Pedro se encogió de hombros.
—Le dije que empezábamos a las nueve, así que a ver si aparece. Quizá haya recuperado ya la razón y haya decidido volver a su casa.
En ese momento se abrió la puerta.
—¿Quién? ¿Yo? —preguntó Paula.
Pedro lanzó un gemido. En parte porque siguiera en la ciudad y en parte porque estaba tan dulce, inocente y deliciosa como el día anterior.También parecía fresca y bien descansada, mucho más que él. Y aunque tenía las mejillas sonrosadas, el color parecía más de salud que de vergüenza. Parecía que se muriera de ganas de empezar a trabajar.
—Todavía no te he encontrado un sitio para quedarte —anunció Pedro para disuadirla.
Hamptons, pero el otro día me dijo que le gustaría que alguien echara un vistazo a las cosas, estar allí cuando aparezcan los escayolistas y ese tipo de cosas.
—Mi hermana necesita que alguien se quede en su casa —intervino Cecilia.
Tanto Paula como Pedro se dieron la vuelta para mirarla.Cecilia se encogió de hombros.
—Si necesitas un sitio donde quedarte, puedes hacerlo en casa de mi hermana. Le van a remodelar el departamento este verano. Van a hacer mucha obra y ella va a estar fuera, en los
A Paula se le iluminaron los ojos.
—¡Fantástico!
—Espera un minuto —objetó Pedro.
Todos lo miraron. Él abrió la boca de nuevo y la cerró. ¿Qué iba a decir? ¿Que no creía que el departamento de la hermana de una estilista de pelo morado fuera apropiado para una profesora de jardín de infancia?
—Mi hermana no se parece a mí —pareció leerle el pensamiento Cecilia—. Karina es... normal.
—No me refería a eso —se encogió de hombros con irritación—. Bien, pregúntale a tu hermana y ahórrame el problema. Yo tengo trabajo que hacer.
Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones y se dio la vuelta hacia el estudio.Unos pasos se apresuraron a sus espaldas.
—Espérame —dijo Paula un poco jadeante.
Pero él no quería tenerla al lado en ese momento. Era demasiado consciente de su presencia.
—Vete a ayudar a Eliana. Cuando llegue Andrea que pase a ayudarme a mí.
Pedro se dió la vuelta el tiempo suficiente como para ver una mueca de decepción en su cara y apretó la mandíbula. Que le hubiera dicho que ayudar a Eliana no era lo mismo que echarla a la calle.La puerta exterior se abrió y empezaron a aparecer las primeras modelos.
—¡Hola, Pedro!
—¡Hola, precioso!
Pedro les dirigió miradas radiantes antes de volver a fruncir el ceño hacia Paula.
—Vete —dijo—. ¿No has aceptado cumplir lo que te ordenara?
Ella se sonrojó levemente, suspiró y se fue.Pedro se dió la vuelta para cargar un carrete y Sierra empezó a trabajar en el pelo de una rubia. Tras la puerta pudo escuchar a Eliana hablando con Paula acerca de la planificación.
—Déjame tomar algunas notas —dijo Paula.
Pedro asintió satisfecho. Si tenía que estar allí, el mejor sitio era al lado de Eliana.Ya sólo faltaba que apareciera Andrea.Necesitaba que le colocara los focos y los reflectores mientras Cecilia terminaba con el pelo de las modelos. Y después necesitaría que le fuera cambiando las luces mientras disparaba.Se puso a leer las notas que le había enviado la agencia y tomó algunas propias. Empezó a instalar el equipo él mismo cuando Eliana asomó la cabeza por la puerta.
—Acaba de llamar Andrea. No puede venir hoy. Parece que sus planetas no tienen la alineación correcta.
Pedro la miró alucinado.Eliana se encogió de hombros con una leve sonrisa.
—Parece que es muy sensible a ese tipo de cosas.
Pedro le lanzó una mirada glacial.
—Es una lástima —dijo Eliana con la misma sonrisa—. Te vendría bien un poco de ayuda.
Pedro pudo ver a Paula sentada ante la mesa hablando por teléfono con alguien y tomando notas con atención mientras se mordía el labio inferior. La miró y después a Eliana. Maldición, ¿Es que iba a hacerle suplicar?
—Podría mandar a Paula para ayudarte cuando termine de hablar por teléfono —se aventuró su directora después de un momento.
—Hazlo. — Paula apareció a los cinco minutos.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó con ansiedad.
—Coloca esos ahí —Pedro señaló los reflectores y le indicó donde.
Paula se puso a trabajar en el acto.
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