martes, 30 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 48

"Quiero que nuestro distanciamiento se paulatino"…
Sólo esa frase me había coartado cualquier intento por retenerla de la forma que fuera al lado de la niña y el mío… Ella era libre de tomar sus decisiones, y aunque quisiera, lamentablemente no contaba con un sueldo para ofrecerle siquiera cuidar a Lulu, pagando por sus servicios. Una forma menos rebuscada para no dejar que se marchara así como así… Mientras mis padres y mi hermana me hablaban animadamente de las cosas ocurridas durante mi ausencia, yo tenía mi cabeza puesta en ella… Buscaba y rebuscaba la forma de impedir que se escabullera como aquella vez en el aeropuerto, cuando creí no verla más… No era amor, eso era obvio… y si era totalmente sincero, mitad era por Lulu…y mitad era por mí…
- Es un lindo departamento.- expuso mi madre al entrar al lugar que compartíamos con Michael y Lucy.- Se nota la mano de una mujer en ella.- gran razón.
- Bien Pedro. Hemos viajado por solicitud tuya ¿Qué es eso tan importante que quieres compartir con nosotros?.- mi padre siempre directo.
- ¿Versión corta o larga?.- inquirí tratando de alivianar mis nervios.
- ¡Uh-hu! Algo me dice que la metida de pata que tuviste esta vez, no es simple.- canturreó mi hermana.
- Liz, deja que tu hermano hable.- pidió mi madre.- Además estoy segura que lo que sea, no es grave. Pedro siempre ha sido un correcto chico ¿Cierto amor?.- palmeó mi mejilla cariñosamente… me quedé mudo, lo que alertó a mi padre.
- ¿Vas a dejar la carrera?.- me sorprendí de sus conjeturas.
- ¡No! Saben de sobra que esto he querido ser siempre.- contesté con seguridad.
- ¡Uf! Ok ¿Entonces?.- apremió nuevamente Tim. Miré a todos y tras dar un largo suspiro cargado de ansiedad, hablé.
- Son abuelos y eres tía.- indiqué a mi hermana.- Tengo una hija de cuatro años, llamada Lourdes. Me he enterado hace un día solamente y no hay necesidad de dudar, porque las pruebas de paternidad fueron concluyentes.- expulsé todo de una vez. Me miraban como si me hubiera salido un cuerno en medio de la frente.
- ¡¿Qué?.- escuché un coro de gritos.
- Lo… que dije…- carraspee para aclarar mi garganta, que de un momento a otro estaba seca.
- Calma.- se levantó mi padre y comenzó a pasearse.- ¿Me haz dicho que tienes una hija de cuatro años y hace un día te enteras?.- repitió las mismas palabras dichas por mí, quise rodar los ojos, pero por la cara que mostraba… no era buena idea.
- Exactamente como lo haz planteado.- tajé sin más.
- ¿Y la madre? ¿Dónde está? ¿Quién es?.- volví a tragar saliva antes las preguntas de mi hermana.
- La madre se llama Victoria… Ella… ehm…está en… ¿La cárcel?.
- ¡¿Qué?.- volvieron a gritar.
- ¡Pedro Alfonso! ¡Comienza a explicar paso a paso toda esta situación! Antes que me olvidé que eres mayor de edad, te tome y siente en mis piernas y te dé nalgadas hasta que me fastidie.- amenazó mi siempre tranquila madre…¡antes!
- Te aconsejo que tomes en serio las palabras de mamá.- susurró Liz a mi lado.- Creo que empezaste a relatar con el pié izquierdo ¡Arréglalo!.- asentí.
