miércoles, 28 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 53

Cuando  volvió  de  la  habitación,  Pedro se  había  quitado  la  camisa  y  sólo  llevaba  encima los vaqueros cortados y la escayola. Paula hubiera deseado haber llevado su propia cámara.

—Gracias.

Pedro sacó la cámara de la funda y acopló una lente. Entonces la enfocó hacia ella con una sonrisa.—Paula dió un respingo.—¡Pedro! ¡No!

Él bajó la cámara sin dejar de sonreír.

—No tengo suficientes fotografías tuyas —dijo—. Estás preciosa.

La  forma  en  que  la  miró  cuando  lo  dijo  le  hizo  a  ella  tragar  saliva.  Sacudió  la  cabeza con rapidez.

—No seas tonto. Y no te burles de mí.

—No me estoy burlando, Paula.

Su voz era ronca y sensual. Paula le puso una mueca.

—Bonito —susurró él mientras alzaba la cámara para la posteridad.

—¡Párate!

—Lo haré cuando lo hagas tú.

—¿Qué quieres decir?

Pedro palmeó la otra hamaca.

—Deja de dar vueltas. Siéntate a mi lado y relájate.

Paula se  sentó  y  hasta  se  estiró,  pero  no  se  relajó.  ¿Cómo  podía  hacerlo  si  a  pocos centímetros tenía a Pedro tendido? Cerró  los  ojos  y  apartó  la  cabeza  de  él.  Pero  saber  que  lo  tenía  al  lado  la  impulsaba  a  mirarlo.  Movió  el  cuerpo,  ladeó  la  cabeza  del  otro  lado  y  lo  miró  por  entre los párpados semicerrados. Pedro le guiñó un ojo.

—¡Pedro!

Él lanzó una carcajada.

—Te pillé.

—Sólo estaba preocupada. No quiero vigilarte, pero quiero estar al tanto por si necesitas algo. ¿Necesitas algo?

—A tí.

El mundo pareció detenerse.

Paula lo  miró  fijamente  y  Pedro le  mantuvo  la  mirada.  No  sonrió,  no  sacudió  la  cabeza  y  no  dijo  que  no  había  querido  decirlo.  Sólo  estiró  un  dedo  y  lo  deslizó  ligeramente a lo largo de su brazo.Paula se estremeció.¡No, oh, no! No podía.¿O sí? Algo en su cara traicionó su pánico.Pedro sonrió vacilante.

—¿Quieres usar el jacuzzi?.

—¿Qué? —él se incorporó y señaló con la cabeza en dirección a un largo objeto cubierto  contra  la  pared  de  la  cocina—.  No  se  tarda  mucho  en  llenar.  Y  hace  un  día  muy bueno.

Paula seguía  trabada  con  la  contestación  «a  tí».  Pero  no  podía  preguntárselo.  ¡No podría hacer que lo repitiera!

—Me... me gustaría.

Ella nunca había usado un jacuzzi en su vida, pero aunque lo hubiera tomado a diario, se alegraba de que le diera algo que hacer.

—Siento no poder llenártelo yo —dijo Pedro—, pero no es muy difícil.

Paula ni siquiera se había molestado en mirarlo cuando había estado sola, pero lo destapó, lo aclaró siguiendo las instrucciones de Pedro y lo empezó a llenar.Era de buen tamaño. Suficiente para seis personas, le dijo Pedro. ¿Habría tenido él alguna fiesta allí? ¿Lo habría utilizado con Aldana?

—Tardará  una  media  hora  en  llenarse.  Ve  a ponerte  el  traje  de  baño.  A  menos  que... —le lanzó un guiño—, quieras tomarlo desnuda.

—¡Oh, no! —se apresuró Paula a responder—. Ahora mismo vuelvo.

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