lunes, 9 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 11

–¿Esta es la idea de venganza que tiene tu abuelo? ¿Castigar a los Alfonso escondiendo al niño?

–¡No! –jadeó ella–. Adora a Baltazar.

Pedro alzó las cejas sin dar crédito.

–¿Adora a un niño que es medio Alfonso? ¿Quieres hacerme creer que la edad ha vuelto tolerante a Chaves?–Pedro se interrumpió, alertado por algo que vió en sus ojos. Y de pronto entendió la verdad, y la realidad fue como otro golpe en su yadolorido estómago.–Dios, no lo sabe, ¿Verdad?

Era la única explicación, y quedó confirmada por la expresión de su mirada.

–Pedro...

–Contéstame –su voz no parecía la suya–. Dime la verdad. No se lo has dicho, ¿Verdad?

–¿Cómo iba a decírselo? –bajo la desesperación de Paula se adivinaba un profundo cansancio, como si fuera un peso que llevara cargando desde hacía demasiado tiempo–. Odia todo lo relacionado con tu familia y  te odia a tí más quea nadie en este mundo, no solo porque te apellidas Alfonso, sino por...

No terminó la frase, y Pedro dejó el tema porque iniciar una conversación sobre la muerte de su hermano significaría apartarse de su propósito y se negaba.Tenían un hijo. Un hijo que era mitad Alfonso y mitad Chaves. Una mezcla inimaginable. Un hijo nacido de una única noche que había terminado en tragedia.Y el viejo no lo sabía.Se preguntó cómo era posible que el abuelo de Paula no hubiera visto lo que él vió  al instante. Ella le miraba con el rostro pálido como la cera. Estaba impactado por la enormidad del secreto que había guardado. ¿Cómo lo había hecho?Seguramente se preguntaría todas las mañanas si aquel iba a ser el día que la descubrirían. El día en que llegaría un Alfonso a llevarse al niño argumentando que era uno de los suyos.

–Madre de Dio, no puedo creerlo. Cuando el niño tuviera edad para preguntar sobre su padre, ¿Qué pensabas decirle? Pensándolo mejor, no me contestes –afirmó Pedro–. No estoy preparado para escuchar la respuesta.

Él sabía mejor que nadie que la vida no era un cuento de hadas, pero por sus venas corría la creencia en la santidad de la familia. Era la tabla de salvación que te mantenía a flote en mares turbulentos, el ancla que evitaba que te ahogaras, el viento en las velas que te impulsaba hacia delante. Él era el fruto deun matrimonio felíz y tanto su hermano como su hermana habían encontrado el amor y habían creado su propia familia. Dió por hecho que a él le pasaría lo mismo. Nunca consideró que tendría que luchar por el derecho a ser el padre de su propio hijo. Y nunca imaginó que su hijo crecería en una familia como la de los Chaves. No le habría deseado eso a nadie. Era una pesadilla demasiado dolorosa para pensar siquiera en ella. Paula respiraba con dificultad.

–Por favor, tienes que prometerme que dejarás que yo me encargue de este asunto. Mi abuelo es muy mayor y no se encuentra bien –se le quebró la voz.

Pero Pedro no sintió ninguna compasión por ella. Estaba furioso.

–Has tenido tres años para encargarte de este asunto. Ahora me toca a mí.¿De verdad has pensado que iba a permitir que mi hijo se criara en tu familia? ¿Y sin un padre? Los Chaves no saben lo que es la familia –se pasó los dedos por elpelo con nerviosismo–. Cuando pienso en lo que ha debido de pasar el niño...

–Baltazar es feliz y está bien cuidado.

–Sé como ha sido tu infancia –Pedro dejó caer la mano a un costado–. He visto cómo fueron las cosas para tí. Tú no sabes cómo debería ser una familia.

Paula palideció todavía más.

–La infancia de Baltazar no se parece en nada a la mía. Y, si sabes cómo fue mi infancia, entonces deberías saber también que nunca querría algo así para mi hijo. No te culpo por tu preocupación, pero estás equivocado. Sé lo que deberíaser una familia. Siempre lo he sabido.

–¿Cómo? ¿De dónde lo has aprendido? Desde luego en tu casa no.

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