viernes, 2 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 8

Por  supuesto,  Pedro tenía  que  buscarle  un  sitio  para  quedarse.  Sonia le  recordó  que lo había prometido.

—¿Que yo hice qué? —gritó él.

Su  hermana  había  llamado  a  última  hora  de  la  tarde  para  ver  qué  tal  iban  las  cosas, cómo estaba «la querida Paula» y si le había organizado la estancia.

—Dijiste que le buscarías un sitio de alquiler —repitió Sonia.

Pedro estaba seguro de no haber dicho tal cosa.

—¿Que yo he dicho que le buscaría un sitio de alquiler? ¿Con esas palabras?

—Bueno,  no  hace  falta  que  te  pongas  como  un  abogado  —refunfuñó  su  hermana—.  Supongo  que  no  fue  exactamente  con  esas  palabras.  Yo  te  pregunté  si  podrías buscarle un sitio y me dijiste que suponías que sí.

—Pero nunca pensé...

No  podía  decirle  que  nunca  había  creído  que  seguiría  adelante.  Le  debía  demasiado y su hermana apenas le pedía nunca nada.Sólo aquello. Sólo... Paula.

—Nada todavía.

—¿Nada?Gina pareció horrorizada.

—Sí, pero ya buscaré algo.

—No lo sentirás —dijo Sonia con buen humor—. Estoy segura de que les irá bien a  lo  dos.  ¡Paula estaba  tan  ansiosa  por  ir!  Y es muy  trabajadora,  Pedro.  No  hay  nada  que le puedas pedir en lo que no te pueda ayudar.

—¡No  me  digas!  —replicó  Pedro con  sequedad  para  no  contarle  lo  que  ya  había  hecho Paula.

Su hermana quedaría alucinada. Diablos, si cada vez que lo pensaba también él quedaba  alucinado.  Pero  no  pensaba  mencionarlo.  Paula Chaves,  desnuda,  era  un  recuerdo que no tenía intención de compartir con nadie.

—Ella  misma  es  bastante  buena  fotógrafa —prosiguió  Sonia—.  Oh,  no  de  tu  clase, por supuesto, cariño. Pero hace fotos maravillosas para La Gaceta.

La  Gaceta  de  Collierville  era  el  periódico  semanal  local.  Sonia era  la  directora  comercial, así que era evidente que era allí donde se habían conocido. Las fotos que Gib   recordaba del  periódico eran de reinas   de   belleza   locales,  de  fiestas  de  adolescentes,  jugadores  de  fútbol  del  colegio,  concursos  de  pesca  y  algunos  paisajes  de hectáreas y hectáreas de cultivos de maíz y soja.

—¿Y eso la ha inspirado para querer venirse a Nueva York?

—No exactamente. Tuvo que ver con una monja, creo.

—¿Una monja?

—Para  un  artículo  que  escribió.  Paula,  quiero  decir.  Debió  inspirarle  algo  y  ha  estado muy inquieta decidiendo qué quería hacer...

¿Bailar desnuda?, pensó Pedro con una sonrisa.

—Había dado clases en el jardín de infancia durante tres años antes de empezar a trabajar en el periódico.

¿Jardín de infancia?   ¿Había visto  a   una  profesora de  jardín  de  infancia  desnuda?Pero lo que era peor era que el recuerdo le despertaba todavía algo en el cuerpo. Al menos aquella profesión explicaba el vestido tan pudoroso que llevaba.

—Era maravillosa con los niños. También le encantaba el trabajo, pero acabó un poco  inquieta.  Pensó  que  quizá  no  fuera  lo  que  quería  hacer  toda  su  vida,  así  que  vino al periódico el año pasado.

—¿Y sigue sin estar satisfecha?

—Bueno,  no  es  que  no  esté  satisfecha,  pero  ha  vivido  en  Iowa  toda  la  vida.  Quería ver lo que está por detrás del horizonte.

¡Más tonta ella!, pensó Pedro.

—No  será  capaz  de  aguantar  esto  —dijo Pedro sin  rodeos—.  Es  demasiado  ingenua. Demasiado inocente.

—Bueno, te tiene a tí y...

—¡Desde luego que no me tendrá a mí! Yo no soy Mary Poppins, ¿Sabes?

—Por  supuesto que  no  —replicó  Sonia con  rapidez—.  Tampoco  esperaba  eso. 

De  verdad  que  no.  Sólo  esperaba  que  le  echaras  un  vistazo.  Y  ella  está  muy  ansiosa  por  aprender  todo  lo  que  tengas  que  enseñarle  «¡Oh,  Dios,  no  digas  eso!,  pensó  horrorizado».   Y   como   siempre   pareces   necesitar   una   nueva   asistente.   Ella   es   exactamente el tipo de chica con la que me gustaría que te... Sonia se  detuvo  de  forma  abrupta  y  hubo  un  largo  y  embarazoso  silencio.  Uno  que  Pedro esperaba  que  no  rompiera  porque  sabía  exactamente  cómo  terminaría  su  hermana.«El tipo de chica con la que me gustaría que te casaras». No era un secreto que Sonia quería verlo casado y de vuelta en Iowa. Eso era lo que  siempre  había  esperado  desde  el  verano  en  que  había  aceptado  una  beca  de  trabajo con el célebre fotógrafo Carlos Volano doce años atrás.

—Pero  si  la  celebridad  no  te  interesa  —había  dicho  Sonia sin  entender  por  qué  quería aceptar aquel trabajo.

—Pero la gente sí.

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