miércoles, 25 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 45

El deseo atravesó las venas de Paula , le calentó las venas y le debilitó las piernas. Estaba desnuda frente a él, pero no le importaba.La boca de Pedro encontró su pulso en la base del cuello y ella echó la cabeza hacia atrás con una excitación casi insoportable.

–Dios, te deseo –murmuró Pedro deslizándole una mano entre las piernas y explorándola íntimamente.

–Por favor...

–Sí.

Sin vacilar, Pedro la levantó de modo que se vió obligada a enredar sus piernas alrededor de su cuerpo. Volvió a besarla con fiereza.Paula le puso las manos sobre los hombros y sintió el poder de su cuerpo y su fuerza mientras la recolocaba como si ella no tuviera voluntad, pero no le importó.Estaba perdida en la fuerza de las sensaciones que desataban juntos. Pedro la besó como si fuera el día del fin del mundo. Sus dedos le separaron los muslos y Paula sintió la punta suave de su pene contra ella y un instante después le notó dentro, caliente, duro y masculino. Gritó su nombre y se arqueó, recibiéndole profundamente, atendiendo a las demandas de su cuerpo.Y el cuerpo de Pedro lo exigía todo, lo tomaba todo hasta que ella alcanzó el orgasmo y lo arrastró consigo en una experiencia salvaje de exquisito placer.Se agarró de él con los ojos cerrados tratando de recuperar el aliento.Pedro la sujetó con un brazo mientras colocaba el otro en la pared que ella tenía detrás. Murmuró algo en italiano y apoyó la frente en el brazo.

–Madre de Dio, no era así como lo había planeado –levantó la cabeza y la miró con aquellos ojos sensuales y negros–. ¿Te he hecho daño? Te he clavado contra la pared...

–No lo recuerdo –se sentía mareada y débil–. Sigo de una pieza.

Sin contar con el corazón. Pero no iba a pensar en eso ahora. No tuvo tiempo de pensar en nada, porque Pedro la bajó al suelo y en cuanto la soltó le fallaron las rodillas. Él la sujetó y la atrajo hacia sí, pero eso implicó que volvieran a tocarse y lo que comenzó como un apoyo se convirtió rápidamente en seducción. No podían evitarlo. Pedro hundió la boca en su cuello. Ella le deslizó los brazos por los hombros y la atrajo hacia sí. Incluso después del explosivo clímax seguía duro y Paula exhaló un suave suspiro al sentir la fuerza de su erección.

–Pedro...

–Me estás volviendo loco –le deslizó una mano por el cuello y atrajo su boca hacia la suya. La besó con frenesí. Luego le puso la otra mano entre las piernas.

–La cama... –murmuró Paula apretándose contra él.

–Está demasiado lejos –devorándole la boca con la suya, la levantó del suelo.

Paula apenas fue consciente de los pétalos que había sobre la cama cuando él la colocó de espaldas de modo que quedó a horcajadas sobre él. Se inclinó hacia delante para besarle y la boca de Pedro jugueteó con la suya,atormentándola. Las manos de ella se hicieron más audaces y codiciosas,recorriéndole el plano vientre y acercándose más a la dureza de su virilidad. No había señal de que hubiera necesitado tiempo de recuperación, y cuando le puso las manos en las caderas y la atrajo hacia sí, ella se detuvo un instante retrasando el momento. Sintió su mirada ardiente clavada en ella y entonces empezó a moverlas caderas y lo tomó profundamente.

–Dios mío –Santo apretó las mandíbulas y la embistió.

Paula era la que debía tener el poder, pero no era así. Sintió su dureza dentro y el mordisco de sus dedos en los muslos y se dió cuenta de que era él quien tenía todo el poder. Pedro la controlaba. Y esta vez, cuando sus sentidos hicieron explosión, colapsó contra su pecho y sintió cómo la abrazaba con fuerza.

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