miércoles, 18 de octubre de 2017

Enemigos: Capítulo 27

–El hombre con el que has vivido toda vida está al otro lado de aquellas puertas luchando por su vida, ¿Y dices que no necesitas apoyo? –Pedro se pasó la mano por la nuca y luego la miró a los ojos–. Tal vez te enfrentaras así antes a los momentos duros, pero ya no va a ser así, eso tenlo por seguro. No voy a dejarte aquí sola. A partir de ahora estaré a tu lado en los momentos importantes de la vida: nacimientos, muertes, la graduación de nuestros hijos... y también para los menos importantes. Así somos los Alfonso cuando tenemos una relación. Así va a ser nuestra relación, querida.

La palabra «relación» le recordó a Paula que, si su abuelo sobrevivía, tendría que darle la noticia. Y si no sobrevivía...Sintió una punzada en el corazón.

–Tu presencia aquí no me ayuda, Pedro. Me añade más estrés porque sé que estás esperando el momento adecuado para decírselo –de pronto sintió la necesidad de salir de allí, de estar lejos de la fuerza de su presencia–. Tengo queir a ver cómo está Baltazar.

–Sigue dormido. En caso contrario Luis me habría llamado. Confío en él.

–No es una cuestión de confianza. Balta no le conoce, no quiero que se despierte y se encuentre en un sitio desconocido. Se va a asustar.

Pedro frunció el ceño y estaba a punto de contestar cuando se abrió lapuerta y entró el médico.El pánico se apoderó de Paula.

–¿Cómo está mi abuelo? ¿Está...?

–Tenía una arteria coronada obstruida. Sin un tratamiento rápido no estaría aquí. Sin duda el uso del desfribilador fue lo que le salvó la vida.

El médico siguió hablando sobre angioplastias y futuros factores de riesgo,pero lo único que Paula escuchó fue que su abuelo seguía vivo. Era Pedro quien hacía las preguntas relevantes, quien hablaba de posibles tratamientos. Y ella se lo agradecía porque su cerebro parecía funcionar a cámara lenta.Finalmente todas las preguntas quedaron contestadas y el médico asintió.

–Normalmente me negaría a que le viera porque necesita descansar, pero está claro que hay algo que le está provocando estrés. Está muy nervioso y necesita que le tranquilicen.

–Por supuesto –Paula se dirigió a toda prisa hacia la puerta, pero el médico la detuvo.

–Por quien ha preguntado es por Pedro. Fue muy claro. Su abuelo quiere ver a Pedro Alfonso .

Paula sintió que le temblaban las rodillas y miró a Pedro horrorizada.

–¡No! Verte a tí le causará mucha angustia.

–Ya está angustiado. Al parecer hay algo que necesita decir –les dijo e lmédico–. Así que creo que sería de ayuda para él. Pero que sea breve y que no se estrese.

Pedro iba a decirle que Baltazar era hijo suyo. ¿Cómo no iba a estresarse?Sin tener al parecer ninguna de sus dudas, cruzó la puerta.

–Vamos allá.

Paula salió corriendo tras él.

–No, por favor –mantuvo el tono de voz bajo–. Por favor, no se lo digas todavía. Espera a que esté más fuerte –estuvo a punto de tropezar al tratar de seguirle el paso.

¿Por qué había pedido su abuelo verle? En su estado no podía saber que Pedro  le había salvado la vida.Entró en la sala y contuvo al aliento al ver las máquinas y los cables que rodeaban la frágil figura de su abuelo.Durante un instante no fue capaz de moverse y luego sintió una mano cálida y fuerte sobre la suya y un apretón tranquilizador. Se distrajo ante la experiencia nueva que suponía sentirse consolada.Y entonces escuchó un sonido en la cama y vió cómo su abuelo abría los ojos. Y se dió cuenta de que el contacto de Pedro no era para consolarla, sino para manipularla.Apartó al instante la mano.

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