viernes, 9 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 18

Ella se sonrojó.

—Es  que  acabo  de  tomar  una  comida  deliciosa  y  compré  el  libro  para  intentar  hacerla en casa. Para David.

Pedro apretó la mandíbula.

—Ya.  David.  Y  también  podrás  probarla  con  el  guapo  bombero  de  tu  vecino  antes de volver a casa.

Lo dijo con tal dureza que Paula parpadeó.

—¿Qué?

—Nada —le  devolvió  el  libro  y  echó  un  vistazo  a  su  reloj—.  Tengo  que  irme.  Tengo una cita.

—¿Con la misma chica? —preguntó ella antes de poder contenerse.

—¿Qué? —fue él el que pareció asombrado—. ¡Oh, no! Nunca con la misma —esbozó una sonrisa irónica—. Que te diviertas con tu libro de cocina. Vuelve a dejar el otro en la estantería —le aconsejó—. No merece la pena que pierdas el tiempo.

Entonces  se  dió  la  vuelta  y  salió  sin  mirar  atrás.  Cuando  desapareció  por  las  escaleras, Paula bajó la vista hacia el libro de Catalina Neale. Quizá  fuera  antiguo  y  él  ya  no  se  sintiera  orgulloso  de  aquella  obra.  Pero  ella sentía mucha curiosidad.Se llevó el libro hasta un cómodo sillón y empezó a pasarlas páginas. No estaba segura de lo que había esperado encontrar, pero desde luego mucho menos de lo que vió. La  actriz  estaba  fotografiada  de  la  forma  más  sencilla,  como  el  resto  de  su  trabajo,  pero  había  algo  más  personal  y  cálido  que  había  abandonado  en  su  trabajo  posterior.Los retratos de Catalina la mostraban fresca, joven y vibrante. La actriz jugaba con  la  cámara  como  si  fuera  un  gatito.  Vestida  con  trajes  artísticos  y  extravagantes,  acampando, recortada contra la ventana de un apartamento mirando a la ciudad y la luna.  Y  había  tal  anhelo  en  su  expresión,  tal  desesperación.  ¿En  qué  habría  estado  pensando?  En  la  página  siguiente  Paula entendió  la  causa  porque  Pedro la  había  fotografiado con el mismo semblante mirando al cartel de un teatro.

—Su nombre en candilejas —murmuró Paula.

Aquello era lo que ansiaba. Había  otras  fotos  de  la  actriz  desnuda,  envuelta  sólo  en  sombras  o  suaves  sábanas  de  una  cama  deshecha.  Y  allí  su  expresión  había  cambiado.  En  algunas  parecía   distante,   remota   casi.   Y   en   otras   jugueteaba   de   nuevo,   sugerente... prometedora.En conjunto, Pedro había descubierto su potencial en los comienzos de su carrera.Paula  pensó  que  se  debían  haber  conocido  cuando  ambos  empezaban  las  carreras  que  algún  día  les  harían  famosos.  Y  en  aquellos  retratos  se  notaba  el  incipiente talento de ambos. Catalina  emanaba  atractivo  sexual  sin  hacer  más  que  comer  una  manzana  o  relajada en un baño de espuma. La forma que miraba a la cámara recordaba a Eva la tentadora.¿Habría tentado aquella mujer a Pedro?Desde luego, en la actualidad se mantenía impasible ante las mujeres a las que fotografiaba y a pesar de eso conseguía captar su esencia interior. A  ella  le  maravillaba.  Hubiera  deseado  conseguirlo  ella  misma.  Sus  fotos  de  la  hermana Carmen contemplando la abadía y riéndose al contar una historia divertida estaban cerca. Pero no eran de ninguna manera tan buenas como las de Pedro.

—¡Por eso él es un famoso fotógrafo de Nueva York —se dijo a sí misma—, y tú no. Pero podría aprender de él y de su libro también.

Lo  cerró  y  se  quedó  pensando  en  cómo  habría  conseguido  un  estudio  tan  profundo de la actriz.Desde  luego  debía  haber  tenido  acceso  a  detalles  íntimos  de  la  vida  de  Catalina. Ella debía haber confiado bastante en él para darle tanta libertad. Paula se   imaginó  haciendo   lo   mismo   que   Pedro había   hecho,   sacar   cronológicamente  los  estados  de  humor  de  una  persona,  sus  esperanzas,  miedos  y  deseos. ¿Cómo sería, por ejemplo, conocer a Pedro tan bien?Lo  retrataría  detrás  de  la  cámara  moviéndose  como  hacía  siempre,  estudiando  los   contactos,   su   sempiterno   fruncimiento de ceño  y después   su   sonrisa   de   satisfacción cuando por fin encontraba una imagen que le agradaba en particular. Y por fin lo retrataría dándole la espalda y alejándose de ella como había hecho aquella noche.Y lo seguiría y lo fotografiaría en otros lugares. ¿Cómo sería Pedro cuando no estaba en su estudio?La  había  llevado  aquella  tarde  a  casa  de  Karina,  pero  no  sabía  qué  lugares  le  gustaba  frecuentar  ni  tampoco  había  visto  nunca  su  apartamento.  ¿Cómo  sería?  ¿Lujoso o espartano? ¿Grande o pequeño? ¿Qué ropa tendría en los armarios aparte de  los  vaqueros  y  camisas  que  se  ponía  para  trabajar?  ¿Se  pondría  calzoncillos  ajustados o de pantalón?¿Cómo estaría desnudo?¿Desnudo?Abrió los ojos de par en par y miró su reloj.

—¡Dios santo!

 Eran casi las diez y se había olvidado de llamar a David.


Pedro pensaba que habían quemado todos aquellos antiguos libros.Descubrir  a  Paula con  uno  en  las  manos  no  le  había  gustado  nada  e  imaginar  que luego lo había estado ojeando aún menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario