buscaba algo. Que buscaba algo más.

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