jueves, 18 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 15

Llegué a casa dándole vueltas una y otra vez a la conversación con Lucy. Me parecía increíble creer que ella era ¿Virgen? ¿Veintiún años? Mi hermana tenía dieciocho, pero aunque me desagradara, debía admitir que sabía que su repertorio sexual había comenzado con mi amigo. Lo cual le había valido un golpe certero en su mandíbula, una noche en que el trago había aflojado de más su lengua.
- ¿A qué hora salen hoy?.- pregunté a Liz cuando estábamos comiendo.
- A las cuatro. El local los días viernes cierra antes ¿Piensas ir?.
- Quizás.- dije no muy convencido.
- Si quieres hablar con Kate, debes estar antes de las cuatro. Los sábados ella trabaja por la mañana así que se va corriendo cuando termina el turno.
Tres y media de la mañana y estaba parado fuera del bar con una noche un tanto fría. No había querido entrar, pues había llamado a Lucy para saber que se veía dentro y mi amigo Chad era cliente consumidor por hoy. Así que si quería hablar sobrio y en buen estado con Kate, no era opción entrar ahí… Media hora más tarde, la dueña de mis inquietudes, salía apresurada del local con destino a la parada de taxis. Corrí tras ella.
- Kate.- ella se volteó sorprendida.
- H-hola Pedro.- tartamudeo.
- ¿Cómo estás?.
- Bien. Algo enferma estos últimos días, pero todo bien.- no me miraba cuando me hablaba
- Vine, porque quería conversar contigo.- dije decidido.
- Pedro. No te he contestado porque he estado algo ocupada y además estuve resfriada. No asistí a mis trabajos y tampoco a la Universidad.- sabía que la mitad de las cosas eran ciertas.
- No te preocupes, está bien.- no quise ahondar mucho.- ¿Puedo ir a dejarte?.- aventuré.
- No es necesario Pedro. Gracias de todas maneras.- se apresuró a decir.
- Es idea mía o estás arrancando de mí.- largué lo que tenía sin sonar a reproche, mas bien lo hice en forma divertida.
- N-no…no…nada que ver.- arremetió nerviosa.
- Entonces deja que te lleve. Vine a verte nada más.
Accedió luego de unos diez minutos y procedí a llevarle a su casa, pero antes hice mi movimiento magistral. Estacioné a dos cuadras de donde estaba su casa, si íbamos a hablar lo haríamos sin presiones…y frente a su casa, era obvio que ella arrancaría como había intentado antes sin darme tregua a hablar.
- Creí que me llevarías a casa, en todo caso no te preocupes, desde aquí puedo caminar.- iba a bajarse, pero fui mas rápido y la tomé del brazo.
- Kate, tenemos que hablar.- la atajé.
- Pedro…- comenzó, pero me adelanté.
- Tú me gustas. Te lo he dicho y no bromeo cuando lo digo. Quiero saber si realmente tengo una oportunidad contigo.
No sabía a ciencia cierta si mis palabras estaban bien o no, si es que la estaba presionando de forma inconciente, pero tenía que tener claras mis reglas en el juego…si es que había tal. Ella se sonrojó a pesar de que estaba algo obscuro el lugar, pero los faroles provenientes de la calle me hacían ver su rostro.
- Yo te he dicho…que también, pero…
- ¿Pero?.- la insté a seguir.
- No lo sé…- susurró y bajó su mirada.
Me giré en su dirección y la hice mirarme. No podía largarle que sabía su nulo historial de romances, pero tampoco encontraba la forma para urgir a que ella por decisión propia me lo confiara. En mis relaciones formales o pasajeras las cosas no eran tan complicadas.
Tomé una determinación en ese momento y la seguí. Elevé su rostro a mi altura y me acerqué despacio a ella, sentí su aliento en mi rostro y acerqué mis labios a los suyos. Fue el mismo beso de la primera y última vez, un roce simple y delicado. Sentí su labio temblar bajo el mío y con timidez presionar sobre los míos. Sonreí en mi interior, al menos que tuviera la disposición, era una buena señal.
- Pedro…- la oí decir tan despacio que no supe si era real o no.
- Dime.- dije sin separarme de sus labios y del adelanto que había obtenido.
- Yo…yo…no sé besar.- admitió temblando y respiré tranquilo, sabiendo que esto hacía mas fácil las cosas.
Abrí mi puerta y bajé, rodee el auto y abrí su puerta, extendiéndole la mano para que descendiera.
- Ven.- la invité a bajar conmigo
- Pedro…lo que te dije…
- Hablemos acá.- insistí.
Bajó con su mano en la mía, a lo cual aproveché para apretar suavemente…en señal de estar ahí con ella y sin más. Ella me miró y sonrió débilmente.
- Bien.- dije una vez apoyados en el capó de mi auto.- Ahora podemos hablar.
- Ya te lo dije.- se movió inquieta delante de mí.
- No sabes besar.- repetí sus palabras.
- Aham.- musitó.
- ¿No haz tenido novio o pareja antes?.- traté de ser sutil.
- Lo siento Pedro, debo irme.- anunció sin levantar la vista y dándose vuelta en retirada.
- ¡Hey! Espera.- la tomé suavemente y la dejé frente a mi sin soltar sus brazos.
- Esto es vergonzoso.- gimió tapando su cara con sus manos, cuando logró que la soltara
- Esto es tema de confianza.- rememoré sus palabras de la noche pasada.- Y es tema de práctica.
- No sé…no sé ni que hacer. Me da vergüenza, me siento tonta.- gimoteaba como una niña pequeña.
Sonreí y tomé su barbilla. La observé y pude notar que no mentía. Porque debo confesar que en un principio, creí que solo era una excusa. Pero viendo sus facciones asustadas y sus ojos expectantes…
- No eres tonta.- deposité un beso corto en sus labios.- Y en todo caso de ser así, quiero que seas mi tonta….- murmuré despacio sobre sus labios.
- Yo quiero serlo.- admitió quedito.
- Era todo lo que necesitaba saber.- terminé con nuestra plática para pasar a lo que me tenía el corazón a mil.
Presioné con más fuerza mis labios sobre los de ella. Y comencé a moverlos despacio, a la par que sentía como ella imitaba mis actos con un poco de indecisión. Finalmente entreabrí mis labios abarcando su labio inferior y fui subiendo la intensidad del beso.
Bajé mi mano a su cintura, ubicando la otra tras su cuello para acercarla más a mí. Y de ese modo terminar con los titubeos.
Luego de unos segundos, mi ansiedad me pasó la cuenta y rocé su labio inferior con mi lengua, en respuesta recibí un inquietante gemido, pero la invitación a saborear del manjar profesado por su boca. Mi lengua se acopló en su boca y buscó la suya comenzando una ronda excitante. Para cuando sabía que debía apartarme para dejarla y dejarme respirar, nuestro beso había adquirido sensuales roces que habían aumentado su ritmo hasta hacerlo frenético.
- Ahora la práctica no es problema.- sonreí repartiendo varios besos en sus labios.
- Me gustó mucho.- reconoció, hinchando mi pecho.
- Ahora eres mi tontina.- bromee, ganándome un beso.
- Lo soy.- me confirmó.

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