sábado, 13 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 3

- ¿Y…porqué te gusta más él?
- No sé.- se encogió de hombros.- Es que el me saluda cuando esta aquí.
Si antes no tenía palabras, ahora estaban en un nudo en mi garganta. Le puse la TV con dibujos animados y bajé a tomar aire. Me fui al patio y prendí un cigarrillo. Con eso mi mente voló a mi niñez: si bien papá siempre trabajó, jamás pude decir que no fuera un padre cariñoso ¡Y por su puesto que me saludaba todos y cada uno de los días!
No quería hacerme ideas erróneas de lo que acababa de ver en mi primer día de trabajo en esta casa, pero todo me indicaba que Lourdes no contaba con nadie y que la única persona que debía estar para ella…era la que menos lo hacía.
...
El resto del día pasó sin mayores cosas. Ordené y limpié todo lo que se cruzaba en mi camino, con una pequeña sombra a mis espaldas, sombra que cada vez que cruzaba su mirada con la mía dos pequeños hoyuelos hacían su aparición y dos espacios en sus pequeños dientes relucían…era una bebé adorable.
Me reía mucho con sus intentos de pronunciar la R, era lo único que mas le costaba, porque sin duda alguna a pesar de todo, era una niña demasiado inteligente para su edad. Demasiado en algunas cosas.
Lourdes se durmió luego de volver a comer otro plato de esas verduras y yo me quedé en el sofá al lado de su cama.
Mañana sería un nuevo día. Iríamos de compras para surtir esa pobre despensa y nevera, trataría de comunicarme con María para saber mas menos algo del trabajo y lo más importante, haría que al menos los días que estuviera aquí, ella fuera una niña feliz, así como yo lo había sido en mi infancia.
- Cocholate Paula.- susurró Lourdes en sueños.
Como recordatorio de sus ojitos brillando cuando habíamos visto una película sobre una fábrica de chocolate y yo le había prometido regalarle, si bien no una fábrica, al menos un pedacito de ella.
Esa sería mi prioridad para el día de mañana, un chocolate para ella.

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