jueves, 25 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 36

- La abogada dice…que debo entregarla a las autoridades.- expliqué.- Que al no haber familiares que reclamen su custodia…ella deberá estar en un hogar
- Paula. Esto era una posibilidad.- trascendió Sam delicadamente.
- ¿No se puede hacer nada?.- cuestionó David, ante mi sorpresa.
- Creo que no.- me sorbí la nariz.
- Bueno…Puedes ir a verla de vez en cuando. Nosotros mismo podríamos ir a visitarla.- intentó animar Sam.
- Me…han dicho que no.-
Nos quedamos los tres en un silencio absoluto. David se acercó a la ventana y se quedó allí, observando con la mirada totalmente perdida en el paisaje que se mostraba fuera. Un paisaje que al parecer reflejaba nuestros estados de ánimo.
- ¿Cuán…cuándo se irán?.- preguntó de pronto
- Mañana por la mañana.-
- Bien.- declaró de pronto, volteándose nuevamente.- Entonces prepararemos algo
- ¡Haré un rico pastel!.- lo secundó Sam tratando de sonar alegre. Comenzando su carrera en la cocina
Quise decirles que no era necesario, pero al mismo tiempo pensé en que mi bebé merecía irse feliz. Y aunque sintiera que estaba traicionando la promesa que le había hecho, al menos esperaba que cuando me recordara con rabia por haberla dejado…por lo menos una pequeña sonrisa surcara su hermosa carita…aunque no pudiera verla directamente.

La tarde transcurrió en un agradable y jovial ambiente en lo que cabía. Leah, Seth y mi pequeña. Ajenos a todo lo que pasaba y a la verdadera razón de la mini-celebración de las cual estaban siendo participes, irradiaban felicidad. Hector, mi padre y Sam, por otro lado, estaban aparentando estar igual de dichosos que todos los demás. Pero la realidad, distaba mucho de ser una celebración. Era el disfraz, de la verdadera razón por la que comíamos pastel. Era la despedida de mi bebé…
La noche calló y cada uno fue a sus habitaciones. Mi pequeña y yo nos acurrucamos bajo las mantas. Era una noche helada, así que mi bebé estaba pegada como una segunda piel a mí. Me preguntó por su tía Angie y tío Ben. Comentaba todo lo que había hecho estos tres días. Al parecer, mi padre había dejado su trabajo de lado, porque cada cosa que mi bebé contaba. David era el primero en salir en la lista.
- Me gusta estad aquí, **** también me gusta tu casita Maite.- comentó de la nada. Un golpe parecía haber sido recibido en mi estómago
- Lulu.- acaricié su mejilla.- Quizás…no podamos ir a casa.- comencé. Teniendo que controlar mi respiración.
- ¿No?.- preguntó levantando su carita para verme. Negué sin hablar.- Bueno…- se quedó pensativa.- Entonces no impodta.- encogió sus pequ.eños hombros.
- ¿Por qué no importa?.- cuestioné con sorpresa
- Donde estemos, no impodta. Lo que si, es que estemos juntitas.- y se abrazó más a mí.
No dije más. No porque no tuviera nada que decir, sino que el llanto que había tratado de obstaculizar, arribó de la misma forma en que la tormenta se dejó caer fuera… Las cálidas lágrimas recorrían de mis ojos a la punta de mi nariz, saltando al resplandeciente cabello de mi bebé.

