lunes, 12 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 22

Aunque,  por  supuesto,  aquello  no  era  asunto  suyo.  Y  no  tenía  por  qué  involucrarse. Salvo porque Sonia  se sentiría responsable si algún estupendo bombero se aprovechara de ella.

—¿Cómo dijiste que se apellidaba?

—No lo he dicho.

Pedro enarcó una ceja y la miró con gesto glacial y expectante.Ella no desvió la mirada.

—Lobo. Se apellida Lobo.

Pedro suspiró. Ya se lo imaginaba.


Paula había planeado un tranquilo día para el sábado. Iba a ver el Empire State Building  por  la  mañana  y  a  dar  un  paseo  por  el  Greenwich  Village  por  la  tarde.  Después,  le  había  prometido  a  Rafael pasarse  por  su  casa  a  las  cinco  para  empezar  a  preparar la cena.Había  acabado  de  fregar  los  cacharros  del  desayuno  y  se  estaba  poniendo  las  sandalias, cuando sonó el teléfono.

—Estoy  preparando  un  portafolio  para  un  posible  cliente  —masculló  una  voz  masculina sin más preámbulos.

—¿Qué?

—Ya me has oído. Reúnete conmigo en el estudio dentro de una hora.

Sólo escuchó el chasquido cuando él colgó.O sea, ni se lo había pedido y ni siquiera había dicho por favor.

—No debería ir —murmuró para sí misma.

Pero  sabía  que  su  responsabilidad  no  se  lo  permitiría.  Y  realmente  quería aprender.  Si  se  pasaba  todo  el  día  con  Pedro Alfonso,  aprendería  más  que  con  un  paseo por el Village. Eso lo sabía.Aunque aquella no era la razón por la que se sentía tan reacia a ir.La razón era Pedro Alfonso.La  llamada  había  llegado  la  noche  anterior,  como  caída  del  cielo,  dándole  una  buena sorpresa a Pedro.

—Soy Palinkov. Diego Palinkov. ¿Me conoce?

Por supuesto que lo conocía. Todo el mundo en la moda y la publicidad conocía a  la  última  sensación  del  diseño.  El  año  anterior,  sus  líneas  impactantes  habían  llamado mucho la atención en Milán y en París y ese año presentaba su colección en Nueva York.

—Estoy buscando un fotógrafo. Con visión.

Pedro apretó el receptor.

—¿Visión?

—Hum... He hablado con Estefanía Kemmerer. ¿La conoce?

—Sí.

Estefanía era  la  agente  de  Pedro y  no  sólo  era  una  de  las  mejores  en  el  negocio,  sino que era una mujer con influencias y contactos por todas partes.

—Estefanía me  mencionó  su  nombre.  Me  gustaría  ver  sus  mejores  trabajos.  Es  un  asunto de visión, ¿Me entiende? Usted tiene visión y yo también. Y busco al fotógrafo que  pueda  interpretar  mejor  la  mía.  Ella me  enseñó  algo  de  su  trabajo  y  creo  que  quizá  sea  el  adecuado.  Pero  necesitaría  ver  más  cosas.  Unas  treinta  fotos  o  así.  Entonces lo sabré seguro. ¿Me las preparará?

 —Por supuesto.

Así  que  eso  era  lo  que  estaba  haciendo  en  el  estudio,  escogiendo  y  valorando  para buscar el portafolio que mejor lo representara a él y su visión del mundo.Y para conseguir el mayor y mejor trabajo de toda su carrera.Y  simplemente  había  pensado  que  Paula debería  formar  parte  del  proceso.  Lo cierto era que le tenía impresionado. A un nivel puramente profesional, claro. Hacía buenas  preguntas  y  tenía  instinto  fotográfico.  Y  su  habilidad  para  anticiparse  a  sus  necesidades  era  casi  mágica.  Ella  entendía  un  poco  su  visión  debido  a  que  había  estado estudiando su trabajo. Sería bueno tenerla allí.Y  si  llegaba  un  poco  tarde  a  su  sesión  de  cocina  con  Rafael,  tampoco  le  parecía  mal. Así que la llamó, aunque se arrepintió casi al colgar.En  cuanto  entró  en  el  estudio  mirándolo  con  furia,  estalló  entre  ellos  un  fuego  de sensualidad primaria.

—¿Qué? —preguntó  Pedro ofendido  y  a  la  defensiva  al  mismo  tiempo—. ¿Estás enfadada por haber tenido que venir a trabajar hoy?

—Por supuesto que no. Es simplemente que me lo podrías haber pedido.

Era  cierto,  aunque  él  casi  nunca  pedía  nada.  Además,  si  se  lo  hubiera  pedido  ella se habría negado y así la tenía en el estudio.

—¿Te interrumpí algo? —la retó—. ¿Una sesión amorosa con el hombre lobo?

Ella abrió mucho los ojos antes de cerrarlos.

—Voy a prepararle una cena a Rafael. Eso es todo. Y estoy prometida. Con David.

Los  dos  se  quedaron  mirándose  con  furia  un  buen  rato  hasta  que  por  fin  Pedro inspiró con fuerza.

—Vamos, tenemos trabajo que hacer.

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