lunes, 22 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: capítulo 25

Eran las tres de la mañana y con Ben seguíamos sentados en las afueras de la Estación de Policía donde tenían a Victoria y James. No nos habían dejado esperar dentro por nuestras vestimentas, ya que al momento de aparecernos…los silbidos y burlas de algunos detenidos, habían causado un alboroto tremendo. Así que aquí nos encontrábamos esperando al abogado amigo de Ben, que nos ayudaría a obtener más información de la situación en que se encontraban y eventualmente cómo quedaría mi pequeña.
Aún me golpeaba internamente por haber perdido de vista a los chicos en el aeropuerto. Con Ben nos habíamos acercado a la bruja y el tipo, y en tanto, volteaba a ver a esas personas para ubicarlos nuevamente…pero cuando habíamos vuelto, ellos ya no estaban en el lugar y había perdido una fuente importante de información, estaba segura de eso…algo me lo decía.
- ¿Aún no recuerdas los nombres?.- preguntó Ben.
- ¡No! ¡Maldita sea!.- me puse como por décima vez en pié a dar vueltas en círculos.- Sólo recuerdo sus nombres de pila; Pedro y Michael. Pero el apellido del segundo, es como si se me hubiera borrado.
- Tienes que calmarte. Quizás cuando ya no estés bajo tanta presión podrás recordar.
- Eso espero.
Volví a cerrar mis ojos para concentrarme y poder dar con el apellido del tal Michael, pero lo único que se internaba a fuego en mi mente, eran esos ojos verdes hipnotizantes, esa sonrisa arrebatadora y ese pelo desaliñado y sexy al mismo tiempo. Me reprendí por estar pensando en esas *****, cuando lo primordial en este momento era mi bebé, mi niña que había llamado asustada desde el móvil de mi amiga para preguntar el por qué no volvía por ella para irnos a mi casita…mi preciosa bebé.
- ¡Allí viene!.- señaló mi amigo al abogado el otro lado de la calzada.
- Hola Ben.- saludó cuando llegó.
- Hola amigo. Disculpa haberte hecho venir a estas horas.
- No te preocupes, para eso estamos los amigos.- su vista se fijó en mí.- Brian Luther.
- Paula Chaves.- correspondí su saludo de mano.
- Bien, de acuerdo a todo lo que me haz platicado.- comenzó el abogado.- He hecho algunas llamadas y he podido dar con la fiscal a cargo del caso, la cual me dio autorización para hablar con los detenidos. Así que entraré a ver que puedo averiguar.- asentimos en su dirección
El abogado estuvo cerca de una hora conversando con los detenidos. Al salir comenzó a informar los aspectos legales de todo, pero yo necesitaba que llegara a la parte más importante. Creo que leyó mi impaciencia en mis movimientos, así que obvió el resto del discurso judicial en torno a las penas que podían arriesgar los imputados…dando paso a lo relevante para mí
- La…mujer…- se notaba su incomodidad al referirse a ella. Algo me decía que tenía una idea de lo que diría ahora.- Bueno…ella…no manifiesta ningún interés por…su hija.
- ¡Maldita perra!.- la rabia me pasó la cuenta y grité con todas mis fuerzas.
- ¡Paula!.- Ben tapó mi boca con su mano.- No seas irracional. Si sigues así, estarás en poco tiempo haciéndole compañía a la tal perra.
- La detenida se niega a entregar alguna información sobre el supuesto padre de la niña y argumenta que se encuentra con sus facultades mentales perturbadas.- lo miré en shock por sus palabras.
- Pero…eso no es cierto.- solté cuando Ben dejó mi boca libre.
- Los detenidos recurren a cualquier coartada con tal de no ir a la cárcel.- explicó.- Sus abogados apelarán a eso para no ser juzgada tan duramente o llevada a prisión
- ¡Arrrrggg!.- grité frustrada.
- Pero eso de sus facultades mentales perturbadas deberá ser demostrado mediante exámenes y ahí se sabrá que miente.- afirmó Ben y quise aplaudir, más al mirar al abogado sacudir su cabeza repetidas veces, volví a hundirme.
- Ben.- lo interrumpió.- Estamos hablando de personas influyentes, de dinero. Personas que podrían comprar hasta el juez, así que unos exámenes es lo menor.
- ¿Q-que pasará…con Lourdes?.- pregunté con un nudo en la garganta.
- La niña…- exclamó el abogado.- Será puesta a disposición del organismo que dictamine la corte.
Decidí no escuchar más y corrí hacia el auto. Nuestro viaje de regreso al edificio fue en silencio y agradecí sin palabras que Ben no iniciara ningún tema de conversación, porque sentía mi garganta cerrada, y de seguro estallaría de la peor forma. Bajé en cuanto estacionamos y volví a correr escaleras arriba. Con Ángela no hubo ninguna palabra, con mi amiga las miradas lo decían todo…así que solo tomé a mi bebé, la arropé y la llevé a mi departamento.
Me recosté al lado de mi chiquita y la abracé con fuerza, intentando de ese modo borrar todo lo malo que podía rodearle en este momento.
- ¿Paula?.- sonreí al darme cuenta que ella me reconocía.
- Si bebé, estoy aquí. Duerme.- susurré besando sus cabellos.
- Oki doki. Muack.- dijo despacito y se acurrucó más.
Cerré mis ojos y me imaginé un final feliz para todo esto…y así sería. Haría todo lo que estuviera en mis manos por encontrar a su papá. Mi bebé merecía un final de princesas, merecía un príncipe como papá…

