viernes, 9 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 17

Y  Paula lo  podía  asegurar  porque  cuando  no  pasaba  el  tiempo  estudiando  el  trabajo  de  Pedro,  lo  había  dedicado  a  ver  el  Museo  de  Arte  Contemporáneo.  Sabía  que  la  ciudad  estaba  plagada  de  maravillosos  museos,  pero  empezó  con  el  más  importante. Cuando  volvió  a  casa  del  trabajo  el  viernes  por  la  tarde,  se  sentó  delante  de  la  guía que había comprado y empezó a hacer planes para el fin de semana, decidida a ver tantas cosas como pudiera.Entonces  apareció  Rafael  con  una  bolsa  de  comida  y  se  sentó  a  su  lado  para  hacerle algunas sugerencias. Hasta se ofreció a hacer algo de turismo con ella.


—¿De verdad?

Él sonrió.

—Claro. Así apreciaré de nuevo la ciudad a través de tus ojos. ¿Dónde quieres ir?

—¿Qué te parece Ellis Island?

—Me parece bien. ¿El domingo?

Paula  asintió con ansiedad.

—Y el sábado iré al Metropolitano por la mañana y al Frick por la tarde.

—Será mejor que vayas con más calma. Puede que sea demasiado.

Al  final,  Paula decidió  que  tenía  razón,  así  que  el  sábado  por  la  mañana  se  dedicó a hacer la colada. Y mientras esperaba en la lavandería a que terminara, echó un vistazo a las revistas en busca de fotografías de Pedro. Era sorprendente cuántas encontró y lo fácil que le resultaba reconocerlas.Por  la  tarde  se  fue  al  Metropolitano  y  se  limitó  a  ver  el  arte  egipcio,  romano  y  griego. Al fin y al cabo, una de las ventajas de vivir en la ciudad era la posibilidad de volver cuando quisiera. No tenía por qué ver todo el museo en un sólo día. Cuando se sintió lo bastante culturizada, cruzó el parque paseando y se paró a cenar  en  un  pequeño  restaurante  tailandés  a  pocas  manzanas  de  su  apartamento.  Pedro había  mencionado  un  día  lo  mucho  que  le  gustaba  la  cocina  tailandesa  y  Paula nunca  la  había  probado.  Después  de  comer,  decidió  que  a  ella  también  le  gustaba.¿Le  gustaría  a  David?  Quizá  debería  comprar  un  libro  de  aquella  cocina  y  esa  noche podría decirle que le cocinaría algo.Había  una  enorme  librería  no  lejos  del  Lincoln  Center.  Estaba  en  dirección contraria, pero la tarde era cálida y no le importaba pasear. Buscó  en  la  sección  de  cocina  y  encontró  media  docena  de  libros  de  cocina  tailandesa. Se decidió por el más pequeño con fotos muy buenas y cuando se dirigía al ascensor, le llamó la atención la sección de fotografía.Había cientos de libros, de todos los temas imaginables y se preguntó si habría alguno de Pedro.

Con  curiosidad  empezó  a  buscar.  Había  más  libros  de  moda  que  de  cocina  tailandesa.  Paula estaba  sorprendida.  Caminó  por  el  pasillo  buscando  entre  los  brillantes libros de moda el que llevara el apellido de Alfonso, que debía estar en las estanterías más bajas.Se arrodilló y agachó la cabeza para mirar hasta encontrar el nombre en el lomo y se estiró para sacarlo.Entonces alguien le pisó la otra mano.

—¡Oh, lo siento!

Paula apartó  la  mano,  agarró  el  libro,  lo  apretó  contra  ella  y  alzó  la  vista  para  encontrarse a Pedro mirándola con asombro.

—¿Paula? —devolvió  el  libro  que  tenía  en  la  mano  a  la  estantería  y  la  levantó  sin ceremonias—. ¿Qué diablos estás haciendo ahí agachada?

—Hum... Buscando libros. Me preguntaba si habrías publicado alguno, así que me puse a buscar.

Le enseñó el que había encontrado suponiendo que se pondría contento. Pero Pedro frunció el ceño al verlo.

—¿Qué diablos estás haciendo con eso?

—Ya te lo he dicho. He estado estudiando tu trabajo. Intentando aprender.

—De ahí no puedes aprender nada —masculló irritado.

Intentó  quitárselo  de  las  manos,  pero  Paula no  le  dejó  y  lo  miró  con  más  atención abriendo mucho los ojos al leer el título.

—¿Catalina Neale? ¡Uau! ¿Le hiciste un libro?

Catalina  Neale era una de las estrellas de Hollywood más famosas, pero Paula recordó que antes de ser actriz había sido modelo.

—¿Conocías a Catalina Neale?

—Eso pensaba —murmuró Pedro—. Hace mucho tiempo. Me sorprende que haya quedado alguno de esos malditos libros.

Pedro la  soltó  entonces  como  si  ya  no  le  importara  que  lo  mirara  y  Paula se  sintió dividida entre hacerlo y seguir hablando con Pedro.

—¿Es el único libro que has hecho?

—Sí  —entonces  miró  con  desdén  hacia  la  estantería—.  Aunque  no  es  el  único  que se ha publicado sobre ella.

Paula siguió su mirada y comprobó que era el libro que él había estado ojeando. ¿Examinando a la competencia, quizá? pero no lo preguntó.

—Es muy fotogénica —comentó sólo.

—Y  bien  lo  sabía  ella  —entonces  examinó  el  otro  libro  que  Paula tenía  en  la  mano—. ¿Qué has comprado?

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