lunes, 12 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 23

Antes de que ella llegara, Pedro  ya había sacado carpetas y cajas de antiguas fotos y hojas de contacto. Las extendió sobre la mesa y mientras tanto le explicó a Paula  la llamada de Palinkov, su trabajo de diseñador y lo que quería de él.

—Se  supone  que  tengo  que  hacerle  entender  mi  visión.  Lo  que  veo.  Lo  que  capturo. Lo que hago mejor.

A Paula se le agitaron los rizos al asentir. Pedro empezó  a  sacar  las  fotos  más  fuertes.  Las  que  le  habían  hecho  ganarse  el  éxito y que hacían que la gente se parara a mirarlas. Las que le habían dado la fama. Paula las  miraba,  se  detenía  ante  una  y  estudiaba  otra.  Puso  algunas  en  una  pila  y  otras en otra. Pedro sacó más.

—Necesitamos  hacer  montones  diferentes  para  sentimientos  diferentes  —dijo Paula moviéndose tras él.Gib captó un trazo de aquel aroma floral y se apartó con desgana.

—Dame.

Paula deslizó  una  mano  por  debajo  de  la  de  él  para  agarrar  las  que  tenía  y  empezar a clasificarlas. Pedro la observaba.Tenía  la  cabeza  agachada  para  mirar  las  fotos  sin  prestarle  a  él  ninguna  atención. Hizo varios montones y sacó algunas.

—Mira éstas.No eran tan impactantes como las que él había escogido. Eran más tranquilas y sutiles. Más dulces.

Pedro sacudió la cabeza.

—Éstas no te atrapan. Y el material de Palinkov te atrapa.

—Pero él quiere tu visión.

—Pero no toda. Ésas no son tan buenas como éstas.

Paula estudió las fotos de nuevo y asintió.

—Tienes razón, pero tú tienes algunas que son tan buenas como ésas.

—¿Cuáles? ¿Qué quieres decir?

—En tu libro sobre Catalina Neale.

—No.

—Son tan buenas como las que has escogido tú.

—¡Maldita sea, he dicho que no!

Ella alzó la mirada sorprendida de su brusquedad.

—Esas fotos eran muy buenas, Pedro—dijo muy tranquila—. Muestras una faceta tuya completamente diferente. Una más íntima. Es otra forma tuya de mirar.

—Era otra forma mía de mirar.

Ella ladeó la cabeza.

—¿Qué? ¿Ya no lo es?

—No —dijo él con firmeza.

Pero Paula no lo aceptó.

—Yo  creo  que  son  muy  buenas.  Muestran  mucho,  parecen  entender  mucho  de...

—¡Maldita sea! ¡Déjalo! Mira esto —le pasó una pila de fotos recientes—. Esto es lo que Palinkov quiere ver. Éstas son fotos de moda y ésta es la imagen. Estúdialas y escoge algunas. Luego las compararemos con las mías.

Paula lo obedeció y se fue al otro extremo del estudio.

—Las miraré aquí —dijo dándole la espalda.

—Muy bien —masculló Pedro.

Era mejor que no trabajaran juntos. Evidentemente no era tan perceptiva como él creía si no era capaz de ver lo que había mejorado él desde el libro de Catalina.Los dos clasificaron en silencio y después escogieron de nuevo y deliberaron.En  un  momento,  Pedro pasó  por  las  que  había  sacado  el  día  que  había  llegado  Paula. No las había vuelto a ver desde aquel día.Se había sentido muy tentado, pero lo había evitado. Pero  era  un  asunto  de  trabajo.  Apoyó  las  palmas  en  la  mesa  mientras  las  contemplaba. Eran... diferentes. Ella era diferente.Todas las otras chicas parecían expertas, sin mácula, intocables. Paula estaba... adorable.Parecía viva. Pedro casi podía ver sus senos agitarse y tragó saliva. El cuerpo se le endureció y bajó la cabeza para inspirar con intensidad.

—¡Oh, no! —dijo una voz tras él—. ¡No vas a meter ninguna de esas!

Pedro se  dió  la  vuelta  con  una  sonrisa  para  ver  un  intenso  sonrojo  en  la  cara  de  Paula. Lo estaba mirando furiosa.

—¡Aparta ésas! ¡O mejor, tíralas a la basura!

Paula intentó rodearlo para llegar hasta las fotografías, pero él se plantó frente a ellas para impedírselo. Ella se movió. Lo mismo hizo él quedándose entre ella y las fotos con una sonrisa.

—¡Pedro! ¡Dame esas...!

Él sacudió la cabeza.

—¡No!

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