Y así di paso a contar todo lo que mi reciente abrupta declaración llevaba consigo. Y cuando digo todo, es ¡Todo! Cada vez que pretendía dejar una parte de la narración fuera, era como si mi madre pudiera leerme la mente… Bastaba sólo una mirada de advertencia, para que retomara mi exposición sin saltarme detalle… Mi cara ardía de la vergüenza en algunos puntos, en los cuales mis padres parecían querer arremeter contra mi persona y Liz abría la boca como un pez… Para el final de la historia, tenía el cuerpo acalambrado y la cara agujereada por las miradas recibidas…
- ¡Wow! ¿En serio tu eres mi hermano?.- Liz fue la primera en hablar.
- Pedro.- llamó mi padre con ese tono que pocas veces oía.- ¿Qué piensas hacer?
- ¡Tim!.- gritó mi madre.- ¡Te haz dado cuenta de todo lo que ha dicho Pedro y tú lo único que le preguntas es qué piensa hacer!.- estaba realmente molesta.
- ¿Y qué quieres mujer?.- increpó él.- Las cosas ya están hechas, no es como si se pudiera volver el tiempo atrás. Lo importante ahora, es ver las acciones a seguir.- cortó.- Pedro. Repito mi pregunta ¿Qué es lo que vas hacer?.
- Afrontar mis responsabilidades.- puntualicé firme.
- Es lo menos que puedes hacer. Esa pequeña no tiene culpa de las irresponsabilidades de los adultos que la trajeron al mundo.
- Mama ¡Por favor!.- acoté un tanto molesto.- Hablas de mí como si fuera lo peor del mundo.- elevé mis brazos.- Y si entramos en comparaciones, creo que la madre me gana por lejos.
- Siento mucho tener que contradecirte Pedro.- discutió mi padre.- Pero creo que cargas con una cuota de responsabilidad bastante amplia en este sentido. Desde temprana edad creo que tenías conciencia que teniendo relaciones con una mujer son protección puede tener consecuencias.- reprendió sutilmente.- El hecho que hayas jugado al hombre mayor por una noche, teniendo en cuenta lo anterior, te hace partícipe de una situación con iguales culpas.
Me quedé en silencio luego de las palabras de mi padre. Aunque intentaba convencerme en mi fuero interno que la razón estaba de mi lado, no podía negar que el discurso impuesto, me llegaba de forma innegable. Yo también tenía culpa en esto…
- Sin embargo estoy dispuesto a tomar parte total de mi responsabilidad en esto. He compartido con Lourdes y aparte de ser una niña que cala hondo. Es también una personita que necesita de afecto y una verdadera familia. Y estoy dispuesto a dársela, aunque sea sólo con un compartimiento…- hablé concluyente.
- ¿Y tus estudios? ¿Qué pasará con todo esto? Hijo, nosotros no podemos por más que quisiéramos estar a tu lado, dejar todo allá.
- Tengo intenciones de hacer las cosas bien, pero también sé que por más que así sea, no resuelvo todo… Pero…buscaré un trabajo media jornada, cuando no tenga turnos… Pondré a Lulu en un jardín pre-escolar… Con el dinero que gane, más lo que recibo por la residencia y con lo que…ustedes me envían…- dije no muy seguro de seguir percibiendo eso.- Saldré adelante…
Miré a los tres con seriedad. Quería infundir todo el valor que pudiera en mis palabras, aunque por dentro estuviera aterrado hasta las masas. Porque hablar, era muy distinto al actuar… Mi madre fue la primera que advertí con una nueva perspectiva, y no me equivoqué… Se levantó de su asiento y apresuró su paso hasta estar frente a mi y estrecharme en sus brazos… Una sensación placentera recorrió mi cuerpo, era lo que había necesitado desde el primer día y hasta hace un minuto atrás, creía haber perdido ese derecho.
- Vamos a apoyarte en todo hijo.- señaló con cierta emoción.
- Gracias mamá.- la volví a abrazar, queriendo absorber toda su calidez.
- También cuentas conmigo Pepe- apretó mi mejilla mi hermana, y aunque siempre había odiado eso. Hoy la hubiese dejado hacerlo mil veces.

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