lunes, 15 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 9

- Necesito pedirte un gran favor amiga.- me mordí el labio nerviosa, dándole una mirada a Lulu.
- No sé porque me da la impresión que tiene algo que ver con la señorita totalmente manchada de chocolate.- entrecerró los ojos hacia mí. Asentí tímida.- Bien. Suéltalo.
Volví a mirar a mi pequeña, pero ella estaba demasiado entusiasmada con su chocolate como para captar nuestra conversación. Le conté absolutamente toda la historia de lo que había vivido en esos tres días en casa de la bruja, pareciendo una novela de años. Mi amiga abría sus ojos como platos con cada parte de mi relato, enrojecía de rabia en otras y ponía carita de perrito degollado en otras tantas.
- ¡¿Estás segura que no te hizo nada?.- preguntó alterada con la parte del tipo de la noche anterior
- No amiga, tranquila. Es como te digo, justo en ese momento bajó ese angelito.- indiqué a mi pequeña.- y nada pasó.
- ¡Dios mío Paula!.- se tapó su cara con sus manos.- ¿En qué sucio y descontrolado mundo crece esa pobre niña?.-
Miré con tristeza a mi pequeña, quien se percató de mi interés por ella y sonrió mostrando su boca y pocos dientes embarrados de chocolate y agitó su manito hacia mí.
- No lo sé amiga.- contesté al voltearme hacia Angie.- Y eso es lo que quiero averiguar ahora. Por eso te pido si puedes quedarte con ella por un par de horas
- No hay problema Paula, pero ten cuidado por favor. Ese barrio queda a las afueras de la cuidad y no me fío de él.
- Lo tendré Angie. Tan solo cuida mucho a mi pequeña naranja.
- Eso no tienes ni que pedirlo. Además Ben, vendrá dentro de poco tiempo y tú sabes como es con los niños.- sonreí al recordarlo como un crío más cuando salía con su pequeñas sobrinas.- Eso sí, llévate mi coche. Me sentiré más segura que vayas en auto y no a pié.
Le expliqué a Lulu que debía hacer unos trámites y que no aceptaban niñas pequeñas ahí, pero la verdad es que el lugar al que iba no era muy bien mirado y prefería arriesgarme yo sola que ponerla en peligro a ella. Quedó feliz al saber que podría ayudar a Angie a atender el local, fingiendo que jugaban a las vendedoras.
...
Agradecía haber traído el auto de mi amiga, pues me había llevado mas de media hora dar con la dichosa casa de María. Y como bien lo imaginé, su casa estaba rodeada de locales no aptos para menores.
Bajé temerosa del auto, pero pedí a Dios que me protegiera en todo momento, mal que mal estaba haciendo esto por el bien de un angelito. Luego de varios golpes de llamado, una mujer joven con un abultado vientre me recibió.
- ¿María?.- consulté, aun estando casi segura que era ella.
- Si, soy yo ¿Usted es?.- me miró achicando sus ojos.
- Marie.
Desde el momento que había hablado con ella, me había identificado como Marie, que era mi segundo nombre. Las razones de mi casi verdad/casi mentira no las tenía a ciencia cierta, pero tan solo lo había hecho siguiendo un dictamen de mi cabeza.
Me hizo pasar a su casa, ya que ella no podía mantenerse mucho de pié. Nos sentamos en una pequeña salita que disponía sólo lo básico, nada de extravagancias o cosas lujosas. Le hice entrega de mi encargo y me encomendé a los ángeles de los niños en el cielo para que me ayudaran a lograr mi cometido
- Aparte de entregarle eso.- indiqué el dinero.- Me gustaría conversar un poco con usted
- ¿Sobre qué sería?.- cuestionó suspicaz
- Necesito hablar sobre Lourdes. Yo soy su nueva niñera.- expliqué un detalle que no había nombrado anteriormente
- ¿Cómo está ella?.- noté un brillo especial en sus ojos al nombrar a mi pequeña
- Ella está bien. No quise traerla por…bueno…diversas razones, pero la dejé al cuidado de una muy buena amiga.- me adelanté cuando vi que me miró reprobatoriamente.
