miércoles, 28 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 55

Pero esta vez, él se inclinó hacia adelante y rozó cada uno de sus senos con los labios.  Su  boca  jugó  con  los  rosados  picos  erectos  y  los  chupó  haciendo  que  Paula ardiera de deseo. Las manos de ella se enterraron con avidez en su pelo, bajó la cabeza y le besó en la coronilla antes de caer hacia adelante arrastrada por Pedro, que cayó de espaldas. Y  al  caer,  siguió  tirando  del  bañador  hacia  abajo.  Paula quedó  sobre  él,  sus  senos  contra su rígido torso, sus labios contra los de él, sus pies entrelazados.Entonces sintió un escalofrío recorrer el cuerpo masculino. Sonrió, lo miró a los ojos  y  vió  lo  maravillado  que  estaba.  Ella  sentía  lo  mismo.  Las  manos  de  él  se  deslizaron  por  su  espalda  antes  de  apretarla  con  fuerza  contra  sí  y  alzar  las  caderas  para mostrarle la dura evidencia de su deseo. Paula intentó  echarse  hacia  atrás,  pero  él  la  retuvo  con  fuerza.  Ella  intentó  alcanzar la cinturilla de sus pantalones cortos.

—Déjame...

Pedro asintió con debilidad. Sus pupilas estaban dilatadas y la piel de sus mejillas tensa.  Su  respiración  era  jadeante.  Y  se  aceleró  aún  más  cuando  ella  se  sentó  sobre  sus piernas y le desabrochó la cremallera. Él se mordió el labio cuando ella deslizó los dedos por dentro de la cintura y bajó  la  cremallera.  Entonces  ella  se  apartó  un  poco  y  deslizó  los  pantalones  por  las  piernas y la escayola antes de tirarlos al suelo. Por fin. Pedro Alfonso desnudo. Una imagen por la que había merecido la pena esperar.

—¡Ven aquí! —murmuró él.

Y  ella  apenas  tuvo  la  oportunidad  de  apreciar  su  duro  cuerpo  masculino  y  su  torso  velludo  porque  su  mano  la  atrajo  sobre  él  gimiendo  de  placer  cuando  sus  cuerpos se acoplaron. Paula lanzó un leve gemido al sentirlo caliente y duro bajo ella y frotó el cuerpo contra el de él.Las caderas de Pedro se alzaron.

—Cuidado, corazón —jadeó—. Acabaré antes de empezar siquiera.

 «Corazón»,  Paula atesoró  aquella  terneza  con  todo  su  ser.  Entonces  le  tocó  las  mejillas,  lo  besó  en  los  párpados,  en  la  nariz  y  por  fin  en  los  labios  y  se  sintió  transportada a su vez por los ardientes besos de él.

—Haremos que dure —le prometió.

No  estaba  prometiéndole  para  siempre.  Pero  si  aquello  era  lo  único  que  iba  a  tener de él, lo haría durar todo lo que pudiera.Pedro la amó una vez, dos, tantas veces y de tantas maneras como sabía. Recordó las fotos de Paula Chaves desnuda y recordó haber imaginado lo que sentiría al tocarla y hacerla responder.Pero ni las fotos ni su imaginación se habían acercado con mucho a la realidad.Era perfecta. Resplandeciente. Abierta.Recibió y lo aceptó. Enroscó su cuerpo alrededor de él y lo tomó dentro.Y no sólo recibía. Daba. No había nada calculado en Paula. Nada artificial. Se lo dió  todo,  Pedro  lo  pudo  sentir,  amándolo  con  su  cuerpo,  su  boca,  sus  labios  y  sus  manos hasta que casi sintió que lo había desecado. Cayó de espaldas saciado y sorprendido.Ella lo miró interrogante.

—¿Qué?Gib lanzó una trémula carcajada.

—Sólo estaba intentando... ajustar mis ideas.

Ella ladeó la cabeza con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Qué quieres decir?

—Que  nunca  había  creído  que  el  instituto  de  Collierville  fuera  excelente  en  educación.  Pero  las  clases  de  educación  sexual  deben  haber  avanzado  mucho  desde  que yo lo dejé.

Pedro se  rió  y  ella  le  hizo  cosquillas  en  las  costillas  hasta  que  la  asió  por  las  muñecas  y  entonces,  con  cuidado  de  no  hacerle  daño  con  la  escayola,  la  tendió  de  espaldas.

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