viernes, 12 de diciembre de 2014

Una Dulce Inocencia: Capítulo 1

Un hermoso día soleado azotaba la ciudad de Washington el día de hoy. Desde mi humilde apartamento podía observar la majestuosidad de la ciudad y los pocos alrededores que se divisaban. Parecía que el cielo estaba en completo acuerdo conmigo para salir a recorrer las calles y encontrar un buen trabajo. Había tenido que suspender mis estudios por este año, y pensaba buscar algún buen trabajo para poder ahorrar y el próximo año terminar así mi carrera de Literatura, lo que me llevaría a ser una gran escritora algún día.
Mis padres estaban separados, cada uno viviendo en una ciudad diferente y con sus respectivas nuevas familias. Motivo por el cual, era poca la ayuda económica que podían brindarme en este momento. Había intentado compatibilizar estudios y trabajo, pero se me había hecho imposible por las demandas en ambos lados.
Luego de haberme arreglado para salir, tomé el periódico que había ojeado desde las 8 de la mañana del día anterior, lleno de marcas de los posibles empleos y emprendí rumbo en mi búsqueda.
Siete horas más tarde, con múltiples excusas para no recibirme en ningún lado y agotada en forma excesiva, terminé por desplomarme en una banca de alguna plaza que no ubicaba. Ojee el periódico una vez más, sólo me quedaba un lugar donde ir, pero ni siquiera lo tomaba como opción. Por la dirección, podía comprender que se trataba de alguna familia de clase alta y ellas con mayor razón me rechazarían.
El aviso rezaba solamente "Necesito nana puertas adentro, urgente", no había mayores indicaciones, ni tampoco solicitud de referencias. Tras media hora de meditación, tomé la decisión de presentarme igualmente, no perdía nada…bueno, unos cuantos pesos más en locomoción.
...
Luego de tomar un taxi que me dejó casi sin dinero para devolverme a mi hogar, llegué a una casa relativamente del porte de mi edificio. Perfectamente podía vivir una familia con treinta personas y sobraría espacio, era una casa de cuentos de hadas.
Me encaminé a la puerta, no se veía nadie alrededor, por lo que deduje que toda la familia estaría en sus trabajos, aunque teniendo una casa así, dudaba que el dinero fuera algo que faltara aquí. Toqué dos veces y esperé.
Un minuto más tarde, la mismísima reina de belleza estaba frente a mí. Alta, con un cuerpo envidiable por cualquiera, cabello sedoso largo y rubio, ojos del mismo color del cielo y vestida como para la premiación de los Oscar. Mi autoestima quedó veinte mil metros bajo tierra
- Buenas Tardes.- saludé cuando recuperé mi voz.
- Buenas ¿Vienes por el aviso?.- hasta su voz tenía estilo, incluso sonando ansiosa
- Eh…sí.- lo enseñé.
- ¡Magnífico!.-exclamó extasiada.- Estás contratada.
- ¿Q-qué…?- estaba en shock ¿Acaso había oído bien?
- ¿Buscas el empleo?.- asentí.- Entonces es tuyo.
- Yo…
- No te preocupes por la paga, será mas de lo que podrías ganar incluso en el mejor empleo.- tomó mi brazo y me arrastró dentro de la casa.- Aquí está para que no creas que me aprovecharé de ti.- con eso me pasó un cheque con mas ceros de los que podía tener un número telefónico
- No, yo…- volvió a ignorar mis palabras.
- Tengo que realizar un viaje, de hecho iba saliendo.- abrió su bolso y me entregó un papel.- En caso de que alguien llamara, debes decir todo lo que está ahí escrito
- ¿Qué….- era un hecho, esta mujer no sabía escuchar
- Regresaré en dos días, puedes hacer lo que te plazca en la casa.- tomó unas cosas de la mesa y se giró hacia mi.- Si fumas o bebes, no hay problema. Excepto que debes hacerlo en la sala de juegos
- No, yo no…
- Bien, debo irme. Dentro de dos días estaré de vuelta
- ¡Me llamo Paula!.- grité apresurada antes que volviera a interrumpirme
- Bien Adela, Lulu está en algún lugar de la casa. Adiós.
- ¡Es Paula!.- volví a gritar, pero ella ya estaba dentro de su lujoso auto.- ¿Y quién es Lulu?.- susurré a mi misma.
¿Era yo o el mundo de los ricos estaba al revés que el mío? ¡Ni siquiera me dijo su nombre! Y el mío obviamente no lo capto ni por suerte del destino. Me despojé de mis cosas y sigilosamente me deslicé por la sala. La casa absolutamente hermosa y enorme, al parecer estaba desierta.
Revisé todas y cada una de las habitaciones de la planta baja, a todas las cuales entré nerviosa y dando pequeños golpes, por si había algún integrante de la familia en ellas, pero nada. Estaba absolutamente sola en una casa en la que ya me había perdido un par de veces.
También silbé unas cuantas veces con el fin de llamar a Lulu, pero no hubo respuesta. Porque suponiendo que la casa estaba desolada, lo único que podía quedar era una mascota, la cual se encontraba tan o más perdida que yo en este momento.
Me escabullí hacia un cuarto que parecía ser el de la limpieza, tomé algunos implementos y me devolví a la sala. Si iba a estar aquí, al menos debía hacer algo y aunque todo se veía lujoso y de buen gusto, era muy cierto también que la limpieza no era muy participe de ella, al parecer no había una nana hacía tiempo.
Tomé mi reproductor de música, me puse los audífonos y comencé con mi labor. Entre bailes descoordinados, cantos desafinados y gritos de euforia fui pasando un paño y barriendo por todos lados.
...
Estaba tan ensimismada en mi labor de nana que no reparé en la presencia de alguien hasta que voltee a buscar otras cosas que la ví.
- ¡AHHHH!.- grité a los que mas daba mi voz al ver allí a una pequeña niña de pié mirándome curiosa.
Era una preciosa niña de no más de cinco años, si es que mis cálculos no me fallaban. Vestía un ligero pijama de "Ositos Cariñositos" y era una copia exacta de la loca mujer que acababa de contratarme, aunque su cabello albergaba pequeños mechones de un curioso tono.
Me saqué mis audífonos aturdida por la presencia de ella y aún con el corazón en la mano y me acerqué hacia la preciosa niña.
- ¡Hey!.- traté de sonar amistosa, pero la verdad es que estaba un tanto nerviosa
- Hola.- musitó bajito la pequeña
- ¿De donde haz aparecido?.- era lo primero que necesitaba saber
- Estaba en mi cuadto.- explicó siguiendo con su tono de voz frágil
- ¿En tu habitación?.- repetí incrédula.- ¿Es que acaso vives aquí?.-
- Ajá.- respondió, dejándome anonadada
¿Cómo podía ser que una niña de no más de diez años estuviera sola? ¿Y como su madre no me lo había dicho? Esperen, su madre me habló de Lulu, pero ¿Lulu era una perrita no?
- ¿Cómo te llamas?.- crucé los dedos para que no me dijera Lulu, sería una irresponsable si fuese así.

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