viernes, 9 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 16

—Hará  un  trabajo  estupendo  si  estás  seguro  de  que  no la  necesitas  en  el  estudio.


Lo último que necesitaba Pedro en su estudio era a Paula. Después  del  sueño  de  la  noche  anterior,  hasta  la  hubiera  mandado  de  vuelta  a  Iowa si no hubiera sido por las explicaciones que tendría que darle a Sonia. No, era mejor que estuviera en la oficina de fuera. Al  menos  lo  hubiera  sido  si  esa  tarde,  al  llegar,  no  la  hubiera  encontrado  hablando con Cecilia de Rafael.

—Karina me lo presentó la última vez que estuvo en la casa —estaba diciendo Cecilia—. Me quedé con la boca abierta. ¿No está como un tren?

Paula sonrió feliz y dijo:

—Lo  está.  Y  es  realmente  agradable.  Subió  anoche  y  me  ayudó  a  mover  unos  muebles para que los escayolistas pudieran hacer hoy la habitación de atrás.

—Lo de agradable está bien, pero es mejor guapo.

—Las dos cosas aún mejor —se rió Paula.

—Pensé  que  estabas  prometida  —farfulló  Pedro—las  dos  mujeres  levantaron  la  vista  sorprendidas—.  ¿No  le  importa  a  tu  novio  que  te  dediques  a  admirar  a  otros  hombres?

Pero ella sólo se rió y dijo:

—Estoy prometida, pero no estoy muerta, Pedro. Todavía sé apreciar a un hombre atractivo. Después de todo, te aprecio a tí.

En  el  momento  en  que  las  palabras  salieron  de  su  boca,  se  puso  de  color  escarlata, pero que lo ahorcaran si Pedro tampoco había sentido ardor en la cara. Y no podía  recordar  la  última  vez  que  una  mujer  lo  había  hecho  sonrojarse,  suponiendo  que le hubiera pasado alguna vez.

—Bueno, me refiero profesionalmente —murmuró Paula desviando la mirada.

Pedro sonrió y guiñó un ojo.

—Como yo te aprecio profesionalmente también.

Cecilia lanzó una carcajada y Paula se sonrojó aún más.

—Vete —dijo agitando la mano—. Tengo que hacer unas llamadas.

—Pero si estás hablando con Cecilia.

—De trabajo.

—¡De un hombre!

Ella le dirigió una mirada helada y apretó los labios. Entonces dirigió la vista al frente y empezó a tamborilear en la mesa con los dedos. No lo volvió a mirar. Parecíacomo si la camisa abrochada hasta arriba le comprimiera. Pedro se inclinó y le rozó el cuello levemente.

—Desabróchate el botón, Paula—dijo con suavidad.

Ella alzó la cabeza y lo miró interrogante. Pedro se encogió de hombros con negligencia.

—No tapa nada que no haya visto antes.

A pesar de los ocasionales comentarios burlones de Pedro, Paula estaba satisfecha de  su  primera  semana  de  trabajo. Ya  dominaba  los  autobuses,  metros  y  taxis  con  facilidad. Y no tenía ningún problema con su trabajo.De  hecho,  el  trabajo  había  resultado  ser  más  divertido  de  lo  que  ella  había  supuesto.  Pedro hasta  le  había  dejado  disparar  instantáneas  antes  de  cada  sesión  y  le  explicaba en extensión todo lo que ella le preguntaba.Y  una  vez  que  vio  que  ella  estaba  realmente  interesada,  comentaba  lo  que  estaba  buscando  y  lo  que  quería  ver  como  si  creyera  que  debía  enseñarle  a  una  persona tan ansiosa por aprender.Y ella lo estaba.En una ocasión, cuando la explicación había sido exhaustiva, sonrió y dijo:

—Si te estoy aburriendo, dímelo.

Y Paula, que le hubiera escuchado encantada durante horas, replicó al instante:

—No, no me aburres en absoluto.

De  hecho,  le  encantaba  escuchar  todo  lo  que  tuviera  que  enseñarla.  A  Paula siempre le había gustado fotografiar a la gente más que nada en el mundo y tenía la oportunidad de aprender de un maestro. Y aunque el mundo sofisticado de él era lo contrario  a  los  caracteres  que  a  ella le  gustaban,  un  día  que  se  lo  comentó,  Pedro respondió:

—La gente es siempre la misma.

Y  cuanto  más  trabajaba  con  él,  más  le  daba  la  razón.  Se  encontró  tomando  prestadas carpetas de antiguos trabajos de Pedro y se pasaba la tarde estudiándolas e intentando aprender de ellas, de ver el mundo bajo la óptica de él. Pedro tenía  un  talento  natural  para  reducir  lo  esencial  a  cero.  La  mayoría  de  sus  fotos evitaban todo detalle superfluo. Pero  no  siempre  habían  sido  así.  Al  ir  estudiando  su  carrera,  comprendió  que  aquel  enfoque  singular  y  fuerte  contraste  eran  de  desarrollo  reciente.  Las  primeras  habían sido más personales y más recargadas.

—Más sucias —había dicho Pedro cuando se lo había comentado.

Paula no estaba del todo de acuerdo, pero, ¿Podía discutir su éxito? Reconocía una  foto  del  Pedro Alfonso actual  al  instante.  Te  atrapaban  la  mirada,  te  indicaban  adonde tenías que mirar y lo que tenías que pensar en cuanto las veías. Era un poco como ir a un museo.

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