miércoles, 7 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 11

—Estás buscándote problemas —había dicho David.

Pero  Paula no  estaba  tan  segura.  Estaba  buscando  una  prueba.  Necesitaba  ver  cómo  era  el  mundo  tras  las  colinas  onduladas  y  los  riachuelos  del  norte  de  Iowa,  donde  se  había  criado.  Collierville  era  maravilloso,  pero  quizá,  como  la  hermana  Carmen, estuviera eligiendo el camino más fácil.Quizá ella debería irse también.

—¡Desde  luego,  no  quince  años!  —había  exclamado  David  cuando  le  había  contado cuánto tiempo había estado la hermana fuera.

—¡Por supuesto que no! Un par de meses. Eso es todo. ¿Qué te parece?

—Pienso  que  es  una  locura   —había  dicho David  con   su   acostumbrada   sinceridad—.  ¿Qué  hay  ahí  fuera  que  no  haya  aquí?  Aparte  de  crimen,  pobreza,  suciedad y aire contaminado, quiero decir.

David  sabía  que  eso  en  cierto  grado  también  lo  tenían  en  Iowa,  pero  sacaba  los  argumentos de toda la población que se sentía superior a los neoyorquinos. Pero al final la había apoyado y le había dicho a sus padres que sí Paula sentía que  tenía  que  hacerlo,  entonces debía  hacerlo.  Y  a  los  padres  de  ella  que  no  le  importaba esperar para casarse. Al fin y al cabo ya habían esperado otras veces.

—Volveré en agosto —les había recordado ella a todos.

—Y me dejas a mí con todo el trabajo —se había quejado su madre.

Pero  Paula sabía  que,  secretamente,  su  madre  estaba  encantada.  Ella  tenía  mucho más interés que su hija en organizar una boda memorable.

—Me  llevaré  la  agenda  conmigo.  Organizaré  lo  de  las  flores  y  el  servicio  de  restaurante —prometió Paula—. Y mandaré las invitaciones desde allí.

Y  se  había  llevado  su  agenda.  Pero  esa  noche  no  estaba  trabajando  con  la  lista  de flores ni de invitados. Esa noche estaba contemplando transfigurada el horizonte de Nueva  York  y  de  vez  en  cuando  tenía  que  pellizcarse  para  saber  que  no  estaba  soñando. Iba a  ser  maravilloso.  La  experiencia.  El  trabajo.  Haría  un  buen  trabajo,  a eso estaba decidida. A pesar del desastroso y humillante comienzo, salvaría el trabajo. Y volvería  en  paz  a  casa;  habiendo  visto  las  luces  y  la  gran  ciudad,  estaría  preparada  para sentar la cabeza con David. Como la hermana Carmen conocería el gran mundo y volvería a casa. Cerró los ojos entonces y pensó en Iowa. Pensó en lo verde que era la hierba y lo azul del cielo. Pensó en David: fuerte, equilibrado y dependiente. Era todo lo que siempre había buscado en un hombre. Pero  justo  antes  de  quedarse  dormida  se  encontró  esperando  que,  cuando  se  acercara  desnuda  a  él  en  su  noche  de  boda,  la  mirara  con  la  misma  intensidad  con  que la había mirado Pedro Alfonso.


¡Era como si Sonia hubiera hecho un pacto con el Altísimo!Bueno, admitió Pedro, quizá lo hubiera hecho. Ella siempre estaba ayudando a los demás.  Quizá  fuera  por  eso  por  lo  que  todo  lo  relacionado  con  Paula estuviera  saliendo a pies juntillas.Acababa de estar junto a la mesa de Edith diciéndole que si quería que Paula la sustituyera  tendría  que  buscarle  un  sitio  para  quedarse  cuando  la  puerta  se  había  abierto y había aparecido Sierra, la estilista.

—¿Se queda? —Cecilia  pareció encantada—. ¿La amiga de tu hermana? ¡Estás de broma!

—Ya me gustaría. No quiere irse.

Cecilia abrió mucho los ojos.

—¿Sólo te ha echado un vistazo y ya ha decidido que no puede vivir sin tí?

Cecilia trabajaba  a  menudo  con  Pedro y  sabía  cómo  las  mujeres  se  rendían  a  sus  pies. Y también lo que a él lo irritaba eso.

—Está prometida.

Cecilia parpadeó con sorpresa.

—Podrías desbancarlo.

—¡No tengo el mínimo interés!

El tono de su voz hizo que la estilista diera un paso atrás. Entonces se encogió de nuevo de hombros.

—Tú nunca lo tienes, ¿Verdad?

—No —aseguró él con firmeza—. No lo tengo.

—Bueno, ¿Cuándo empieza a trabajar?

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