Aunque, por supuesto, aquello no era asunto suyo. Y no tenía por qué involucrarse. Salvo porque Sonia se sentiría responsable si algún estupendo bombero se aprovechara de ella.
—¿Cómo dijiste que se apellidaba?
—No lo he dicho.
Pedro enarcó una ceja y la miró con gesto glacial y expectante.Ella no desvió la mirada.
—Lobo. Se apellida Lobo.
Pedro suspiró. Ya se lo imaginaba.
Paula había planeado un tranquilo día para el sábado. Iba a ver el Empire State Building por la mañana y a dar un paseo por el Greenwich Village por la tarde. Después, le había prometido a Rafael pasarse por su casa a las cinco para empezar a preparar la cena.Había acabado de fregar los cacharros del desayuno y se estaba poniendo las sandalias, cuando sonó el teléfono.
—Estoy preparando un portafolio para un posible cliente —masculló una voz masculina sin más preámbulos.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Reúnete conmigo en el estudio dentro de una hora.
Sólo escuchó el chasquido cuando él colgó.O sea, ni se lo había pedido y ni siquiera había dicho por favor.
—No debería ir —murmuró para sí misma.
Pero sabía que su responsabilidad no se lo permitiría. Y realmente quería aprender. Si se pasaba todo el día con Pedro Alfonso, aprendería más que con un paseo por el Village. Eso lo sabía.Aunque aquella no era la razón por la que se sentía tan reacia a ir.La razón era Pedro Alfonso.La llamada había llegado la noche anterior, como caída del cielo, dándole una buena sorpresa a Pedro.
—Soy Palinkov. Diego Palinkov. ¿Me conoce?
Por supuesto que lo conocía. Todo el mundo en la moda y la publicidad conocía a la última sensación del diseño. El año anterior, sus líneas impactantes habían llamado mucho la atención en Milán y en París y ese año presentaba su colección en Nueva York.
—Estoy buscando un fotógrafo. Con visión.
Pedro apretó el receptor.
—¿Visión?
—Hum... He hablado con Estefanía Kemmerer. ¿La conoce?
—Sí.
Estefanía era la agente de Pedro y no sólo era una de las mejores en el negocio, sino que era una mujer con influencias y contactos por todas partes.
—Estefanía me mencionó su nombre. Me gustaría ver sus mejores trabajos. Es un asunto de visión, ¿Me entiende? Usted tiene visión y yo también. Y busco al fotógrafo que pueda interpretar mejor la mía. Ella me enseñó algo de su trabajo y creo que quizá sea el adecuado. Pero necesitaría ver más cosas. Unas treinta fotos o así. Entonces lo sabré seguro. ¿Me las preparará?
—Por supuesto.
Así que eso era lo que estaba haciendo en el estudio, escogiendo y valorando para buscar el portafolio que mejor lo representara a él y su visión del mundo.Y para conseguir el mayor y mejor trabajo de toda su carrera.Y simplemente había pensado que Paula debería formar parte del proceso. Lo cierto era que le tenía impresionado. A un nivel puramente profesional, claro. Hacía buenas preguntas y tenía instinto fotográfico. Y su habilidad para anticiparse a sus necesidades era casi mágica. Ella entendía un poco su visión debido a que había estado estudiando su trabajo. Sería bueno tenerla allí.Y si llegaba un poco tarde a su sesión de cocina con Rafael, tampoco le parecía mal. Así que la llamó, aunque se arrepintió casi al colgar.En cuanto entró en el estudio mirándolo con furia, estalló entre ellos un fuego de sensualidad primaria.
—¿Qué? —preguntó Pedro ofendido y a la defensiva al mismo tiempo—. ¿Estás enfadada por haber tenido que venir a trabajar hoy?
—Por supuesto que no. Es simplemente que me lo podrías haber pedido.
Era cierto, aunque él casi nunca pedía nada. Además, si se lo hubiera pedido ella se habría negado y así la tenía en el estudio.
—¿Te interrumpí algo? —la retó—. ¿Una sesión amorosa con el hombre lobo?
Ella abrió mucho los ojos antes de cerrarlos.
—Voy a prepararle una cena a Rafael. Eso es todo. Y estoy prometida. Con David.
Los dos se quedaron mirándose con furia un buen rato hasta que por fin Pedro inspiró con fuerza.
—Vamos, tenemos trabajo que hacer.
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