- Me alegro mucho que esté bien. Yo la cuidé cuando era muy pequeñita, luego me casé y comenzaron a llegar los niños.- apuntó con su barbilla una foto con tres niños. Mi boca se abrió de par en par.
- ¿Tendrás dentro de poco cuatro hijos?.- ok, lo curiosa era algo nato en mí
- Así es, pero con este bebé ya se da por cerrada la fábrica
Me comentó mas cosas de su familia, así mismo que ella cuidaba en forma esporádica a Lulu desde hacia un par de años. La mayoría de las veces, la niña se quedaba a cargo de personas que la bruja contrataba por horas y de forma alocada; como a mí. El rato comenzó a pasar y de todo lo que me contaba, ciertamente no estaba hallando nada nuevo o provechoso la mayoría de las cosas, las había vivido en estos tres días y las que no, eran aquellas que había intuido.
...
- Dicen que los hijos son el reflejo de lo que hacen los padres, espero que Lourdes rompa ese mito.- expresó y eso llamó mi atención ¿Acaso ella conocía a la bruja de antes?
- ¿Usted conoce a los abuelos de Lourdes?.- pregunté apresuradamente. Asintió.
- Mi madre trabajó muchos años para los papas de la señora Victoria y como era viuda, debía llevarme a mí a su trabajo.- relató, mientras yo la oía atenta.- La forma en que se comporta ella con la niña, es un claro espejo de cómo sus padres fueron con ella
- ¿No la tomaban en cuenta?.-
- Su madre y padre creían que con tenerla en una cuna de oro, era suficiente.- suspiró nostálgica.- La mamá de ella no quería tener hijos y cuando se enteró de que esperaba un bebé, intentó por todos los medios deshacerse de él. La mamá de la señora Victoria, tenía catorce años cuando la tuvo.
Dejé de respirar por un par de minutos ¡Catorce años! Yo a los catorce años aún en mis momentos de aburrimiento tomaba mis muñecas y les confeccionaba ropa, coleccionaba hojas con estampados de diversos diseños…aún era una niña en muchas cosas.
- Resumiendo la historia, los abuelos de la señora Victoria se casaron en las típicas costumbres de antaño, en donde los dos eran unos niños y sus matrimonios eran arreglados. Ellos quisieron hacer lo mismo con la madre de la Señora, claro que la emparejaron con un viejo a punto de morirse, pero con plata hasta en los calzoncillos que usaba.
- ¿Y donde están ellos ahora?.- ahondé en el tema
- Su padre murió cuando la señora Victoria tenía veintitrés años y su madre, la abandonó poco después. Mi madre me contaba que se dijo que ella había muerto tiempo después de una extraña enfermedad, pero lo único relevante es que nunca más se supo de ella.
- ¿Y con quien quedó la bruja? ¡Perdón!.- tapé mi boca con un certero golpe, al darme cuenta de la metida de patas que acababa de hacer.
- No te preocupes.- sonrió en complicidad.- yo la he llamado de formas irreproducibles.- se tomó su vientre al soltar una risotada.- Ella, la bruja, quedó sola viviendo en la enorme casa. Mi madre siguió bajo sus servicios, así que básicamente ella fue quien la crió.
- ¿Y no tenía mas hermanos o familia?.
- Y si los tenía, nunca supimos de ellos.- lo cual me dejaba en zona muerta nuevamente
- ¿Usted conoce al padre de Lulu?.- intenté averiguar lo clave, luego de algunos minutos en silencio
- No, no sé quien será.
Su respuesta me dejó aturdida. Si ella sabía la vida de la bruja desde hacia años ¿Cómo podía ser que no conociera al tipo degenerado o al tal Félix?
- Pero usted ha trabajado años allí, o su madre debió conocerlos.- afirmé.
- ¿Te refieres a los que Lulu nombra como sus papás?.- asentí dejándola continuar.- Ninguno de ellos es el verdadero padre de Lourdes.- me dejó en shock la nueva revelación ante mis ojos.
- P-pero…Lulu… Ella los llama papá.- dije anonadada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario