jueves, 25 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 35

Compré mi boleto de avión sin siquiera oír lo que me decía la chica que me había atendido. Y me senté a esperar la salida de mi vuelo. Mientras esperaba, mi vista viajó por las personas que deambulaban sin preocupaciones aparentes. Algunos estaban sonrientes, otros ensimismados en sus pensamientos y los últimos, que al parecer era sólo yo. Lo único que deseaban era meter su cabeza bajo tierra y dejarla ahí, hasta ya no respirar.
Me encontraba de camino a Forks. Vanessa había sido enfática en aclararme que no podía quedarme con Lulu mientras tanto encontrara a su padre. Que eso me podría acarrear miles de problemas. Me acurruqué más en mi asiento si era eso posible ¿Cómo le iba a explicar a Lulu que debía separarme de ella? Ni yo misma podía pronunciar esas palabras, sin que la garganta se me cerrara como una planta carnívora que embauca su presa.
Cuando por fin mis pies se detuvieron frente a la casa de mi padre. Mi opresión en el pecho, parecía estarme rasgando de extremo a extremo el mismo. Iba a entrar, cuando mi teléfono detuvo mis pasos. Era Chris, y pensé si contestarle o no; estaba segura que querría enfatizar los puntos que Vanessa había expresado y no me sentía con ganas de oír como una maldita sentencia, que me quedaban horas solamente en compañía de Lulu.
- ¡Paula!.- levanté la cabeza bruscamente al escuchar esa hermosa vocecita
- Pequeña.- susurré conteniendo mis ganas de llorar. Abrí mis brazos y mi bebé corrió a refugiarse en ellos.
- ¡Te estañé!.- me repetía, mientras sus bracitos se alojaban como tenazas alrededor de mi cuello
- No hubo caso que se amistara con la R.- me informó divertido Hector saliendo a recibirme
- ¡No. Puedo.!.- remarcó mi princesa cada palabra
- ¿Paula?
Levanté mi vista hacia Hector que me miraba intrigado, y luego la desvié a esos hermosos ojos azul cielo que estaban a centímetros de mi cara que me miraban curiosos. Al parecer mi semblante hablaba a gritos que me sentía morir. Suspiré hondamente y esforcé mi mejor sonrisa. La cual se hizo más ancha cuando por acto reflejo mi bebé me mostró sus pocos dientecitos, con una sonrisa igual a la mía.
- ¿No te volvedas a id?.- inconcientemente la estreché mas contra mí.
- No.- susurré y miré a Hector pidiendo ayuda. Me dolía tener que mentirle a mi pequeña.
- ¡Ey! Sam está preparando un rico chocolate caliente ¡Vamos!.- invitó.
Lulu movió impaciente sus piernitas y la bajé, para verla correr dentro de la casa, seguido de unas risas en el interior.
- Algo malo ha pasado ¿Verdad?.- inquirió Hector mirándome preocupado. Asentí sin poder hablar.- ¿Qué es?.- indagó acercándose a mi y poniendo sus enormes manos en mis hombros.
- T-tengo que…llevarla. N-no puedo quedarme con…ella.- farfulle.
- ¡Uf! Creo que no serás tu solamente la que tenga esa cara cuando ella se vaya.- afirmó. Lo miré ceñuda, sin entender.- Lo comprobarás tu misma.
Entramos a la casa y quedé con la boca abierta al ver la escena frente a mis ojos. David y Sam estaban sentados, casi encima de mi bebé. La que muy alegremente, se balanceaba en las piernas de mi padre, mientras los dos adultos untaban galletas en el tazón con chocolate y le daban de comer como si de un bebé de meses se tratara. Sam, levantó su vista y me sonrió, para luego volver la atención a mi pequeña que cada tanto les regalaba un beso en la mejilla de cada uno
- ¿Lo ves?.- Hector golpeó ligeramente mi hombro, indicándome con su barbilla la escena.
- Lo veo.- susurré encandilada.
Me acerqué a la mesa y saludé a cada uno. Me causó gracia que David apenas besó mi cara, se volteó para seguir con su labor con mi bebé. Recordé hacía pocos días atrás, cuando estaba tan enojado por que Fifi se quedaría. Podía apostar que si ahora le pidiera lo mismo, sería el primero en saltar como niño pequeño de alegría. Más eso ya no sería posible…y de sólo recordarlo mi piel se erizaba y mis ojos empezaban su labor de hormigueo.
- ¡Lulu!.- se escucharon gritos desde la sala.
Mi pequeña de un brinco estaba en el piso corriendo en dirección a su llamado. Y de pronto, dos torbellinos aparecieron por una puerta para chocar directamente con mi bebé. Hice el amago de socorrerla, pensando que se había dañado, pero cuando sus risas resonaron por toda la casa…suspiré aliviada.
- ¿Cómo les fue?.- preguntó Lulu animada a Seth y Leah.
- ¡Bien!.- canturrearon los dos.- ¡Tenemos que pintar!.- agregó solemne Seth. A lo que Lulu optó su mejor cara de seriedad y asintió.
- Yo te ayudo.- ofreció, como si fuera una experta. Reí ante la panorámica.
- Pelotita se ha convertido en la ayudante número uno de esos dos.- apuntó Hector.
- ¿Pelotita?.- pregunté divertida.
- ¡Si vieras como come esa niña! En una par de años no bajará caminando las escaleras. Rodará por ellas.- bromeó.
- Eso es ser una niña sana.- defendió Sam.- Así hubiera querido un hijo yo. Que no se enfurruñara cada vez que tiene un plato de verduras delante.- los tres chicos arrugaron la nariz
¿Y como no? Pensé. Si la bruja le daba de comer verduras todo el tiempo ¡Claro! Para que no engordara un céntimo, y poder luego… ¡Grr! ¡Que rabia!... Pero luego recordé las palabras de Hector y la pena volvió "en un par de años". En un par de años, ni ella sabría de mí, ni yo de ella. No pude evitar el sollozo que se escapó de mis labios
- ¿Paula? ¿Qué ocurre?.- se acercó presurosa Sam.
- N-nada.- contesté a duras penas.
- Hector. Lleva a los niños arriba.- apremió. Tomó mi mano y me guió a una silla.
- ¡Enanos!.- escuché a Hector que gritaba.- ¡Vamos arriba por las tareas y luego maratón de películas!.- todos gritaron emocionados y sentí los pasos escaleras arribas.- ¿Dónde vas?.- oí a Hector nuevamente. Y en forma rápida sequé las lágrimas que habían escapado de mis ojos. A tiempo para cuando mi pequeña llegó a mi lado.
- ¿Vamos Paula?.- preguntó tomando mi mano en la suya.
- Paula irá enseguida Pelusa.- contestó David por mí. Y no pude evitar reír con nostalgia, al parecer todos le habían puesto un apodo a mi bebé.
- Tengo el estómago vacío bebé.- me sobé la panza para darle mas realismo.- Pero subo en cuanto termine de comer el rico chocolate de Sam.
Ella sonrió en respuesta y me dio un exquisito beso antes de tomar la mano de Hector y subir las escaleras…
Ese fue mi momento para soltar todo lo que tenía dentro. Me acurruqué en el regazo de Sam y lloré como una niña pequeña. Nadie dijo nada, sólo sentía las cálidas manos de Sam acariciar una y otra vez mi cabello, reconfortándome. Y poco después, las grandes y surcadas manos de mi padre en mi espalda…
- Paula.- llamó mi padre despacio.
Me levanté del regazo de Sam sollozando amargamente. Mi padre tenía una expresión triste en el rostro, pero más aun se notaba contrariada. Sequé mi cara y me dispuse a contarles lo que me tenía en este estado
- D-debo…debo…llevarme a…Lulu.- mi voz volvió a quebrarse en el nombre de mi bebé.
- Podría quedarse un tiempo más.- propuso con un brillo especial en sus ojos.- La…- carraspeó para aclarar su garganta.- No se porta mal, y ayuda a mantenernos a todo a raya.- expuso con una sonrisa.

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