miércoles, 25 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 41

Su abuelo sonrió, algo poco frecuente en él.

–Mira a Balta. Así es como debe jugar un niño.

Paula miró y vió a su hijo muerto de risa mientras su padre le agarraba de los tobillos y le ponía cabeza abajo. Sintió un nudo en el estómago.

–Espero que no le deje caer al suelo.

Su abuelo le dirigió una mirada de impaciencia.

–Te preocupas demasiado.

–Solo quiero que sea felíz.

–¿Y qué me dices de tí? ¿Eres felíz?

Era la primera vez que su abuelo le hacía aquella pregunta y no supo qué responder.Tendría que ser felíz por que Baltazar tuviera ahora a su padre y por que eleterno conflicto entre las dos familias hubiera tocado a su fin. Pero ¿Podía ser feliz un matrimonio donde solo había amor hacia el hijo en común?Su padre no ocultaba el resentimiento que sentía hacia sus hijos. Se había casado por la presión de su padre, el abuelo de Paula, y cuatro vidas habían resultado dañadas por su egoísmo.Pero Pedro no era como su padre, razonó. Estaba claro que sentía un amor incondicional hacia su hijo.

–Voy a regalarle la tierra como regalo de boda –su abuelo compuso una mueca–. ¿Satisfecha?

Ella sonrió débilmente.

–Sí. Gracias.

Su abuelo vaciló y luego le apretó la mano en una demostración de cariño sin precedentes.

–Has hecho lo correcto.

Sí, lo correcto para Baltazar. Pero ¿Y para ella? De eso no estaba tan segura.Finalmente los invitados empezaron a marcharse. Su abuelo, cansado pero menos gruñón de lo que le había visto en mucho tiempo, se marchó con las enfermeras y solo quedaron unos cuantos miembros de la familia.Sintiéndose sola en medio de los Alfonso, Paula se dirigió incómoda a la esquina más lejana de la terraza donde se habían reunido.

–Toma –Luciana le puso una copa de champán en la mano–. Tengo la impresión de que lo necesitas. Bienvenida a la familia. Estás espectacular. El vestido es perfecto –chocó su copa con la de Paula–. Por tu futuro, que va a estar muy bien a pesar de lo que estás pensando ahora mismo.

Paula se preguntó qué sabía. No estaba acostumbrada a confiar en la gente.Por otro lado, le agradecía a Luciana que hiciera tantos esfuerzos por ser amable.

–¿Tanto se me nota?

–Sí –Luciana estiró la mano y le apartó un mechón del hombro–. Sé que Pepe y tú tienen sus problemas. No me trago la historia que le ha contado a todo el mundo. Pero ahora que están casados todo va a salir bien. Conseguirán que funcione. Hay algo fuerte entre ustedes. Lo noté la mañana que fui a cuidar a Baltazar.

Se trataba solo de química sexual, y Paula sabía que no podía construirse un matrimonio con esa base.

–Está enfadado conmigo.

–Pepe es muy sentido –se limitó a decir Luciana–. Sobre todo con el tema de la familia, igual que Federico. Pero ahora tú formas parte de ella.

–En realidad no quería casarse conmigo –dijo sin pensárselo–. Soy irrelevante.

–¿Irrelevante? –Luciana se la quedó mirando un largo instante y luego sonrió–.Deja que te diga algo sobre mi hermano. No sé qué te habrán contado, pero es muy exigente con las mujeres y cree que el matrimonio es para siempre. No se habría casado contigo si no pensara que podría funcionar.

–No creo que haya pensado en nosotros en ningún momento. Todo esto es por Baltazar.

–Pero han creado a Baltazar juntos –afirmó Luciana con simpatía–. Así que debe de haber algo. Y desde luego tú no eres irrelevante. Se ha pasado toda la noche tratando de no mirarte.

–¿Te has dado cuenta? –murmuró humillada.

Pero Luciana sonrió.

–Es una buena señal. Tengo la sensación de que mi hermano se siente confundido por primera vez en su vida. Eso tiene que ser bueno.

–Yo me lo tomé como una señal de que le soy indiferente.

–No sé lo que siente, pero desde luego no es indiferencia.

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