miércoles, 21 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 44

Pedro lanzó un bufido. ¿Y cómo lo sabía? ¿Es que también lo había besado?Pero  no  se  lo  preguntó.  Se  pasó  el  resto  de  la  mañana  despotricando  y  metiéndole prisa aunque Paula ya trabajaba todo lo aprisa que podía.Deseaba darle una patada al estúpido de David y decirle que moviera el trasero para  ir  a  Nueva  York  y  vigilara  a  su  prometida  él  mismo.  ¡Aquélla  no  era  su  obligación, eso estaba claro! Pero de alguna manera, no dejaba de hacerlo. Necesitaba unas vacaciones. Con desesperación.No  había  tomado  vacaciones  en  años.  De  hecho  ya  ni  recordaba  la  última  vez  que las había tenido. ¿Y si lo hacía ahora?Eso  le  ahorraría  muchos  problemas.  Por  una  parte  le  mantendría  apartado  de  Paula y  por  otra  evitaría  que  ella  se  metiera  en  la  boca  del  lobo.  Si  él  se  iba,  podría  dejarle su propio apartamento las dos últimas semanas.Y cuando volviera, ella se habría ido para siempre.¿Cómo no se le había ocurrido antes?

—Olvídate  del  lobo  —dijo  Pedro con  brusquedad  a  la  mañana  siguiente—. Puedes mudarte a mi casa.

A Paula casi se le cayó el reflector que tenía entre las manos.

—¿Qué?

—Ya  me  has  oído.  Y  no  me  mires  como  si  acabara  de  hacerte  una  proposición  indecente. No estaré allí. Me voy de vacaciones.

—¿Vacaciones?

¿Y  por  qué  no  lo  había  dicho  antes?  Paula miró  a  Cecilia que  se  acercó  en  ese momento por detrás de él. Parecía igualmente asombrada. Pedro parecía impaciente.

—¿Ya sabes lo que son unas vacaciones?

 Descanso, respiro, relajación. Estar dos semanas echado en una hamaca y disfrutar de no hacer nada. Pero Paula seguía dudosa.

—¿Ahora?

 —Ahora —Pedro era firme—. Este sábado. Durante dos semanas.

—¿Y adonde vas? —preguntó Cecilia.

—A la montaña.

—¿Qué es lo que pasa? —preguntó Cecilia en cuanto Pedro se fue.

Paula sacudió la cabeza.

—No lo sé. No había dicho nada de unas vacaciones hasta ahora.

—No  sabía  ni  que  conociera  la  palabra  —Cecilia batió  los  párpados—.  Aunque  no es mala idea. Ha estado muy tenso últimamente.

—Echará de menos a Aldana —dijo Paula.

No supo por qué, pero sintió un vacío al decirlo.

—Puede ser. Estaban muy enrollados antes de que ella se fuera. Y ella creo que está por el oeste. Me pregunto si Pedro irá para allá.

Se iba a Montana, le explicó a Paula más tarde. Ya había hecho reservas para el sábado después de comer.Ella  podría  mudarse  allí  por  la  mañana  y  le  daría  las  instrucciones  de  dónde  dormiría y de lo que tenía que encargarse.

—Puedes regar las plantas, recoger el correo y el periódico de la mañana.

Todo  estaba  limpiamente  planeado.  Ni  siquiera  le  había  preguntado  si  quería  cambiar de planes. Lo daba por supuesto.Todo lo que Paula consiguió decir fue:

—Pero  si  te  vas  a  ir,  no  hace  falta  que  me  quede  yo.  ¿Para  quién  estaría  trabajando?

—Para  mí.  Necesito  que  alguien  cuide  de  mi  casa.  Y  así  te  pasarás  el  resto  del  verano haciendo turismo como planeabas. A menos que pretendas dejarme tirado.

—No, no. Por supuesto que no. Me quedaré.

Y eso fue lo que hizo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario