lunes, 2 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 2

Era una reacción visceral, una respuesta condicionada reforzada por todauna vida de anima dversión entre ambas familias.

–Yo no soy responsable de lo que le ocurrió al nieto de Chaves. Tú sabes la verdad.

–Aquí no se trata de la verdad o de la lógica, se trata de la pasión y los prejuicios. Prejuicios muy arraigados. Ya he hecho algunos acercamientos. Le hehecho varias y generosas ofertas. Chaves preferiría ver a su familia pasar hambre antes que vender su tierra a un Alfonso. Las negociaciones están cerradas.

Pedro se puso de pie.

–Entonces es hora de volver a abrirlas.

Uno de los hombres se aclaró la garganta.

–Como su abogado es mi deber advertirles de...

–No me des negativas –Pedro levantó la mano para acallar al hombre conlos ojos clavados en su hermano–. Así que tu objeción no es hacia el desarrollo comercial, que según has reconocido te parece bien, sino hacia la interacción conla familia Chaves. ¿Crees que soy un cobarde?

–No, y eso es lo que me preocupa. Tú utilizas la razón y el coraje, pero Chaves no tiene ninguna de las dos. Eres mi hermano –a Federico se le quebróun poco la voz–. Alberto Chaves te odia. Siempre ha sido un viejo irascible.¿Qué te hace pensar que te escuchará antes de arremeter contra ti con ese temperamento suyo?

–Tal vez sea un viejo irascible, pero también es un viejo irascible con problemas económicos.

–Apuesto a que no son tan graves como para que acepte dinero de un Afonso. Y los viejos asustados pueden ser peligrosos. Hemos mantenido el hotel ahí porque a mamá le dolería vender el primer hotel de papá, pero he estado hablando con ella hace poco y...

–No vamos a vender. Voy a reformarlo por completo, pero para eso necesito toda la tierra. La bahía entera –Pedro percibió la agitación del abogado pero le ignoró–. No quiero solo la tierra para los deportes de agua. Quiero La Cabaña de la Playa. Ese restaurante tiene más clientes que todos nuestrosrestaurantes del hotel. Los huéspedes se van a comer a La Cabaña de la Playapara ver el atardecer.

–Lo que nos lleva al segundo problema de este ambicioso plan tuyo. El restaurante lo lleva su nieta, una mujer que seguramente te odie más todavía que su abuelo –Federico le miró a los ojos–. ¿Cómo crees que se va a tomar Paula la noticia de que quieres hacer una oferta sobre los terrenos?

No tenía que pensarlo. Ya lo sabía. Lucharía contra él con todas sus fuerzas. Se enfrentarían. Los ánimos se caldearían. Y enredada en la tensión delpresente estaría el pasado. No solo la antigua rencilla sobre la tierra, sino su propia historia personal.Porque Pedro no había sido completamente sincero con su hermano. En una familia en la que nadie tenía secretos, él tenía uno. Un secreto que habíaenterrado con la suficiente profundidad como para asegurarse de que no volviera a salir a la luz.La repentina oleada de oscuros sentimientos le pilló por sorpresa. Frunció el ceño con gesto impaciente y miró por la ventana hacia la playa que quedaba al otro lado. Pero no vió el mar ni la arena, sino a Paula Chave con sus largas piernas y su fuerte temperamento.Federico seguía mirándole.

–Ella te odia.

¿Era odio? Lo cierto era que no habían hablado de sentimientos. No habían hablado de nada. Ni siquiera cuando se arrancaron la ropa el uno al otro y sus cuerpos se buscaron apasionadamente. No habían intercambiado una sola palabra durante aquella salvaje, erótica y descontrolada experiencia.Y el instinto le decía que ella ocultaba el secreto tan profundamente como él. Y por su parte así iba a seguir. El pasado no tenía cabida en aquella negociación.

–Bajo su dirección, la cabaña ha pasado de unas cuantas mesas en la playa a ser el restaurante de moda en Sicilia. Los rumores dicen que ella es la talentosa chef.

Federico sacudió lentamente la cabeza.

–Estás metiéndote en una situación explosiva, Pepe. Como mínimo va a ser un desastre.

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