lunes, 30 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 50

«No», pensó Paula friendo trozos de berenjena hasta que se volvieron marrones y blandos. Pero no podía decir la verdad por el bien de Baltazar, así que guardó silencio y siguió con aquella farsa de amor eterno que parecía tener cautivado a todo el país. Resultaba irónico. Era la envidia de millones de mujeres,se había casado con un hombre multimillonario y sexy. Se había casado con un Alfonso.El primer vistazo que le echó a su nueva casa la había dejado temblando.No estaba acostumbrada a vivir con tanto lujo. Las reformas de Pedro habían aprovechado al máximo la posición de la villa en la bahía. Los enormes ventanales le proporcionaban un aire moderno y mostraban espectaculares vistas de la bahía y de la reserva natural que lindaba con su terreno. Nadie podría evitar enamorarse de aquella casa, pero la estancia favorita de Paula era la enorme y soleada cocina.

No era un sitio para cocinar, sino también para vivir. El corazón de la casa. Tenía puertas de cristal que daban a una terraza rodeada por un huerto de frutales. Así que recoger naranjas frescas para el desayuno implicaba únicamente salir y tomarlas de alguno de los muchos naranjos. Era un lugar para celebraciones familiares, desayunos agradables y cenas íntimas. Era perfecto.Se llevó a Baltazar a la villa a última hora de la tarde, le dió la merienda en la preciosa cocina y le dejó explorar. El descubrimiento de la que sin duda era su habitación le hizo gritar de alegría.

–¡Barco! –se subió a su nueva cama, que tenía forma de barco a juego con las cortinas imitando velas.

–Sí, es un barco –ver la felicidad reflejada en su cara le elevó el ánimo.

Tenía que reconocer que la habitación era preciosa. El sueño de cualquier niño.Había cestas llenas de juguetes y las estanterías tenían más libros que una librería.

–Tu padre no conoce el significado de la palabra «moderación» –murmuró Paula tomándole de la mano y llevándole a la habitación de al lado.

Al parecer se trataba de un cuarto de invitados. Era muy bonito, tenía unpequeño balcón con vistas a la cala privada que había bajo la villa.

–Mamma duerme aquí –dijo Baltazar encantando subiéndose a la cama y saltando sobre ella.

Paula se le quedó mirando un largo instante y luego sonrió.

–Sí –dijo despacio–. Mamá va a dormir aquí. Es una idea excelente.

No había razón para que tuvieran que compartir cama. Mientras Baltazar volvía corriendo a su habitación y empezaba a revolverlo todo, Paula sacó la ropa del dormitorio principal y la llevó al cuarto de invitados. Luego bañó a Baltazar, que tenía un cuarto de baño náutico a juego con su náutica habitación, le leyó un cuento y luego dejó que Giuliana se quedara con él para poder volver al restaurante y encargarse de las cenas.

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