- ¿Estas segura de hacer esto?.- era tercera vez durante el desayuno que Ángela repetía la misma pregunta.
- Tengo que hacerlo.- contesté nuevamente.
- ¿Y qué le dirás a Sam y tu padre?.- Sam era mi madrastra, la nueva esposa de mi padre.
- La verdad. No creo ser capaz de engañar a una mujer tan perceptiva como ella y menos a un Policía.- expliqué aludiendo a mi padre.
- ¿Qué le haz dicho a Lulu?.
- Que iremos a visitar a mis padres. Y que ella deberá quedarse unos días allá, mientras yo termino unas cosas aquí.- volví a repetir.
- ¿Estás conciente que pueden acusarte de secuestro?.- me miró preocupada.
- Tengo a mi favor que nadie sabe mi nombre, al menos el real.- recordé cuando el tipo me llamó por Paula o a María que sabía mi segundo nombre.- Y debo hacerlo antes que comiencen a buscar a Lulu.
- Aun no entiendo como puedo apoyarte en esta locura.- admitió, para luego posar su mirada en mi pequeña bribona que jugaba entretenida con algunos de sus regalos.- Bien, ya lo recordé.- dijo sonriendo hacia Fifi.- Buscaré al mejor detective privado con el dinero que me haz dado y para mañana cuando regreses…espero tener buenas noticias.

El viaje a Forks fue arduo y debo reconocer que con cada persona que se detenía a mirar por un tiempo prolongado a mi bebé, el temor hacia mella en mí. Luego de nuestra maratónica subida y bajada de aviones y buses finalmente tomamos el taxi que nos dejaría en la puerta de la casa de mi padre. Bajé del auto una vez que llegamos y ayudé a bajar a mi osita polar, ya que iba totalmente abrigada de pies a cabeza.
- Creo que no hay nadie.- dije haciendo una mueca. Había golpeado repetidas veces.
- Yo puedo entad.- dijo Lulu y me coloqué a su altura. Estaba agachada observando la puerta pequeña que debía haber construido papá para algún perro.
- ¿Estás segura bebé?.- no alcancé a terminar cuando mi pequeña estaba con casi la mitad del cuerpo metido en el agujero.
- Listo.- exclamó con la puerta abierta de par en par.
Revisé toda la casa y como tal lo creía no había nadie. Mi pequeña se entretuvo observando las fotos esparcidas por la sala. En ellas aparecían los dos hijos mayores de Sam; Leah de quince y Hector de diecisiete. Además de mi medio hermano Seth de nueve. En el otro extremo aun quedaban fotos de mi niñez en compañía de mis padres cuando estaban juntos, y era algo que siempre agradecía de Sam no haber borrado o sacado de cuajo mis recuerdos más preciados. Les nombré cada uno y traté de explicarle un poco la enredada familia que tenía, pero había olvidado que mi pequeña era tan lista.
- Entonces tu papá se volvió a casad y tu mamá igual. Y ellos dos son hijos de otro caballedo y él de tu papá y Sam.- repetía lo que yo le había dicho.- Y tu mamá tiene otro esposo y tienen un bebé que se llama Helena.

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