lunes, 12 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 25

Paula  disfrutó  de  una  agradable  cena  con  Rafael.  Era  divertido,  inteligente  y  encantador. Y no suponía ninguna amenaza en su compromiso con David.Y  no  era  que  no  le  gustaran  las  mujeres.  Era  evidente  que  sí,  pero  no  deseaba  más  las  ataduras  que  Pedro.  Eso  se  lo  había  dejado  muy  claro  mientras  fregaba  después de la cena. Paula  hizo  un  comentario  acerca  de  lo  encantador  que  era  un  hombre  que  fregaba los platos y le preguntó cómo no lo había cazado alguna mujer afortunada.

—Porque  no  me  dejo  cazar  —contestó  él  con  bastante  firmeza—.  No  me  interesa el matrimonio.

Paula sintió que era algo íntimo y aunque le hubiera gustado saber la causa, no hizo  más  preguntas  de  las  que  le  haría  a  Pedro.  De  cualquier  manera,  ninguno  de  ellos era asunto suyo.Pero preguntarse los motivos que tendría Rafael no la mantenía despierta por las noches.Y Pedro sí.Y pensar  en  con  quién  estaría  saliendo  la  irritaba  y  le  hacía  dar  incontables  vueltas en la cama por las noches.

Pedro tenía claramente prisa por irse del estudio el lunes por la tarde.

—Tengo una cita para cenar —les dijo con impaciencia.

—¿Una cita ardiente? —preguntó Cecilia con una sonrisa.

—Sí, una cita ardiente —susurró Pedro con voz aterciopelada.

Entonces dirigió una mirada de soslayo hacia Paula para ver su reacción.Pero  ella  no  mostró  ninguna  y  aparentó  no  enterarse.  Llevaba  todo  el  día  intentando no fijarse en Pedro y negándose a recordar su beso.

—¿Alguien que conozcamos? —preguntó Cecilia al bajar en el ascensor.

La boca de Pedro se curvó en una sexy sonrisa.

—Aldana.

—¿Aldana? —Cecilia frunció  el  ceño  al  abrirse  las  puertas  del  ascensor—.  ¡Te  comerá vivo!

La sonrisa de Pedro se ensanchó.

—Y disfrutaré de cada minuto mientras lo haga.

Entonces  con  un  asentimiento  de  satisfacción  consigo  mismo,  sujetó  la  puerta  principal para que salieran sus dos colaboradoras, las despidió y paró un taxi.

Al verlo alejarse, Paula sintió una extraña vaciedad.

—¿Quién es Aldana?

Cecilia  señaló el cartel sobre el edificio al final de la manzana. Era una fotografía inmensa de la mujer más delgada, sensual y sensacional que hubiera visto nunca.

—Ésa.

—¡Ah! ¡Qué bien!

—Pero no durará.

Eso  pensaba  Paula.  Él  mismo  había  dicho  que  nunca  salía  dos  veces  con  la  misma mujer.Pero Aldana duró.Más de un día. Y más de una semana. Pedro  aparecía  cada  mañana  con  los  ojos  rojos  y  bostezando  mientras  le  preguntaba a Paula con ironía si había tenido una agradable charla con su novio.

—Sí. Tuvimos una conversación encantadora. David y yo...

Pero  Pedro   nunca  la  escuchaba.  Siempre  se  daba  la  vuelta  y  empezaba  a  ladrar  órdenes  y  a  moverse  a  toda  velocidad  obligándola  a  seguirle  el  ritmo.  Dos  veces  de  esa  semana  se  fueron  a  Central  Park  a  hacer  exteriores.  Tres  cámaras,  incontables  focos  y  reflectores  además  de  las  baterías.  Y  cinco  modelos  con  el  pelo  más  salvaje  que la jungla.

—Es todo un reto —comentó Cecilia.

Paula también  pensaba  lo  mismo.  Y  no  sólo por  el  peso  del  equipo.  Aquella  semana había sido extraordinariamente húmeda para aquella época del año y el calor era  agobiante.  Pedro se  quitó  la  camiseta  para  refrescarse  y  Paula se  fijó  en  su  bonito torso musculoso salpicado de vello.¡Y no es que a ella le afectara. ¡Ni siquiera lo había mirado dos veces! No, no le interesaba en absoluto el torso de ningún hombre salvo el de David.David.Cerró los ojos y tragó saliva.

—Cuando David y yo...

—¡Tráeme esa lente! ¡No te quedes ahí parada!

Paula lo miró furiosa. A él y a su torso. ¡Pero si llevaba todo el día con la lengua fuera de tanto trabajar! Se acercó a él y le plantó la lente en la mano con brusquedad.Y  si  le  pisó  los  dedos,  ella  no  tenía  la  culpa  de  que  Pedro Alfonso tuviera  los  pies más grandes que el ego.No tenía nada que ver con que estuviera saliendo con Aldana.

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