Pedro no era un santo. Era un hombre. Y un hombre desesperado con necesidad de supervivencia.
—¿Así que David confía en ti, corazón? —murmuró—. Veámoslo.
—¿Ir a dónde?
Paula parpadeó. ¿Llevaba todo el día intentado mantenerse fuera del alcance de Pedro y ahora le pedía que fuera a una fiesta?
—¿Por qué? —preguntó con recelo.
Él esbozó una blanda mirada de inocencia.
—¿Por qué no? Pensé que te divertiría. Ver un mundo diferente al que estás acostumbrada. ¿No era ésa la finalidad de venir a la gran ciudad? ¿Ver cómo vive la otra mitad de la humanidad para poder volver a casa satisfecha con tu elección?
Paula lo miró con atención intentando decidir si se estaba burlando de ella. Pero su expresión no cambió. Seguía calmada e impenetrable, como si le estuviera ofreciendo un sandwich y no caviar y ostras en un plato de Limoges.
—¿La fiesta de Estefanía Kemmerer? —Cecilia puso unos ojos como platos—. ¿Es ésa a la que te está invitando?
Paula había olvidado el nombre en cuanto lo dijo, pero Pedro asintió.Cecilia parecía impresionada.
—Tienes que ir. No será una fiesta sólo, será un acontecimiento.
A Paula no le gustó el sonido de aquello.
—¿Un acontecimiento? ¿De qué tipo?
—Estefanía Kemmerer es su agente. Es famosa por sus fiestas. Conoce a todo el mundo... —Cecilia sonrió—. Sabe exactamente a quién invitar para causar las mejores explosiones.
—¿Explosiones?
Aquello le sonaba mucho peor. Cecilia lanzó una carcajada.
—¡Oh, ya sabes! A Estefanía le gusta que las cosas vibren, que la gente se excite, que charle. Y sabe cómo conseguirlo.
—¿Has estado tú alguna vez?
—Ya quisiera.
Paula miró entonces a Pedro.
—Lleva a Cecilia.
Él ni siquiera miró a la estilista.
—Te he invitado a tí.
—¿Por qué? ¿No puede ir Aldana?
Se arrepintió en cuanto la pregunta salió de su boca. No quería parecer celosa. Pero Pedro esbozó una sonrisa.
—No y es una lástima. Estará en Texas trabajando hasta dentro de una semana.
O sea que si hubiera estado en Nueva York la hubiera llevado a ella. No supo por qué la idea la decepcionó. ¿Por qué debía importarle?
—Vete —le insistió Cecilia—. Así podrás contármelo.
—No tengo nada que ponerme para una fiesta como ésa.
—Puedes ponerte vaqueros si quieres —dijo Pedro—. A Estefanía no le importará.
—¡No puedo llevar vaqueros!
—Bueno, no es para tanto. Podrás encontrar algo. Cecilia podría ayudarte.
—Sí —asintió Cecilia con ansiedad—. Vamos, Paulka. Será divertido.
¿Divertido? ¡No era así como lo describiría ella! Le gustaba Nueva York. Pero hasta el momento lo había visto completamente bajo sus propios términos.
—Podrás contárselo a David. Le parecerá una maravilla.
David pensaría que era una tontería. A él sólo le gustaban las fiestas familiares. Ya había mucha combustión en ellas, hubiera dicho. Él nunca buscaría nada más. Pero ella sí, pensó Paula. Por eso había ido a Nueva York. Recordó a la hermana Carmen diciendo que había salido al mundo para retarse a sí misma.
—Aprender lo que aprendí y ver lo que ví consiguió hacer más firme mi vocación.
La hermana Carmen hubiera ido a la fiesta de Estefanía Kemmerer. Paula suspiró.
—De acuerdo.
Era muy amable haber invitado a Paula a la fiesta de Estefanía .Muy amistoso y caballeroso.Eso había dicho su hermana.
—¡Qué encanto por tu parte que te hayas acordado de ella! —se entusiasmó Sonia el miércoles cuando habló con Pedro para preguntar cómo iban las cosas.
—Van bien.
—Maravilloso. ¡Qué atento por tu parte, Pepe!
—Ya sabes cómo soy. Atento hasta la saciedad.
—Pues claro que lo eres. De verdad. Eres un encanto, Pepe.
Él se frotó el cuello sintiéndose incómodo.Pero no pensaba sentirse culpable como si la fuera a arrojar a los lobos. Era sólo una invitación. Y era lo que ella quería: una nueva experiencia. Y sería buena para ella.Y para él.Calculaba que Paula estaría en el avión de vuelta a Iowa pocos días después de la fiesta.
—¿Estefanía es tu agente? ¿La que conoce a todo el mundo?
Bueno, Paula tendrá muchas cosas que contar cuando vuelva.
—¡Desde luego!
Aunque no creía que hablara de ello. Probablemente ni siquiera querría recordarlo. Acudir a una de las fiestas de Estefanía era como volar demasiado cerca del sol. Si no tenías cuidado, podrías quemarte. Pedro no dejaría que Paula saliera seriamente quemada, pero un poco de chamusquina no le vendría mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario