sábado, 13 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 4

Suaves susurros llegaron a mis oídos desde algún lugar cercano. Intenté no hacer ningún movimiento y aun con los ojos cerrados, hice trabajar mi mente para localizarme en el lugar que estaba; entonces recordé el trabajo, la mujer loca, la casa desierta y ella, la pequeña preciosidad que me siguió paso a paso todo el día. Ahí comprendí que esos susurros eran provocados por ella. Pero ¿Con quién estaba hablando? Decidí agudizar mi oído y ponerme alerta, ante cualquier eventualidad
- Si Lucy, ella es muy bonita.- silencio.- Yo también espedo lo mismo, que no se vaya nunca- otro silencio más.- A mi tampoco me gusta estad sola.
Decidí abrir un solo ojo para ver con quien hablaba por teléfono por lo que intuí, pero sólo me encontré con dos ojitos azules muy cerca de mi rostro y una muñeca casi idéntica a ella en su mano derecha, con su cara igualmente hacia mí. Una sonrisa radiante surcó la cara de Lourdes al darse cuenta que estaba despierta
- Buenos días.- aclaré mi garganta al sentirla ronca.
- Hola Paula ¿Cómo domiste?.- sonreí por su preocupación.
- Muy bien corazón ¿Y tú?
Los pequeños luceros de Lourdes, se abrieron de par en par con su vista fija en mí. No entendí que pasaba, así que alarmada me puse de pié y la tomé suavemente por los hombros para preguntar que ocurría
- ¿Lourdes? ¿Estás bien? ¿Te ocurre algo?- pregunté frenéticamente, mientras la mecía suavemente
- ¿La oíste Lucy?- ignoró mis preguntas y le habló a su muñeca. - Me llamó codazón. - y una hermosa sonrisa se extendió por su carita.
- ¿Lourdes?.- susurré sintiendo una opresión en mi pecho al oír sus palabras
- Estoy feliz.- fue su respuesta.- ¿Y tú?.- quedó expectante a mi contestación
- Yo también estoy feliz corazón…
Un enorme abrazo fue mi recompensa y así, con sus delgados y pequeños bracitos alrededor de mi cuello comenzamos nuestro día, totalmente planificado para no borrar nunca esa sonrisa en su carita.
Una vez listas y preparadas, pedimos un taxi y nos dirigimos a mi humilde departamento. No sabía si era buena idea llevarla allí, era un lugar completamente opuesto a lo que ella estaba acostumbrada, pero no era opción dejarla sola y yo necesitaba una muda de ropa con urgencia.
Mientras pasábamos las calles e íbamos cómodamente sentadas en los asientos traseros, Lourdes observaba anonadada todo cuanto pasaba por su vista. No pude evitar preguntarme ¿Cuántas veces habrá salido de esa jaula de cristal, es decir, su casa?.
Media hora más tarde Lourdes, Lucy su muñeca y yo, estábamos paradas frente a lo que era mi edificio. Tomé su mano y nos encaminamos escaleras arriba. Cada cuanto nos encontramos con algunos de mis vecinos que nos saludaban animadamente y alababan la hermosura de la pequeña vestida de total rosado que iba tomada de mi mano. Llegamos a mi puerta, la abrí e hice señas para que entrara.
- ¿Tu vives aquí Paula?.- miraba curiosa todo a su alrededor, que no era mucho
- Si, vivo aquí hace varios años.
- ¿Y tus papás?.- se sentó en el sofá y acomodó a Lucy a su lado.
- Ellos viven en otro lado. Yo vivo sola aquí.
Se quedó mirándome un tiempo. Su boca hizo cómicos gestos y luego sonrió en grande.
- Somos iguales.- declaró alegremente, sin darme a entender a que se refería.
- ¿Por qué somos iguales?.- me acerqué hasta estar de cuclillas frente a ella.
- Mi mamá y mis papás tampoco están conmigo todo el tiempo. Y tus papás tampoco contigo. Somos iguales.- la diferencia era que ella jamás debería estar sola. Ella era un bebé.
Acaricié su cabello y le sonreí, claro que mi sonrisa era una enmarcada por tristeza y lástima. Ella tenía razón y éramos similares, pero no debía ser así…no era normal y menos aceptable. Le encendía la TV y le dispuse todo cuanto podía necesitar mientras me daba una rápida ducha y me cambiaba de ropa.
Mientras terminaba de arreglarme, cada tanto me asomaba por la puerta para verla que hacía o si necesitaba algo, pero siempre la encontraba en la misma posición. Terminé de alistarme, guardé el cheque en mi escondite, empaqué un par de mudas por si era necesario y me aparecí frente a ella.
- Estoy lista ¿Nos vamos a comer un rico desayuno en algún lugar de esta enorme ciudad?.- canturree alegre. Lourdes me miró y dudó en contestar.- ¿Qué ocurre pequeña?.- cuestioné al verle indecisa.
- Paula…- susurró quedito.
- ¿Pasa algo Lourdes?.- sabía que algo quería decirme, pero no lograba dar con lo que podía ser y como siempre me sorprendí.
- Podemos quedadnos aquí.- se mordió el labio y reí, ya que era una muletilla muy marcada mía cuando estaba nerviosa, sin embargo, estaba sorprendida por su planteamiento
- ¿Aquí?.- pregunté incrédula.
- Sip, aquí. Me gusta tu casa Paula.
Si antes estaba anonadada, ahora ya no tenía palabras. Había estado dubitativa de traerla a mi casa, si bien estaba todo en orden y limpia, distaba mucho de tener todas y cada una de las comodidades que se encontraban en su hogar. Además de ser un espacio reducido y sin mayores atracciones. Una amplia sonrisa se expandió por mi rostro y al parecer fue suficiente para que ella entendiera que mi respuesta era positiva.
- Oki doki, nos quedaremos aquí. Pero antes debemos ir a comprar las cosas necesarias para…- no me dejó terminar.
- ¡Yupiiii!.- saltó feliz del sofá y corrió a la puerta.
- Pero antes.- la tomé y la guié a la mesa.- Vamos a tomar un rico cereal con leche.
- Oki doki.- imitó mis palabras y se sentó educadamente en su sitio.
En menos de cinco minutos había comido todo lo que había puesto en la mesa: un jugo de naranja, cereal con leche y dos tostadas con mermelada. Estaba segura que su madre me hubiera crucificado por darle tanto de comer, pero no dejaría que una niña se convirtiera en una anoréxica.
Luego de dejar todo limpio y que Lourdes recorriera todo el espacio que abarcaba mi departamento, nos dirigimos al negocio que se ubicaba en la esquina de mi edificio, el cual era propiedad de mi amiga y vecina de piso, Ángela.
- ¡Paula!.- exclamó cuando me vió.- Mujer por Dios ¿Dónde te habías metido? Ayer fui y toqué tu puerta… ¡Oh!.- exclamó al ver a mi pequeña acompañante.- ¿Y quien es esta señorita rosa?
- Ella es Lourdes. Lourdes ella es mi amiga Ángela.- las presenté
- Hola, soy Lourdes.- repitió ella en forma educada.- Pero me llaman Lulu.- ambas reímos por su formalidad.
- ¿Y de donde la haz sacado Paula? ¿Acaso la robaste? ¿A falta de pareja, preferiste ser madre soltera?

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