Intente dormir, pero era imposible. Arropé a Lulu y me levanté. Bajé las escaleras intentando no hacer ruido, no quería tener a todo el mundo compartiendo mi insomnio y, por otro lado, necesitaba estar sola para desahogarme con tranquilidad. La tormenta seguía azotando fuertemente y me vi acompañándola muy luego.
Me senté frente a la ventana, poniendo mis codos sobre mis rodillas y tapando mis ojos, me derrumbe. El rugido de los truenos, era mi aliado cuando los sollozos más fuertes, se escapaban de mi boca… Mil ideas habían pasado por mi cabeza estos días, pero al final terminaba por entender, que ninguna era viable.
Nunca me había imaginado como madre. Lo veía lejano un tiempo atrás. En cambio ahora me sentía segura y confiada en hacerlo bien, si me dieran la oportunidad. Visualicé a mi Fifi en mi mente ¡La sentía parte mía!... Y ahora…me tendría que alejar de ella. Tendría que dejarla, así mismo como su madre la había dejado todos estos años ¡No quería hacerlo! ¡No podía hacerlo! Esa bebé se había convertido en la luz de mi vida. Y sin esa luz…yo vagaría por la oscuridad toda mi vida. Ahora lo comprendía…yo no podía estar sin ella. En tan poco tiempo, mi pequeña se había tatuado a fuego en mi piel, en mi alma y mi corazón ¡La amaba!
- ¿Estás bien?.- di un respingo al oír a mi padre a mis espaldas y en la obscuridad
- No podía dormir.- susurré.- Y no quise incomodar a Fifi y a nadie. Lamento si te desperté
- Estaba despierto.- admitió, sentándose a mi lado.- Creo que la mayoría lo estamos
- ¿Por qué dices eso?.- me volví hacia él
- Hector fue a la habitación a decir que saldría. Sam esta rezando desde que se acostó. Y yo estaba como león dando vueltas en la cama, sin poder pegar un ojo.- sonreímos con tristeza
Nos quedamos unos minutos en silencio. El único ruido que se oía, era el proveniente del repiqueteo de la lluvia.
- ¿Te sientes preparada para dejarla?.- no había necesidad de preguntar sobre quién hablaba
- No.- dije en un hilo de voz
- Es una pequeña adorable.- sonrió con nostalgia.- Yo tampoco…estoy preparado.- lo miré detenidamente.- Cuando tu eras pequeña…yo vivía abocado al trabajo y era poco el tiempo que tenía para estar contigo…
Recordaba a la perfección su comentario. Casi nunca lo veía de pequeña. Cuando llegaba a casa, yo siempre estaba dormida. A pesar que cada noche intentaba con todas mis fuerzas esperarlo despierta. Y por las mañanas, siempre se iba antes que despertara. Sólo los fines de semana, eran un poco diferentes. Y todo esto, se acrecentó cuando mis padres se separaron. Mi padre volcó su pena y frustración, cien por ciento a su trabajo. Fue ahí, donde me convertí una adulta en miniatura…
- Sé que cometí errores hija.- tomó mi hombro en su mano.- Sé que…cuando Seth llegó, tú sentiste que hubo un cambio en mí.- mis ojos volvieron a aguarse.- Pero…no es porque el amor por ti sea menos.- explicó con su voz quebrada.- Tú eres mi orgullo. Eres mi tesoro más grande Maite. Pero cometí errores contigo…errores que no quise volver a realizar
- Nunca me he sentido celosa de Seth.- dije con convicción.- Lo amo con todo mi corazón
- Porque eres una persona maravillosa hija.- me sonrió.- Lo que estás haciendo por esa niña.- indicó hacia el segundo piso.- Es una prueba fehaciente de la hermosa mujer que eres
- Adoro a esa niña…papá.- me tiré a sus brazos como una bebé. Mi padre me recibió y comenzó a susurrar palabras de aliento
- Ella me recuerda a ti.- bisbiseo. Acariciando mi espalda.- Quizás…por eso me he encariñado con ella en estos cortos días…He aprovechado a esa pequeña, lo que debería haber hecho con mi propia sangre… Tu madre y yo…no somos mejores padres que esa mujer…
- No…papá…- dije entre sollozos.- Tú…eres mi héroe…
No sé cuanto rato pasó. Pero poco a poco mis ojos se fueron cerrando, mientras oía como mi padre me pedía perdón por no haber estado para mí cuando lo necesitaba.

Desperté con la boca seca, un enorme dolor de cabeza y con el cuerpo adolorido. Sentía calor sofocante por todo el cuerpo, pero parecía ser con mayor intensidad en mi cabeza. Unos pequeños toques fríos de manitas pequeñas me despertaron bien. Abrí mis ojos y enfoqué mi vista en el cuerpito de mi bebé. Fruncí el seño al verla de pié con su manitas sobre los vidrios de la ventana… Se volteó y corrió hasta donde estaba yo y puso nuevamente sus manitas en mi frente…
- Paula.- me regaló en besito en mi nariz.
- Hola bebé.- mi garganta ardió por el dolor que me provocó hablar.
- No tienes que hablad.- negó con su dedito.- Estas enfedma.
- ¿Enferma?.- intenté incorporarme, pero sentí como si todos mis huesos se rompieran
- ¿Despertó la Paula Durmiente?.- Sam ingresó con sus manos llenas de cosas.- ¿Cómo te sientes Paula?.- preguntó, poniendo su mano en mi frente
- C-como…si un camión me hubiera pasado por encima.- dije con mi voz estrangulada.
- Haz estado ardiendo en fiebre desde las siete de la mañana hija. Es normal que te sientas así.- repetí las palabras de Sam en mi cabeza…
- ¿Desde que hora? ¿Y que hora es?.- luego de eso me vino un ataque de tos infernal
- Respira. Tienes que estar tranquila. Son las dos de la tarde.- abrí mis ojos desmesuradamente
- Pero…- iba a decir que tenía que llevar a Lulu con Vanessa. Lo que me arrepentí al verla nuevamente con sus manitas en el vidrio.
- No podrás viajar hasta que te mejores.- me cortó Sam. Asentí. La verdad es que no me sentía ni como para bajar las escaleras.

3 comentarios:

  1. No paro de llorar con estos 2 caps Naty!!! Espero que no sean muchos los caps que sufra de esta forma.

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  2. Cuanta tristeza! Pobre pau! una le tiene que salir bien, no las pueden separar así!

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