lunes, 30 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 48

-¡Mamma!

Pedro observó cómo Baltazar se soltaba de brazos de Luciana y corría por la arena hacia Paula. Ella le levantó del suelo y le abrazó con fuerza. Su rostro se iluminó con una sonrisa.

–¡Cuánto te he echado de menos! ¿Te has portado bien?

Pedro apretó los dientes al observar aquella demostración de amor y afecto.Una hora antes había estado sentado frente a ella mientras Paula desayunaba en frío silencio. No le había mirado ni una sola vez. Cualquier intento por su parte de iniciar una conversación había sido recibido con respuestas monosilábicas.Incapaz de comprender cómo podía estar tan malhumorada después de una noche de sexo espectacular,  se fue poniendo de peor humor cada vez.Estaba claro que la noche no había cumplido con ninguna expectativa romántica, pero ¿Qué esperaba? Él no era un hipócrita ni iba a fingir que su matrimonio era una maravillosa unión por amor. Esa era la historia que le había contado a la prensa para que le dejaran en paz y asegurarse de que Baltazar quedaba protegido de los rumores.Sus pensamientos quedaron interrumpidos por el delicioso sonido de la risa de  su hijo. Se giró y les vió a los dos haciéndose cosquillas sobre la arena. Observó el lío de brazos y piernas con una mezcla de sentimientos. No cabía dudade que Paula quería a su hijo. Y Baltazar sacaba a relucir una parte de ella que él no había visto nunca.Era una mujer distinta. Cálida, próxima y abierta, entregada a su hijo.Su alegría resultaba contagiosa, y sin pensar en lo que hacía, se acercó para unirse a ellos, agachándose para hacerles cosquillas. Su hijo se retorció y serio y su mano acarició de refilón uno de los senos de Paula.El calor desapareció al instante de sus ojos y se puso de pie de un salto. Su expresión pasó de feliz a hostil en un abrir y cerrar de ojos.

–No te he visto llegar. Creí que estabas hablando por teléfono.

El repentino cambio de humor le puso furioso. Baltazar dejó de reírse y les miró confundido. Actuando por instinto, Pedro tomó al niño en brazos y se inclinó para darle a Paula un beso largo y dulce en los labios. Sintió una oleada de calor, pero mantuvo a raya su propio deseo. Cuando levantó la cabeza tenía las mejillas sonrojadas y la mirada tan confundida como la de su hijo.

–Nunca vuelvas a mirarme con esa furia delante de nuestro hijo –murmuró Pedro en voz baja.

–Mamma –dijo Baltazar feliz.

Pedro le sonrió aunque podía sentir los rayos de furia saliendo de Paula.

–Sí, es tu mamma. Y ahora es hora de ir a casa.

Ella se apartó de sus brazos y dió un paso atrás.

–No voy a volver a tu departamento. Hoy voy a ir al restaurante, y Balta seviene conmigo.

–Estoy de acuerdo –Pedro dejó al niño en la arena–. Tienes que volver al trabajo y yo también. Y Balta tiene una buena relación con Giuliana, así que me alegra que le cuide mientras tú estás trabajando.

–¿Te alegra que...?

Pedro le cubrió los labios con los dedos para evitar que siguiera.

–Luego podrás agradecerme que haya evitado que dijeras lo que querías decir delante de nuestro hijo –murmuró en voz baja–. Tu animadversión es muy incómoda, cariño, así que a partir se ahora moderarás tus emociones a menos que estemos solos. Esa regla es tuya, por cierto. Consuélate sabiendo que estoy más que dispuesto a pelearme contigo al nivel que quieras y sobre la superficie que prefieras cuando Balta esté en la cama.

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