domingo, 28 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 43

Fui a casa para dejar a Hector en mi departamento y poder recoger algunas prendas de ropa, además de mis artículos personales. No sabía cuanto tiempo íbamos a estar como huéspedes del Hospital. Vanessa había dicho que serían los días en que estuvieran listos los exámenes de ADN, pero del mismo modo podían extenderse hasta que comenzaran los trámites de reconocimiento de Lourdes por su padre biológico. Luego que las pruebas ya fuesen realizadas.
Tuve que explicarle a mi pequeña que nos quedaríamos a dormir en el hospital, porque me sentía un poquito mal, sin embargo con lo astuta que era, su pregunta fue ¿Pod qué entonces me sacan sangde a mi y no a tí? Le expliqué, que solo era porque tendría que quedarse conmigo, y en caso que ella enfermara. Mi diminuta enfermera comprendió y se puso alerta de inmediato. Comenzó con las labores de doctora que Sam le había enseñado… Estaba nerviosa por estar aquí. El padre de Vanessa nos había facilitado una habitación privada. Ángela y Ben, se habían ofrecido para reemplazarme, si es que me agotaba estando acá. Pero no tuvieron que esperar mi respuesta verbal. Mi rostro ya lo había hecho.
No me separaría ni un solo segundo de mi bebé, si es que era posible. Me deslicé de costado en la cama, era pequeña, pero estábamos tan acostumbradas a dormir pegaditas, que era lo de menos. Mi bebé estaba fascinada observando su dibujos animados favoritos, acostada y ajena a todo el revuelo que se formaba a su alrededor.
- Tengo sueño Paula.- bostezo haciendo una pequeñita "O" con su hermosa boquita.
- Entonces duerme bebé.- la arropé, pero ella tiró las ropas hacia atrás y se sentó a observarme.- ¿Qué pasa Lulu?.
- ¿Cómo te sientes?.- puso sus manitos en mi frente, como días atrás en Forks.
- Un poquito mejor.- admití, aunque más bien lo decía en relación a mi mejoría por la tranquilidad de estar cumpliendo mi meta con ella.
Lulu se paró de la cama y corrió por la habitación con sus piececitos descalzos. Al menos no debía preocuparme por eso. La habitación, a diferencia de mi departamento, estaba alfombrada totalmente. Se paró en seco al centro de la pieza, y con su dedito en la barbilla comenzó a buscar minuciosamente por todo el lugar.
- ¿Qué buscas Lulu?.- dije parándome de la cama para ir donde ella.
- Es que no alcanzo.- gimoteó golpeando con su piececito en el piso de frustración.
- ¿Qué es lo que alcanzas?.-
La puerta se abrió y quedé con el corazón en la boca. El Doctor Alfonso, Pedro, hizo su ingreso con su radiante bata blanca. Nos miró con una ceja alzada, intrigado seguramente por encontrarnos a las dos de pié y como gatitos perdidos. Vi a mi niña mirarme con esos ojitos traviesos y atravesar la habitación con pasito rápido hasta situarse frente a Pedro.
- ¿Qué pasa pequeña?.- preguntó él y se acuclilló a la altura de ella.
- Necesito alcanzad la ventana.- indicó hacia ella. Los dos la miramos sin entender nada.
- ¿Por qué quieres llegar a la ventana bebé?.- curiosee.
- Pod favod.- le puso su mejor carita de perrito mojado a Pedro y estiró sus bracitos a él.
- Sus deseos son órdenes para mí.- señaló él y la cargó hacia donde ella pedía
Verlos así, me convenció lo que faltaba. Que Lulu sería la niña feliz que buscaba que fuera. Sabía que era sólo una corazonada, pero tenía la fuerza para decirme que ellos eran más que un Doctor y una niña cualquiera. Los miré detenidamente y sin que fueran alucinaciones mías, estaba convencida que había similitudes en ellos… Pero quizás era sólo lo que yo quería ver.
De pronto volví a enfocar bien mi vista en ellos. Y pude percatarme con la profundidad que el miraba a mi pequeña bribona. Un sentimiento fuerte se apoderó de mi estómago al observarlo detallar cada parte de la carita de Lulu.
- Acuéstate Paula.- me pidió mi niña, que de un momento a otro estaba delante de mí en los brazos de Pedro aún.
