miércoles, 21 de marzo de 2018

Inevitable: Capítulo 45

A última hora de la mañana del sábado, recogió todas sus pertenencias y Rafael buscó un taxi para irse los dos a la casa de Pedro.

—¿Qué diablos está haciendo él aquí? —preguntó Pedro en cuanto se abrieron las puertas del ascensor y vió a Rafael seguirla con sus maletas.

—Me está ayudando con el traslado. ¿Dónde ponemos las bolsas?

Pedro señaló al final del corredor antes de volverse hacia Paula.

—Podría haberte ayudado yo. Dijiste que se iba.

—Ah, el miércoles. Bueno, ¿Qué quieres que haga?

Pedro frunció el ceño en dirección a la habitación donde había desaparecido Rafael y giró la cabeza hacia la terraza.

—Ven, te lo enseñaré.

Primero le enseñó la habitación donde dormiría, muy espaciosa y con preciosas vistas a Central Park. Pero lo que le llamó la atención no fueron las vistas del parque, sino las fotografías de la pared. Eran fotos de niños jugando en blanco y negro.Encantada, Paula se acercó más.

—Vamos —le  importunó  Pedro—.  Te  enseñaré  lo  que  tienes  que  hacer  con  las  plantas.

Con  desgana,  se  apresuró  a  seguirlo.  Nunca  había  visto  un  departamento  como  el  de  Pedro.  ¡Era  inmenso!  Las  habitaciones  eran  palaciegas  con  vistas  al  parque  y  el  comedor  tenía  unas  puertas  correderas  que  daban  a  una  terraza  que  era  como  un  jardín, con árboles y arbustos en macetas. Era precioso.

—Si  llueve  mucho,  no  hace  falta  regarlas,  pero  si  no,  ahí  tienes  una  manguera.  Úsala cada dos días.

Le  enseñó  cómo  funcionaban  los  cierres  y  el  sistema  de  seguridad  y  le  dijo  el nombre del portero y el superintendente.

—Ellos te ayudarán si tienes algún problema.

—Parece  como  si  pudieran  cuidar  la  casa  mejor  que  yo  —dijo  Paula con  sinceridad.

—Quiero que se quede alguien a vivir aquí.

—Yo no discutiría con él —dijo Rafael con una sonrisa de buen humor—. Tienes una casa muy bonita.

—Gracias —dijo  Pedro con  sequedad—.  No  te  retrases  por  nosotros.  Quiero  enseñarle a Paula cómo funciona el triturador de basura. No hace falta que esperes.

—¡Oh, esperaré!. —Rafael  sonrió—. Nos vamos al Jardín Botánico.

Pedro se quedó muy rígido y le tembló un músculo de la mandíbula. Miró a Paula durante un largo momento con mirada impenetrable. Casi parecía dolido.Entones dijo:

—Bien —de  repente  pareció  tener  prisa—.  No  es  difícil.  Ya  lo  averiguarás  sola  —se dió  la  vuelta  y  sacó  sus  bolsas  de  lo  que  debía  ser  su  habitación.  Le  dió  dos  llaves y se dirigió a la puerta—. La pequeña es la del buzón. Está en el recibidor. El correo llega hacia las dos. Gracias. Adiós, Paula Chaves. Ha sido... interesante.

Y antes de que ella comprendiera que probablemente no lo vería nunca más, ya había desaparecido en el ascensor. Paula se  quedó  allí  parada  mirando  el  sitio  por  donde  había  desaparecido,  sintiendo una profunda vaciedad hasta que Rafael se acercó a ella.

—¡Eh! ¿Qué te parece si nos vamos a comer?



Había sido una buena idea. Y lo único que podía haber hecho, se aseguró Pedro al sentarse en el avión.Tenía  a  alguien  que  cuidara  de  su  casa,  le  estaba  haciendo  un  favor  a  su  hermana y al mismo tiempo la estaba protegiendo de los lobos sin escrúpulos.¡No era culpa suya si ella era lo bastante estúpida como para acompañar a uno al Jardín Botánico!

Y él pensaba disfrutar. Iba a relajarse y a descansar, a olvidarse de todo menos de los arroyos y los nos limpios, de los osos y ciervos, peces y todo lo que fuera vida salvaje. Iba a respirar el fresco aire alpino de Montana y a hacer ejercicio.Se  iba  de  vacaciones  y  no  pensaba  dedicar  un  solo  minuto  a  pensar  en  Nueva  York, en Paula  o en su profesión. Ni uno solo.Lo  borró  todo  de  su  mente  en  cuanto  el  avión  despegó.  Cerró  los  ojos  y  le  dio  vacaciones a sus pensamientos.¿Dormiría ella esa noche en su cama?

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