viernes, 23 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 47

No  lo  pudo  creer  cuando  vio  revolotear  los  primeros  copos.  La  temperatura  bajó con brusquedad y el viento se levantó. Pedro se dió la vuelta.Pero no se había preparado para la nieve, así que acabó en el motel empapado y tembloroso y con ampollas en los talones y en las manos. Más programas malos en la televisión.No  fue  hasta  que  estuvo  bajo  la  ducha  caliente  cuando  se  acordó  de  que  no  volvería a ver a Paula nunca.De alguna manera, no era tan reconfortante como había creído.Se echó en la cama y su imagen lo asaltó sonriente y sensual. Lanzó un gemido.Entonces hizo lo que se había jurado no hacer. Buscó en el fondo de la mochila y sacó las fotografías que había escondido bajo los calcetines. Eran las fotografías que había  sacado  a  Paula el  primer  día.  Paula  desnuda  y  tentadora.  Y  también  había  otras fotos de ella. Algunas que le había sacado al final de algún rollo que no se había acabado.  En  algunas  estaba  pensativa  y  riendo  en  otras,  pero  estaba  igualmente  tentadora.No debería haberlas llevado. No recordaba por qué lo había hecho. Bueno, sí lo recordaba.Se  había  convencido  de  que  las  miraría  cada  pocos  días  para  comprobar  su  resistencia contra ella.

Pero  a  juzgar  por  su  reacción  en  ese  momento,  todavía  le  quedaba  mucho  camino para ganar aquella batalla. Quizá  fuera  por  eso  por  lo  que  volvió  a  la  montaña  en  cuanto  la  nieve  se  derritió en el pueblo.

—No creo que deba hacer senderismo con este tiempo —le dijo el recepcionista al salir—. Está todavía muy helado arriba.

Pero  las  predicciones  del  tiempo  eran  buenas  para  unos  cuantos  días  y  Pedro necesitaba distracción. Con desesperación.

—Sobreviviré —contestó.

Tres  días  más  tarde,  pensando  en  Paula en  vez  de  en  dónde  ponía  el  pie,  se  resbaló. Y cayó.Se rompió la pierna.Sobrevivió, pero por poco.En menos de veinticuatro horas estaría de vuelta en casa. Paula se sentó en la cama de Pedro e intentó imaginarse a sí misma en Iowa a la salida del avión, cuando se encontrara a David con los brazos abiertos. Tenía  el  equipaje  ya  preparado.  Las  plantas  de  Pedro estaban  regadas  y  todo  estaba  limpio  y  recogido  en  espera  de  su  llegada.  Hasta  había  horneado  algunas  pastas de bienvenida para que las encontrara al llegar. Pero no podía dejar de soñar con que llamara antes de su partida. Para despedirse y darle las gracias.Para oír su voz por última vez.

—Gracias —susurró a la habitación vacía.

Sabía  que  no  debería  estar  allí.  Tenía  todo  el  apartamento  para  ella  sola  y  sin  embargo  ningún  sitio  le  resultaba  tan  acogedor  como  aquél.  Curiosamente  allí  no  había fotos suyas, sólo tres instantáneas, una de Sonia de joven, otra con su marido y su hijo y otra de una pareja que debían de ser sus padres.El  hombre  tenía  la  misma  intensa  mirada  de  Pedro y  la  mujer  su  rápida  sonrisa.  Estaban  de  pie  frente  a  la  heladería  de  Collierville,  que  Paula reconoció  al  instante.  Había sonreído al verla por primera vez y había sentido una añoranza familiar. Probablemente por eso fuera allí. Porque se sentía más cerca de casa.¿O porque se sentía más cerca de Pedro? Apartó aquella idea de su mente con firmeza.Se iba a ir a casa.Al día siguiente estaría allí y su experiencia de Nueva York habría acabado. Su vida,  la  vida  que  había  planeado  desde  los  dieciocho  años,  estaría  frente  a  ella  de  nuevo.

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