miércoles, 31 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 50

- Les quiero presentar a mi familia. Mi padre Tim, mi madre Diana y mi hermana Liz.- musitamos un simple saludo.
Sentí tirar de mis ropas y miré a  Lulu interrogante. Me hizo una seña para que me acercara, así que me acuclillé a su altura.
- ¿Pod qué ellos están aquí? Me padezco a ella.- susurró, pero por las sonrisas del resto supe que habían oído.
Miré a Pedro, no sabía muy bien que decir. Lo perceptiva de mi pequeña quedaba reflejado en el parecido que había notado entre ella y la hermana de él. La madre de Pedro miraba con adoración a mi niña, y estaba segura que lo único que deseaba era tomarla en sus brazos y estrecharla fuerte. El padre, se veía más cauteloso, pero de igual manera su mirada era cálida. Y su hermana parecía querer comenzar a dar saltitos por todos lados.
- Ellos… están aquí… Han venido… a conocerte Lulu.- balbuceó Pedro nervioso. Y mi bebé frunció su pequeño entrecejo confundida.
- ¿A mí?.- inquirió buscando mi mirada para que le explicara.
- ¿Recuerdas cuando me dijiste que querías amiguitos y amiguitas?.- ella asintió.- Bien, ellos quieren ser tus amiguitos bebé.
- ¿De verdad?.- su cara era de sorpresa.
- Por supuesto Lulu.- se adelantó Liz y tendió su mano hacia mi niña
- ¿Por qué no le enseñas a Liz tu amiguito de la guardería Lulu?.- le animó Pedro. Mi niña sonrió ampliamente y asintió, pero antes de salir su atención se centró en mí.
- Vamos Paula.- invitó con su manito hacia mí. La tomé y la besé.
- Voy en unos minutos bebé.- susurré.
La vi alejarse tomada de la mano de ella y aunque quise no pensar en ello, una puntada de celos me atravesó…ella podría seguir con Lulu, a su lado… por tiempo indefinido. En cambio el mío, tenía grabada una maldita cuenta regresiva, y hasta podía oír el tic-tac que anunciaba la premura del tiempo… Miré a Pedro y las personas que quedaban allí e intenté esbozar un amago de sonrisa, pero los genes se transmiten y Pedro percibió la falsedad de mi actuar.
- ¿Dónde queda la guardería Pedro?.- preguntó cautelosa la madre del mismo.
- En el otro nivel.- contestó desviando la mirada.
- Yo iré a hablar con la abogada.- pronunció su padre.
¿Acaso tan mal había sido mi semblante que ellos rehuían mi presencia? La madre de Pedro, como si hubiese leído mi mente, se acercó a mi y tomó una de mis manos entre las suaves y cálidas suyas.
- Espero que podamos platicar mucho más en las oportunidades venideras.- dijo con su sonrisa enmarcada.- Pero ahora la impaciencia de estar con mi nieta me llama.- miró como disculpándose.- Eres una gran chica y por eso espero conocerte más. Mucho más.
- Gracias.- musité con la voz ahogada.
Quise decir que esperaba lo mismo, pero era como soñar la existencia de los vampiros. Irreal…
- Paula.- llamó Pedro suavemente.- Necesito que conversemos.
Asentí y me preparé. Sin embargo, aunque intentaba acallar el llanto que quería salir de mi interior… mi barbilla no detenía su constante temblor. Por lo que tomé asiento apartada de él y empuñé un cojín sobre mi regazo para enterrar la mitad de mi cara allí.
- Primero que todo. Quiero preguntarte algo y necesito que me respondas con la verdad.- pidió mirándome directamente.
- Aham.- respondí con la voz ahogada por la almohada.
- Me dijiste que buscarías otro trabajo ¿Ya haz visto algo?.-
Lo miré como si no comprendiera a lo que se refería, pero en realidad necesitaba que siguiera hablando. No sentí fuerza en mi garganta para emitir sonido más que un sollozo. Pedro esperó pacientemente una respuesta, pero al ver que no llegaba, se acomodó nuevamente en su lugar y comenzó otra vez. Estaba segura, que parecía una ignorante a sus ojos o una tonta mejor dicho, pero lo prefería antes de llorar como magdalena frente a él.
- Paula. Sé que estabas trabajando con la finalidad de ahorrar dinero para tus estudios ¿Verdad?.- moví mi cabeza afirmativamente.- Es por eso que quiero saber ¿Tienes algo en mente?- aclaré mi garganta.
- Aun no...- respondí con voz ronca por el llanto contenido.
- No quiero que busques otro trabajo.- señaló como una orden.- Quiero decir…- pasó ansiosamente sus dedos por su sedoso cabello ¡O al menos eso me reflejaba!.- Yo… te voy a necesitar conmigo…- susurró lo último.
- ¿C-cómo…?.- tartamudee nerviosa.
- Lo que… Lo que intento decirte, es que quiero que sigas cuidando a Lulu.- sentí como mi corazón se paralizaba, para luego comenzar una frenética carrera.
- ¿Lo… lo dices… de verdad?.- pude pronunciar al fin.
- Si.- una amplia sonrisa se extendió por sus labios, incitando la mía.- Hay demasiadas cosas que no sé de ella… Y quiero que tú estés allí para enseñármelas, para cuando me equivoque o para alentarme cuando por fin he hecho algo bien.- me miró sonrojado.- ¡Claro!... si… si eso deseas.- sonrió tímido.
- G-gracias Pedro.- dije sinceramente y sin importarme si sonaba ansiosa por aceptar en forma inmediata.- ¡Por supuesto que quiero! Esa niña se ha convertido en mi mundo… es como… si girara en torno a ella.
- Me he dado cuenta.- afirmó.- Y no sólo tú Lulu parece igualmente girar en tu misma órbita.- susurró con una pequeña sonrisa.
Me levanté de mi asiento, y me acerqué a su lugar despacio. Tomé asiento a su lado y en impulso irrefrenable atrapé una de sus manos en las mías. Su rostro quedó observando en forma fija ese gesto, pero antes que pudiera reaccionar seguí con mi hazaña y lo abracé con todas mis fuerzas… Pedro no tardó en corresponderme y sentí sus brazos ceñirse a mi cintura, llevándome más cerca del calor que irradiaba su cuerpo… El corazón quería salirse de mi pecho, sentía como si en cualquier momento ese músculo desaforado, fuera a estar pegado al suyo…
- Pronto, serás tú ese eje en el que Lulu se desenvuelva día a día.- susurré cerca de su cuello.
- Tengo miedo.- musitó con su aliento pegando de lleno en mi oído y su agarre si afianzó aun más si eso era posible.- Tengo miedo de no ser lo que ella se merece y lo que tú esperas de mí.- mi corazón volvió a dar un vuelco ante sus palabras ¿Tanto le importaba como se mostrara frente a mí?
- Lo serás Pedro.- dije separándome de él. Mi mano cobró vida propia y fue a su mejilla, deleitándome con la exquisitez de su piel. El cerró sus ojos ante mi tacto y descansó su mejilla en mi palma.
- No sé que siento, pero… necesito que estés ahí- mi aliento quedó atascado en mi garganta mientras el continuaba con sus ojos cerrados, como hablando con su alma.- Quiero a Lulu , la quiero conmigo… pero también…-
- ¡Perdón!.- habló alguien, haciéndonos abandonar la burbuja en la cual estábamos insertos y levantarnos apresuradamente.- ¡No sabía que mantenías relaciones tan cercanas con los pacientes Pedro!.- rugió ella y quedé pasmada.

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