- ¿Así está bien?.- cuestioné cuando hice lo que me indicaba ella.
- Sip.- se bajó apresuradamente y sin mediar aviso, puso sus manitos en mi rostro. Dejé salir mi risa sin esperar.- ¿Ves? Está mejod.- le informó Lulu a Pedro.- Mamá Sam me dijo que tenía que haced eso.
- ¿De verdad te sientes mal Paula?.- preguntó preocupado Pedro. Y mi rojo enfurecido apareció
- Ahora estoy bien. Gracias.- le guiñé un ojo para que entendiera que era por Lulu. Pero cuando me dí cuenta de mi gesto tan concienzudo, me sentí arder.- Vamos a dormir bebé.
- Buenas noches Doctod.- estiró su boquita hasta que alcanzó la mejilla de Pedro, cuando éste se agachó a su altura.
- Que duermas bien.- se despidió acariciando los cabellos de Lulu.
- Buenas noches Paula. Te quiedo mucho.- un sonoro beso fue mi recompensa.
- Buenas noches cielo. Te adoro.
Mi pequeña se acomodó acurrucada como un bebé a mi costado y poco a poco comenzó a entregarse a los brazos de Morfeo y acompasar su respirar. Miré de soslayo a Pedro, que estaba sentado frente a la cama y pendiente de todos los movimientos de Lulu, que ya cesaban totalmente. Luego de un momento, se levantó sin emitir ruido y se posó frente a la ventana. Estuvo un buen tiempo allí, observando sin observar. Pues, su vista se veía perdida en la oscuridad de la noche.
- Lourdes está muy acostumbrada a tí.- comentó de pronto, fijando nuevamente su cuerpo hacia nosotras.
- Yo también con ella.- admití sonriendo a mi dormida pequeñita.
- ¿Qué va a pasar cuando todo esto se resuelva?.- inquirió sentándose al borde de la cama nuevamente.
- Ella encontrará una familia que se preocupe realmente por ella. Y será una niña feliz
- ¿Y tú?.- lo miré sorprendida por su pregunta. Aquí lo que más importaba era Lulu,lo demás era detalle. Sin embargo, su preocupación me alegró sin quererlo.
- Mi único deseo desde que la conocí…- sonreí.- Era que ella conociera lo que era una familia. Que ella tuviera la oportunidad de ser querida como se lo merece…
- Puedes estar tranquila.- murmuró mirándome fijamente.- Sea Michael, Chad o yo… ella tendrá lo que debió tener siempre. Y no me refiero simplemente a lo material.
- ¿Ya se lo confiaste a tu familia?.- sonrió algo incómodo y despeinó aun más su cabello.
- Aun no.- hizo una graciosa mueca como disculpándose.- Quiero hacerlo cuando los resultados estén listos. Lo hemos hablado los tres, y vamos a esperar a tener las pruebas concluyentes.- asentí con comprensión.
- Estoy de acuerdo contigo.- admití.
- ¿Por qué Lourdes dijo que estabas enferma? ¿Y quien es Mamá Sam?.
- Pasa que hace unos días atrás estuve con una fuerte gripe y ella intentaba bajar mi temperatura de esa forma. Lo hizo viendo como Mama Sam, que es la esposa de mi padre, ponía paños helados en mi frente.- expliqué sonriendo a la par de él.- Mi padre, y su familia viven en Forks. De por sí, los vidrios viven congelados.
- Y el chico que ha estado aquí… ¿Es… tu novio?.- carraspeó luego de realizar la pregunta.
- ¿Hector?.- asintió desviando la mirada.- El es mi medio hermano.
Estuvimos platicando unos minutos más, hasta que el primer bostezo emitido por mí, para mi vergüenza, nos indicó que era hora de dormir. Me pidió que cualquier necesidad que tuviéramos, no dudara en llamarlo. Y como si fuese un deseo hecho realidad, tuve su número de móvil en el mío… Mis últimos pensamientos estuvieron dirigidos a ese día en el aeropuerto. Definitivamente la vida da muchas vueltas y como siempre decía Sam, el destino te depara variadas sorpresas… Nunca me imaginé volver a verlo, y menos pensar que nuestros caminos estarían tan unidos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario