sábado, 20 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 19

¡Pedro!.- gritó y sentí sus paredes cerrarse en torno a mí.
- Déjalo ir… .- la insté y fui testigo de su explosión interna y externa.
Nos acomodamos en su cama, sosteniéndola por la cintura junto a mí. Se sentía bien esto, se sentía el mejor lugar donde podía estar y un pensamiento cruzó mi cabeza…yo podía cambiar de parecer, mis prácticas podía realizarlas aquí y no lejos. Seguir con mi vida y con la mujer en mis brazos a mi lado. Me cuestioné el cegarme y abocarme totalmente a mis deseos y no tomar en cuenta aquellos de las personas que me amaban. No pararme a pensar que mis acciones me alegraban solo a mí, pero ¿Y los demás?
La imagen de Lucy volvió a mi mente y me dí cuenta que sin querer estaba nuevamente poniendo a mis conquistas por sobre mis amigos y por delante de los sueños que habíamos albergado desde inicios de nuestra carrera; realizar nuestro último año alejado de todos y comenzar las bases de nuestra independencia.
Con esa madeja de pensamientos me dormí.

- Te preparé el desayuno.- expresó feliz Kate en cuanto entré a su cocina.
- ¿Cómo te sientes?.- la tomé por la cintura y besé su cuello.
- Algo incómodo, pero bien.- se volteó y besó mis labios.
- Y…- me reí antes de mi siguiente pregunta.- ¿A pesar del malestar?
- Tonto.- me pegó juguetonamente en el pecho.
- Pues yo puedo decirlo. Me siento excelente…y con ganas de mucho más.- susurré en su oído, mordiendo en el proceso su lóbulo.
Tomamos desayuno mientras seguía haciendo bromas con nuestro encuentro de la noche. Llamé a casa para decir que llegaría tarde y estaba bien y de paso le envié un mensaje a Lucy luego de ver varias llamadas de ella. Preferí eso y no terminar con la paz reinante.
- ¿Trabajas hoy?.- inquirí una vez sentados en el sofá de su sala.
- ¡Ew! Si.- hizo un puchero.- ¿Tu que harás?
- Creo que después de tanto trabajo.- moví mis cejas de arriba abajo.- Dormiré como un angelito.
- ¿Cuándo escogen lugares de práctica?.- preguntó de repente.
- No lo sé.- respondí con la verdad.- ¿Por qué?
- Por nada.- se mordió el labio y de pronto se subió a mi regazo.- O quizás porque quisiera seguir repitiendo lo de anoche y si te vas no podrá ser.
Había pensado todo esto durante la noche y la verdad la posibilidad de quedarme en la misma ciudad se estaba agrandando a pasos agigantados, pero decidí seguirle una especie de juego.
- Podríamos hacerlo cada vez que venga.- toqué la piel de su vientre.
- ¿Acaso no te gustó?.- me increpó sonriendo.- Bueno, sé que con una virgen quizás no es muy bueno. Pero la práctica hace al maestro y entre más práctica, mejor.
Un pequeño clic resonó en mí con sus palabras y la actitud sensual que estaba tomando nuevamente me alertaron. Me aventuré a pisar tierras movedizas, para saber a ciencia cierta si era paranoia mía o mis temores estaban en lo cierto.
- Kate. Mi decisión está tomada. En un mes y medio más me iré. Hemos estado mas de ocho meses sin sexo y creo que cada un mes podemos sobrevivir.
- Todas las cosas cambian amor. Lo de anoche es un hecho importante, no cualquier cosa. Al menos para mí lo es.
- Para mí también lo es.- aseguré.- Pero sigo con mis convicciones firmes.
Se levantó de un salto de mis piernas y me miró con rabia contenida. Sus ojos se cristalizaron. Respiré hondo, me sentía como la calma antes del tornado.
- ¡¿Es que acaso lo de anoche no es nada para tí? ¡Me entregué a tí Pedro! ¡Dejé todos mis valores de lado y para tí es como si el tiempo sólo anunciara lluvia!.- me acusó gritando
- Kate.- inspiré.- Primero que todo cálmate y segundo, lo de anoche fue algo que estuvimos de acuerdo ambos. No me acuses como si poco menos te hubiera obligado a acostarte conmigo.
- ¡Estoy conciente de eso!.- me apuntó.- ¡Pero creí que eso haría que cambiaras de opinión!.- se cayó abruptamente y contuvo el aire. Había hablado demás.
Un balde de agua gélido cayó sobre mis hombros. Me apreté el puente de la nariz tratando que la ira no escapara. Levanté la vista y sus ojos arrepentidos me lo dijeron todo. Me levanté y puse mis manos en mis bolsillos. Ella no decía nada y sus ojos comenzaron a desprender lágrimas que en otro momento me habrían conmovido, pero en este mismo instante me figuraban falsas y no hacían más que aumentar la decepción que apretaba mi cuerpo.
- Dime que no estoy entendiendo bien.- pedí con calma.
- Yo…yo te amo…yo me entregué a tí por amor.- alcé mi mano para detenerla.
- Tú hiciste el amor conmigo para encontrar alguna alternativa para retenerme junto a tí.- declaré.- No me hagas perder los sentimientos que tengo por tí y dime la verdad.
- S-solo…solo lo dije…en un arranque de furia.- se acercó a mí, pero retrocedí.
- Quiero que me respondas con la verdad.- refregué mi cara y la observé fijamente.- ¿Tomas pastillas o no?
Asintió y un leve sí salió de sus labios, pero el rojo furioso que abarcó su rostro y la negativa de sus ojos a mantener el contacto con los míos…me terminó de enterrar vivo y sepultar todo lo que sentía por ella. Reí histéricamente y negué de la misma forma.
- ¡No lo puedo creer!.- seguí riendo.- ¡Cómo pude ser tan imbécil!
- Pedro…- susurró ella con la intención de acercarse.
- ¡No te me acerques!.- dije totalmente bipolar de la risa a la furia.- ¿Acaso te quedaste en el pasado? ¿Un hijo me podía retener? ¡¿Fue tu cabeza la que ingenió esa **** de plan?.- ella negó aun llorando.- ¡¿Quién jodido te dio esa idea?.- grité exasperado.
- No tiene…- la mirada que le brindé la retractó de mentir u ocultar.- Irina.- dijo en un hilo de voz.
- Me sorprende que seas tan sumisa con lo que dicen..- fui sarcástico.- ¿Si te aconsejaba tirarte de un auto andando, lo harías?.- solo bajó su mirada.- ¡¿Dónde vive?.- grité y ella musitó un bajo "no lo sé."
Tomé mi chaqueta y no le di tiempo de chistar. La tomé con fuerza del brazo y la arrastré a mi auto. Manejé como poseso por las calles sin dirigirle una sola mirada a la mujer que estaba en el asiento del copiloto. Bajé del auto cuando llegué a mis destino y con un secó "espérame" me dirigí a la puerta de la casa de Lucy.
- Pedro ¿Qué pasa?.- preguntó al ver mi cara descompuesta.
- Tengo un problema.- informé.- Necesito que me indiques donde vive la tal Irina.
- ¿Irina?.- repitió.- No lo sé Pedro…- de pronto su vista se fijó en mi auto.- ¿Qué está pasando?
- Necesito encontrar a esa mujer e ir a una farmacia o algo.- mi mente estaba tan bloqueada que me sentía perdido.
Le conté resumido todo lo que había pasado, si bien no quería exponer mi drama, necesitaba poder desahogarme con alguien y estaba seguro que ella era la única que podía ayudarme. Me indicó que debía ir a un hospital si lo que quería era solucionar de raíz el asunto, pero a pesar de todo no fui capaz de hacerlo. Intentó calmarme para no cometer una locura y aunque no completo, lo logró.
Me subí nuevamente al auto y manejé de vuelta a casa de Kate. El silencio siguió reinante durante todo el trayecto, lo único que se oía el suave rugir del motor, el rechinar de las llantas en algunas ocasiones y los gimoteos ocasionados por el llanto prolongado de ella.
- Me pondré en contacto contigo en unas semanas para que te hagas un examen de sangre.- dije frío y cortante.- Es mejor que bajes. Debo irme.

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