miércoles, 7 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 14

—¿Rafael? ¿Quién es ése? —quiso saber Pedro.

—Mi  vecino  —dijo  Karina señalando  abajo—.  Compramos  las  casas  al  mismo  tiempo.  Él  tiene  los  dos  pisos  de  abajo.  Parece  un  desperdicio  cuando  está  soltero  y  apenas  pasa  suficiente  tiempo  en  casa  como  para  disfrutarla —sacudió  la  cabeza—. Es  bombero  y  viaja  por  todo  el  mundo  a  apagar  incendios.  Pozos  de  petróleo,  desastres  naturales  y  cosas  así. 

Pedro vió  como  Paula abría  cada  vez  más  los  ojos  y  le  hubiera   gustado   que   Karina se   hubiera   guardado   para   sí   misma   los   detalles relevantes.

—¿Qué día recogen la basura? —preguntó—. ¿Qué hay de la basura reciclable? ¿Va   a   inspeccionar  alguien  todo  ese  trabajo  de  emplastecido?   Paula no   será   responsable de ello.

—He hecho una lista —Karina hizo un gesto hacia unos papeles en el bloc de la cocina—. Lo he apuntado todo con fechas. No es gran cosa.

Pedro lanzó  un  bufido.  Para  ella  era  muy  fácil  de  decir.  ¡Por  algo  se  iba  a  los  Hamptons! Pero sería Paula la que se quedaría allí. ¿Y si eran todos unos asesinos o violadores? Bueno, eso no podía preguntarlo.Pero Paula no parecía tener los mismos reparos que él. Agarró la lista y sonrió de forma beatífica.

—No hay problema. Suena divertido —miró a Pedro con los ojos brillantes—. Así tendré una auténtica experiencia de la vida de Nueva York.

Karina lanzó una carcajada.

—Eso seguro.

—Paula tiene  un  trabajo  —le  recordó  Pedro—.  No  podrá  estar  aquí  todo  el  tiempo.—¡No tendrá que estar! Rafael  puede dejarlos entrar.

—Pensé que estaba siempre de viaje por todo el mundo.

Karina agitó las manos.

—¡Oh, ya sabes cómo son esos trabajos! Cuando está en el país, apenas sale del piso  de  abajo.  Estará  en  casa  durante  las  próximas  seis  semanas.  Seguro  que  lo  conocerás  un  día  de  estos  —le  dijo  a  Paula con  un  gesto  de  complicidad—.  ¡Está  como un tren!

Pedro apretó los dientes.

—Ella está prometida.

Karina sonrió con ansiedad un minuto antes de relajarse.

—Bueno —le  dijo  animada  a  Paula—.  A  nadie  se  hace  daño  con  mirar,  ¿No  crees?

Las dos compartieron una carcajada conspiratoria. Cuando Paula lo miró, Pedro tenía el ceño fruncido y ella le puso el mismo gesto.

—No estoy seguro de que deba tener una llave —protestó él.

Pero Paula lo interrumpió.

—Pienso  que  es  muy  amable  por  tu  parte  —le  dijo  a  Karina como  si  él  no  estuviera presente—. Y estaré encantada de abrirles a los escayolistas o a quien haga falta. Estoy segura de que estaré muy a gusto aquí.

—Yo  también  —dijo  Karina ignorándolo  también—.  Y  me  sentiré  mucho  más  tranquila sabiendo que habrá alguien viviendo aquí.

 Las dos se estrecharon las manos entre sonrisas y Pedro  las miró con irritación.Entonces Paula se dió la vuelta hacia él.

—Bueno —dijo  apresurada—.  Gracias  por  traerme  hasta  aquí.  Has  sido  muy  amable, pero no quiero robarte más tiempo. Ya sé que estás siempre muy ocupado.

Y se lo quedó mirando como si quisiera que se marchara. Pedro no  se  movió  durante  más  tiempo  del  que  le  hubiera  gustado  admitir.  ¿Lo  estaba echando?

—La  verdad  es  que  sí  estoy  muy  ocupado  —dijo  echando  un  vistazo  a  su  reloj—. Tengo una cita y no quiero tenerla esperando.

Entonces les dirigió una orgullosa mirada masculina y se encaminó a la puerta.

—Mañana estarás en el estudio a las nueve de la mañana.

Paula parpadeó de la sorpresa.

—¡Por supuesto!

Pedro abrió la puerta y se detuvo de nuevo.

—Puedes  tomar  el  tren  número  nueve  mañana.  Sube  en  la  setenta  y  nueve  y  sales en la dieciocho.

—De acuerdo.—Pedro se detuvo de nuevo después de abrir la puerta.

—¿Sabes usar el metro?

—Por supuesto.

Pero Paula tragó saliva con nerviosismo antes de esbozar una sonrisa.

—Iré a recogerte. Sólo por esta vez. Espérame en la estación a las ocho y media.

—Yo  le  enseñaré  los  transbordos  —dijo  Karina animada—.  No  te  preocupes  por eso. Tú vete a tu trabajo, que ella aparecerá puntual.

—Eso es —dijo Paula—. Karina me lo enseñará.

Entonces las dos le sonrieron como si hubieran hecho un frente unido.Sin embargo, Pedro siguió sin moverse.

—¿Tu cita? —le recordó Paula.

Pedro exhaló el aliento de forma audible.

—¿Qué? ¡Ah, sí!

Salió por la puerta, vaciló un segundo más, sacudió la cabeza y empezó a bajar las escaleras. Entonces escuchó cerrarse la puerta en el rellano superior.¿Era así como se sentían las madres el primer día que dejaban a sus hijos en el colegio?

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