lunes, 21 de febrero de 2022

Irresistible: Capítulo 1

Iba a llegar tarde. «Tarde. Tarde. Tarde». Paula apresuró el paso y miró el reloj. Debía dejar de pensar que no daría la talla. Llegaría a tiempo a la reunión. Solo estaba siendo paranoica. Sin embargo, no debería haberse parado para hablar con Rafael. Ni con Bianca. Karina y Santiago. Aceleró el paso. «Un gran fallo. Soy estúpida». Cerró el puño con fuerza. Teniendo en cuenta lo que había oído la semana pasada, debería haber tenido más cuidado. Debía haber estado más pendiente de la hora. Quería que su padre cambiara su opinión acerca de ella, y no reforzársela.


«¡Mimada, terca, y con cerebro de mosquito! Paula no conoce el significado de las palabras dedicación y trabajo duro». Eso era lo que su padre le había dicho por teléfono a la tía de Paula que vivía en Italia, el miércoles anterior. Ella había descolgado el teléfono de la cocina para hacer una llamada y, sin querer, lo había escuchado todo. «Y es culpa mía», recordó que eso era lo que había dicho su padre antes de que ella colgara. Se detuvo en seco. Sintió que se le formaba un nudo en la garganta al recordar el dolor que había percibido en la voz de su padre. Cerró los ojos y apoyó la cabeza contra la pared. «Oh, papá. Lo siento». Por haberlo decepcionado. Otra vez. Y porque se sintiera culpable por ello. Se retiró de la pared y enderezó la espalda. Había cambiado durante los dieciocho meses que había pasado en Italia. Se lo demostraría. Haría que se sintiera orgulloso de ella. Como para convencerse a sí misma, echó un vistazo a las carpetas de colores que llevaba en la mano y se dió cuenta de que se había dejado los menús en la cocina de la cafetería de Rafael. Miró el reloj otra vez. Podría continuar hasta la oficina de su padre y llegar a tiempo. O podía regresar a la cafetería, recoger los menús y llegar un poquito tarde pero demostrarles a su padre y a Pedro Alfonso, su mano derecha, lo organizada y creativa que era. ¿Organización, creatividad y dedicación frente a puntualidad?  Sin pensárselo, dio media vuelta y empezó a correr. Al doblar la esquina, oyó el timbre de ascensor y exclamó:


–¡Espéreme!


Pero las puertas se cerraron antes de que ella llegara. Apretó el botón de la pared varias veces, pero no consiguió que se abriera. La luz indicaba que el ascensor había empezado a bajar.


–Maldita sea –golpeó la mano contra la pared.


No le quedaba más remedio que olvidarse de ir a recoger los menús pero, con suerte, las carpetas de colores darían la impresión de organización y creatividad. Tragó saliva. Siempre y cuando nadie le hiciera demasiadas preguntas acerca del contenido de las carpetas. Daniela, la secretaria de su padre, le había enviado el archivo principal la noche anterior, suplicándole en un mensaje: "Por favor, ¡no le digas a tu padre lo tarde que te lo he entregado"! Paula solo había tenido tiempo de imprimirlo y se había reservado esa tarde para revisar su contenido. Miró el reloj. Si se daba prisa llegaría a tiempo a la reunión. «Has de parecer una profesional», pensó mientras avanzaba por el pasillo.

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