viernes, 9 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 20

Sin  Andrea para  aliviar  la  tensión  ni  Eliana para  interferir,  estarían  los  dos  solos  todos  los  días.  Paula decidió  que  tenía  que  concentrarse  en  lo  que  realmente  importaba. David. Así que eso fue lo que hizo.Toda la tarde mientras trabajaba con Pedro en Central Park no dejó de hablar de  lo  mucho  que  le  hubiera  gustado  a  David estar  allí  en  el  centro  de  Manhattan  donde  uno  casi  podía  perderse  entre  los  árboles.  Al  día  siguiente  comentó  lo  que  hubiera disfrutado su novio de la película que había visto la noche anterior.

—David y yo no tenemos muchas oportunidades de ver películas extranjeras en Collierville. Aunque eso ya lo sabrás. Pero nos gustan mucho. A él sobre todo  le  gustan  las  francesas  porque  estudió  la  lengua  en  el  colegio.  Quería  ir  a  Francia  cuando acabó el colegio, pero su padre necesitaba que lo ayudara en la granja y tuvo que cumplir.

Al día siguiente habló de lo bueno que era David con sus tres sobrinos. Fue fácil sacar  el  tema  porque  Pedro estaba  fotografiando  a  niñas.  Paula se  preguntó  si  alguna vez fotografiaría a algún representante del género masculino. Pero no le importaba siempre que hubiera alguna excusa para meter a David en la conversación.Eso  la  estaba  ayudando,  pensó.  Ya  no  era  tan  consciente  de  Pedro como  lo  había  sido  el  día  que  lo  había  encontrado  en  la  librería.  Y  ya  no  pensaba  en  fotografiarlo  desnudo. Bueno, al menos no a menudo.Llamó a David todas las noches. Y como había quedado, se pasó la mayor parte de la tarde del jueves en South Street Seaport con Rafael.Pedro se burló de ella cuando se enteró.

-¿Y  como  quiera  que  se  llame  tu  prometido  aprueba  que  salgas  con  otros  hombres?

—¿David, quieres decir? Por supuesto.

No  podría  decir  por  qué,  pero  sus  citas  con  Rafael  le  parecían  más  inofensivas  que sólo pensar en Gibson.No  había  vuelto  a  ojear  el  libro  de  Catalina Neale  de  nuevo.  Lo  había  enterrado bajo el colchón para no tener recuerdos.Pero  parecía  que  no  los  necesitaba.  A  la  noche  siguiente  se  encontró  soñando  con sacarle fotografías a Pedro ... ¡No!No estaba soñando con fotografiarlo desnudo. Era sólo el poder de la sugestión, se dijo a sí misma.

Habían  pasado  demasiadas  horas  juntos  en  el  trabajo  y  demasiadas  noches  en  su mente.Y ya contaba las horas para que llegara el fin de semana.Necesitaba dos días enteros sin ver para nada a Pedro Alfonso.Nunca debería haber despedido a Andrea.Debería haber aguantado sus torpezas y hasta haberse olvidado de que cuando se  le  había  caído  la  lente  al  suelo  la  había  rayado  frotándola  con  el  borde  de  su  camiseta para limpiarla.Si  lo  hubiera  aguantado,  sólo  tendría  que  haber  comprado  una  lente  nueva,  pero al menos hubiera mantenido cierto grado de cordura al llegar el viernes.Así,  había  tenido  que  pasar  toda  la  semana  viendo  a  Paula reírse  y  agitar  su  cuerpo  con  morbidez.  Había  tenido  que  oler  su  perfume  a  flores,  o  a  ella,  porque  cuando le había preguntado que a qué diablos olía, le había contestado que no usaba ningún perfume. Y había tenido que aguantar hora tras hora su eterno entusiasmo e interminables preguntas.Y, sobre todo, su cuerpo se endurecía.Aquél no era un estado para producir buenas fotografías.Toda  la  semana  había  sido  agudamente  consciente  de  Paula y  ella  no  había  dejado de hablar de David. Para el viernes ya estaba harto.

—Estás  haciendo  meditación  trascendental,  ¿Verdad?  —explotó  frunciendo  el  ceño desde detrás de la cámara.

—¿Qué?

—Ese mantra que no paras de utilizar. David. David. David.

Paula se sonrojó.

—No pretendía aburrirte.

—¡Bueno, pues  lo  has  conseguido,  así  que  deja  de  hablar  de  él!  No  quiero  oír  una sola palabra más, así que si vas a seguir parloteando sin sentido, prefiero acabar el  trabajo  yo  solo  —señaló  hacia  la  puerta—.  Vete  a  hacer  el  trabajo  de  Eliana y  déjame en paz.

—Eso  es  lo  que  debería  haber  estado  haciendo  toda  la  semana  —le  recordó  Paula parpadeando con rapidez con el labio inferior tembloroso.

—¡Maldición!

 No iría a llorar, ¿Verdad?Entonces Pedro apretó la mandíbula. Bueno, ¿Y qué si lo hacía?Si  era  tan  susceptible,  entonces  necesitaba  endurecerse.  Era  ella  la  que  había  querido ser su asistente. ¡Él no se lo había pedido! Con resolución, le dió la espalda y se fue a trabajar.

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