miércoles, 28 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 51

A la mañana siguiente llamó a David. No sabía qué decirle. Se preguntó si debería esperar a volver para decírselo en persona y supo que no podía.Ya había esperado demasiado tiempo.No había más que contar que la verdad.

—No puedo seguir con ello —espetó en cuanto él descolgó.

—¿Qué?

Por supuesto, Daide no esperaba escucharla al romper el alba, pero Paula quiso pillarlo  antes  de  que  saliera  para  los  campos.  Además,  se  había  pasado  casi  toda  la  noche despierta y preocupada mientras intentaba no escuchar los ruidos de Gibson, que se agitaba en la cama de al lado.

—La boda —intentó explicarle—. No puedo casarme contigo. ¿Sabes lo de... mi inquietud? Bueno, pues no ha desaparecido.

—¿Qué  quieres  decir?  Dijiste...  Estabas  segura... 

David  no  encontraba  las  palabras y no le extrañaba. Sabía que estaba trastornado a la vez que dolido. Y tenía todo el derecho. No podía culparlo. Sólo a sí misma.

—Es  culpa  mía  —dijo  ella—.  No  tiene  nada  que  ver  contigo.  Sólo  conmigo.

«Y lo que siento por Pedro» Pero eso no lo dijo. Sería una crueldad gratuita.

—¿Es eso de ojos que no ven corazón que no siente? —discutió David con ella—. ¡Es porque no estoy ahí o porque tú no estás aquí!

—No.

Pero David no estaba convencido.

—Éramos demasiado jóvenes cuando decidimos casarnos. Apenas unos niños.

—Estábamos enamorados.

—Sí, lo estábamos, pero ahora...

Paula no supo como terminar. David lo hizo por ella.

—Ahora tú no lo estás.

Notó  el  dolor  en  su  voz  y  se  sintió  más  rastrera  que  una  serpiente.  Y,  sin  embargo, sabía que volver y casarse con él sería una equivocación, aunque no amara a Pedro.¡No era porque fuera a casarse con él! Era que él le había enseñado la intensidad verdadera   de   lo   que podía llegar  a  sentir   y   que   debería   sentir   antes  de  comprometerse de por vida.

—Yo te quiero, David —protestó con debilidad Paula—. Pero no... —sintió que las lágrimas rodaban por sus mejillas—. ¡Oh, Dios, lo siento! No quería hacerte daño.

Él no dijo nada. Ni ella tenía derecho a esperar que la perdonara.

—Lo siento —susurró de nuevo.

—Podemos solucionarlo, Pau.

Pero ella no le dejó terminar.

—No —susurró—. No podemos.

Colgó y se tapó la cara con las manos odiándose por haberle hecho tanto daño.Suponía  que  a  David  no  le  serviría  de  mucho  consuelo  saber  que  al  amar  a  Pedro sin ser correspondida ella también estaba sufriendo. No se quitó el anillo de compromiso.Ni le contó a Pedro lo que había hecho.Si  le  decía  que  había  suspendido  la  boda  querría  saber  por  qué.  O  peor,  lo  adivinaría en el acto.Y  podía  imaginarse  lo  que  pensaría  entonces.  La  pobre  y  patética  Paula ni  siquiera  podía  amar  al  hombre  que  la  amaba  y  era  tan  tonta  como  para  enamorarse  del hombre que nunca la correspondería. Sintió  un  involuntario  estremecimiento.  Quizá  fuera  una  cobarde,  pero  había  cosas que era mejor no decir por pura supervivencia.Así  que  intentó  sonreír  y  comportarse  como  siempre  lo  había  hecho.  La  responsable  y  colaboradora  Paula.  Sonriendo  y  hablando.  Llevando  y  trayendo  cosas.Y  mientras  lo  hacía,  acumularía  los  recuerdos  porque  sabía  que  en  algún  momento se tendría que ir y lo único que le quedaría serían los recuerdos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario